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XX
ОглавлениеAhora bien, como hecho a posta, el asunto se iba alargando. Cuando, uno a uno, fueron interrogados los testigos y el perito; cuando, según la costumbre, el fiscal y los abogados hubieron hecho, con aire muy importante, numerosas preguntas perfectamente inútiles, el presidente invitó a los jurados a tomar conocimiento de las piezas de convicción, consistentes en un anillo enorme con una rosa de brillantes, hecho para un índice de grosor extraordinario, y un filtro que había servido para analizar el veneno. Tales objetos estaban sellados y etiquetados.
Los jurados iban a levantarse de sus asientos para examinar esos objetos, cuando el fiscal se puso en pie para pedir que antes de mostrar las piezas de convicción se diese lectura de los resultados de la autopsia practicada en el cadáver. El presidente, metiendo prisa al asunto para ir lo más pronto posible a reunirse con su suiza, no ignoraba que el único efecto de esta lectura sería aburrir a todo el mundo y retardar la hora de comer, ni que el fiscal exigía esa lectura únicamente porque tenía derecho para ello. No pudiendo oponerse, tuvo que consentir. El escribano exhibió unos papeles y, con voz monótona, hablando con media lengua al llegar a las eles ya les erres, se puso a leer.
Del examen exterior del cadáver resulta que:
1.º La estatura de Feraponte Smielkov era de 2 archines y 12 verchoks.
2.º La edad, por lo que era posible juzgar a resultas del examen exterior, era de unos cuarenta años.
3.º En el momento del examen, el cadáver estaba hinchado.
4.º La epidermis era de color verdoso y estaba cubierto de manchas negras.
5.º La piel estaba levantada con ampollas de diversos tamaños, en algunos sitios reventadas y colgantes.
6.º Los cabellos, de un rubio oscuro, muy espesos, se separaban de la piel al menor contacto del dedo.
7.º Los ojos estaban fuera de sus órbitas, y la córnea turbia.
8.º De las ventanillas de la nariz, de las orejas y de la boca entreabierta fluía un pus pegajoso y fétido.
9.º El cuello del cadáver había casi desaparecido a consecuencia de la hinchazón de la cara y del busto.
Etcétera, etcétera.
En cuatro páginas, en veintisiete puntos, se alargaba así la descripción detallada resultante del examen exterior del espantoso, del corpulento, del gran cadáver hinchado y descompuesto del jovial comerciante que tanto se había divertido en la ciudad. Y esta lectura macabra aumentó aún más el indefinible sentimiento de disgusto experimentado por Nejludov. La existencia de Katucha, el pus que fluía de las ventanillas de la nariz del comerciante, los ojos salidos de sus órbitas, y su propia conducta pasada con relación a la muchacha, eran otros tantos hechos que le parecían del mismo tipo y que le daban la impresión de apretarlo y sofocarlo.
Terminada esta lectura del examen exterior, el presidente, creyendo que ya se había acabado, lanzó un suspiro de alivio y levantó la cabeza, pero a continuación el escribano pasó a un segundo documento: el examen interior del cadáver.
El presidente volvió a dejar caer la cabeza, se acodó en la mesa y cerró los ojos. El comerciante, vecino de Nejludov, esforzándose en escapar al sueño, no por ello dejaba de perder algunas veces el equilibrio; los acusados mismos y los guardias que los custodiaban se habían inmovilizado.
El examen interior del cadáver había demostrado que:
1 La piel que envolvía el cráneo estaba ligeramente se parada de los huesos, pero sin huella alguna de hemorragia.
2 Los huesos del cráneo eran de dimensiones normales y estaban intactos.
3 En la envoltura cervical se veían manchitas pigmentarias de un matiz mate pálido.
Etcétera, etcétera. Y así 13 puntos más del mismo género.
Seguían los nombres de los testigos de la encuesta, sus firmas y por fin las conclusiones del médico perito afirmando que por los accidentes comprobados en el estómago, en los intestinos y en los riñones del comerciante Smielkov se podía deducir, con un cierto grado de verosimilitud, que Smielkov había muerto por la absorción de un veneno, tragado por él con el aguardiente. En cuanto a juzgar con exactitud, por las modificaciones sufridas en el estómago y en los intestinos, sobre la naturaleza misma del veneno, eso era imposible; y en cuanto a la hipótesis de la absorción del veneno junto con el aguardiente, se derivaba de la gran cantidad de aguardiente encontrada en el estómago del comerciante.
-Bueno, eso prueba que bebía de lo lindo - murmuró de nuevo al oído de Nejludov el comerciante, su vecino, que se había despertado de pronto.
La lectura del llamado proceso verbal había durado casi una hora; pero el fiscal era insaciable. Cuando el escribano hubo acabado de leer las conclusiones del médico perito, el presidente dijo, volviéndose hacia el fiscal:
-Creo que no hay utilidad ninguna en leer el resultado del análisis de las vísceras.
-Perdón; pido que se lleve a cabo su lectura - dijo el fiscal con tono severo, sin mirar al presidente e inclinándose un poco hacia un lado; y el tono de su voz daba a entender que tenía derecho a exigir esta lectura, que no renunciaría a ella a ningún precio y que la negativa de esta lectura entrañaría la casación del proceso.
El juez de la gran barba se sentía trabajado de nuevo por su dolencia de estómago.
-¿Para qué esa lectura? -preguntó al presidente-. No puede ser más que una pérdida de tiempo. ¡Esta escoba no barre mejor, pero emplea más tiempo!
El juez de gafas con montura de oro permanecía mudo. Miraba ante él con aire sombrío, resignado a no esperar nada bueno de su mujer en particular ni de la vida en general.
Y la lectura del acta empezó:
«Año 188..., día 15 de febrero, nosotros, los abajo firmantes, a requerimiento de la inspección médica nº 638... -el escribano se había puesto de nuevo a leer con tono resuelto, elevando la voz para tratar de vencer su propia somnolencia y la de todos los asistentes -, en presencia del inspector médico, hemos procedido al análisis de los objetos que se enuncian más abajo:
»1.º Del pulmón derecho y del corazón (contenidos en un recipiente de cristal de seis libras);
»2.º del contenido de! estómago (en un recipiente de cristal de seis libras);
»3.º del estómago (contenido en un recipiente de cristal de seis libras);
»4.º del hígado, el bazo y de los riñones (contenido en un recipiente de cristal de tres libras);
»5.º de los intestinos (contenidos en un recipiente de greda de seis libras)...»
Al principio de esta lectura, el presidente murmuró algo al oído de cada uno de sus asesores. Luego, habiendo respondido los dos afirmativamente, hizo una señal al escribano para que se detuviera.
- El tribunal — declaró estima inútil la lectura de esa acta.
Inmediatamente el escribano se calló y reunió sus folios, en tanto que el fiscal, con aire furibundo, garrapateaba una nota.
- Los señores jurados- dijo el presidente- pueden desde ahora tomar conocimiento de las piezas de convicción.
Muchos se levantaron, visiblemente preocupados por saber cómo pondrían las manos durante esta inspección, y se acercaron a la mesa, donde sucesivamente examinaron la sortija, los recipientes y el filtro. El comerciante se aventuró a probarse la sortija en uno de sus dedos.
-¡Vaya- dijo al volver a su puesto-, vaya un dedo! Grueso como un pepino -añadió, visiblemente divertido por la talla hercúlea que atribuía al comerciante envenenado.