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PRIMERA PARTE

SOSTENIBILIDAD:

CUESTIÓN DE VIDA

O MUERTE

La Carta de la Tierra, uno de los documentos más inspiradores de los comienzos del siglo xxi, nació a raíz de una consulta realizada durante ocho años (1992-2000) entre miles de personas de diferentes países, cultu- ras, pueblos, instituciones, religiones, universidades, científicos, sabios y representantes que aún perviven de las culturas primitivas. Representa un importante grito de atención acerca de los riesgos que amenazan a la huma- nidad. Al mismo tiempo, enuncia esperanzadamente una serie de valores y principios que han de ser compartidos por todos, capaces de abrir un nuevo futuro para nuestra convivencia en este pequeño y amenazado planeta.

El texto, breve, denso y fácilmente comprensible, en cuya redacción me cupo el honor de participar junto con Mijail Gorbachov, Steven Rocke- feller, Maurice Strong y Mercedes Sosa, entre otros, se abre con una frase preocupante:

Nos hallamos ante un momento crítico en la historia de la Tierra, en una época en que la humanidad debe elegir su futuro... La elección es nuestra y habría de ser entre formar una alianza global para cuidar la Tierra y cuidar unos de otros o, por el contrario, arriesgarnos a ser destruidos y a destruir la diversidad de la vida (Preámbulo).

1. DESAFÍOS ACTUALES PARA LA CONSTRUCCIÓN DE LA SOSTENIBILIDAD

¿Cómo organizar una alianza para el cuidado de la Tierra, de la vida humana y de toda la comunidad de vida y, de ese modo, superar los refe- ridos riesgos? La respuesta no podrá ser otra que la siguiente: mediante la sostenibilidad real, verdadera, efectiva y global, conjugada con el principio del cuidado y la prevención.

Aun antes de definir más apropiadamente qué es la sostenibilidad, po- demos adelantar que fundamentalmente se refiere al conjunto de procesos y acciones destinados a mantener la vitalidad y la integridad de la Madre Tierra y la preservación de sus ecosistemas, con todos los elementos físicos, químicos y ecológicos que posibilitan la existencia y la reproducción de la vida de las generaciones actuales y futuras, así como la continuidad, la expansión y la realización de las potencialidades de la civilización humana en sus distintas expresiones.

Atendiendo al tenor de la Carta de la Tierra, la sostenibilidad aparece como una cuestión de vida o muerte. Nunca antes, a lo largo de la historia cono- cida de la civilización humana, hemos corrido los riesgos que actualmente amenazan a nuestro futuro común. Tales riesgos no se reducen por el hecho de que muchísimas personas, pertenecientes a todos los niveles del saber, se encojan de hombros ante tan trascendental asunto. Lo que no podemos hacer es llegar demasiado tarde, ya sea por descuido o por ignorancia. Más vale el principio de precaución y de prevención que la indiferencia, el cinismo y la despreocupación irresponsable. El mismo papa Francisco pone énfasis en la importancia del principio de precaución:

En la Declaración de Río de 1992, se sostiene que, “cuando haya peligro de daño grave o irreversible, la falta de certeza científica absoluta no deberá utilizarse como razón para postergar la adopción de medidas eficaces” que impidan la degradación del medio ambiente. Este principio precautorio permite la protección de los más débiles, que disponen de pocos medios para defenderse y para aportar pruebas irrefutables. Si la información objetiva lleva a prever un daño grave e irreversible, aunque no haya una comprobación indiscutible, cualquier proyecto debería detenerse o mo- dificarse. Así se invierte el peso de la prueba (LS, n. 186).

Si concedemos la centralidad debida a la alianza del cuidado, seguramen- te llegaremos a un periodo de sostenibilidad general que nos proporcionará alivio, alegría de vivir y esperanza de construir más historia rumbo a un futuro más prometedor.

Nuestras reflexiones van a estar orientadas por estas sabias palabras del final de la Carta de la Tierra: “Como nunca antes en la historia, el destino común nos convoca a buscar un nuevo comienzo. Lo cual requiere un cambio de mente y de corazón. Requiere, además, un nuevo sentido de interde- pendencia global y de responsabilidad universal. Debemos desarrollar y aplicar con imaginación la visión de un modo de vida sostenible a nivel local, nacional, regional y global”.

Recogiendo lo esencial de este llamamiento, conviene no olvidar los siguientes puntos:

a. La Tierra y la humanidad tenemos un destino común, pues en la pers- pectiva de la evolución, o cuando contemplamos la Tierra desde fuera, formamos una única entidad.

b. La situación actual se encuentra social y ecológicamente tan degra- dada que la continuidad en la forma de habitar la Tierra, de producir, distribuir y consumir que hemos adoptado en los últimos siglos no nos ofrece garantía alguna de salvar nuestra civilización e incluso, tal vez, a la propia especie humana; de ahí la imperiosa necesidad de un nuevo comienzo, con nuevos conceptos, nuevas visiones y nuevos sueños, sin excluir los instrumentos científicos y técnicos indispen- sables. Se trata, ni más ni menos, de refundar el pacto social entre los humanos y el pacto natural con la naturaleza y con la Madre Tierra.

c. Para esa trascendental tarea resulta urgente una transformación de la mente, es decir, un nuevo software mental o un design diferente en nuestra forma de pensar y leer la realidad con la clarividencia de que el pensamiento a que ha dado lugar esta calamitosa situación, como advertía Albert Einstein, no puede ser lo que nos libre de ella; para cambiar tenemos, por tanto, que pensar de diferente manera. Pero resulta igualmente fundamental el cambio de corazón; por indispen- sables que resulten, no bastan la ciencia y la técnica, fruto de la razón intelectual y analítica; necesitamos también la inteligencia emocio- nal y, con mayor intensidad aún, la inteligencia cordial, pues es esta la que nos hace sentir que formamos parte de un todo mayor, nos permite percibir nuestra conexión con los demás seres, nos impulsa a realizar con coraje los cambios necesarios y suscita en nosotros la imaginación para tener visiones y sueños cargados de promesas.

d. Resulta urgente desarrollar un sentimiento de interdependencia glo- bal: es un hecho incontestable que todos dependemos globalmente de todos, que hay lazos que nos ligan y religan por todas partes, que nadie es una estrella solitaria y que en el universo y en la naturaleza todo tiene que ver con todo en todos los momentos y en todas las circunstancias (Bohr y Heisenberg); tan importante como la interde- pendencia es la responsabilidad universal; lo cual significa que hay que tomar en muy alta consideración las consecuencias benéficas o ma- léficas de nuestros actos, de nuestras políticas y de las intervencio- nes que realizamos en la naturaleza, porque pueden destruir el frágil equilibrio de la Tierra y, en el caso de que hiciéramos uso de armas de destrucción masiva, fatalmente haríamos que desapareciera la espe- cie humana. Y ello significaría, durante miles de años, un retroceso evolutivo de la Madre Tierra, arruinada y cubierta de cadáveres.

e. Valorar la imaginación. Ya Albert Einstein observaba que cuando la ciencia no encuentra más caminos, es la imaginación la que inter- viene y sugiere pistas inusitadas. Hoy necesitamos imaginación para proyectar no solo otro mundo posible, sino otro mundo necesario, en el que todos tengan cabida y cuiden unos de otros, incluida toda la comunidad de vida, sin la cual nosotros mismos no existiríamos. Para nueva música, nuevos oídos; para actuar de diferente manera, debemos soñar de manera diferente.

f. El verdadero propósito se resume en crear un modo sostenible de vida. El concepto de “sostenibilidad” no puede ser reduccionista y apli- carse única y exclusivamente al crecimiento/desarrollo, que es lo que predomina en nuestros días. Debe abarcar todos los territorios de la realidad, desde las personas, consideradas individualmente, hasta las comunidades, la cultura, la política, la industria, las ciu- dades y, sobre todo, el planeta Tierra y sus ecosistemas. La soste- nibilidad es un modo de ser y de vivir que exige conciliar la praxis humana con las potencialidades limitadas de cada “bioma” y las necesidades de las generaciones actuales y las futuras.

g. En todos los niveles: local, regional, nacional y global. Esta perspectiva enfatiza la anterior para contrapesar la tendencia dominante a apli- car la sostenibilidad únicamente a las macro-realidades, desaten- diendo las singularidades locales y eco-regionales propias de cada país, con su cultura, sus costumbres y sus formas de organizarse en la Tierra. Finalmente, la sostenibilidad debe ser pensada en una perspectiva global que abarque equitativamente a todo el planeta, haciendo que el bien de una parte del mismo no vaya en detrimento de la otra. Los costos y los beneficios deben ser proporcional y so- lidariamente repartidos. No es posible garantizar la sostenibilidad de una parte del planeta sin elevar, en la medida de lo posible, a las otras partes al mismo o parecido nivel.

2. LA INSOSTENIBILIDAD DEL ACTUAL ORDEN SOCIO-ECOLÓGICO

Si miramos a nuestro alrededor, nos damos cuenta del desequilibrio que se ha apoderado del sistema-Tierra y del sistema-sociedad. Existe un malestar cultural generalizado, debido a la sensación de que en cualquier momento podrían producirse catástrofes imponderables. Veamos algunos puntos neurálgicos de la insostenibilidad generalizada, sin pretensión alguna de ser exhaustivos. Bástenos con captar las tendencias y los puntos críticos.

La sostenibilidad

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