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II. PREFACIO A LA PRIMERA EDICIÓN

Hace algunos años, el Dr. Oscar Galfré y yo estábamos a punto de dictar por primera vez nuestro seminario “Los hermanos sean unidos, ¿y si no, qué…?”, cuando caímos en la cuenta de que uno de nuestros puntos de coincidencia era nuestra condición de hijos únicos.

Sabíamos que, tarde o temprano, alguien del público nos preguntaría por nuestras vivencias con nuestros propios hermanos (es muy común que la gente se interese por la vida privada del expositor, máxime si está ligada con el tema central del seminario a dictar), por lo cual decidimos que esa condición de hijos únicos que, en principio, podía verse como una debilidad (precisamente, por la falta de experiencia personal en la temática de los hermanos), debía convertirse en una fortaleza.

Por ello, comenzamos el seminario de este modo: “Nosotros somos las personas indicadas para dirigir este seminario porque somos neutrales; como somos únicos hijos, no tomamos partido por los hermanos mayores, ni por los del medio, ni por los menores…”.

En mi práctica profesional confirmé que, efectivamente, soy neutral, con una salvedad: es una “neutralidad activa”, ya que, según las características de los hermanos que entrevisto y la calidad de la relación que mantienen entre sí, indefectiblemente pienso: “Me hubiera gustado tener un hermano, o una hermana así”, o, por el contrario, “por suerte soy hijo único”.

Así es: la neutralidad respecto de los hermanos según su orden de nacimiento no significa que yo sea neutral respecto de las maneras como los hermanos se relacionan entre sí, ni de cómo interactúan en función de la empresa o el patrimonio familiar.

En esos puntos tengo una posición tomada: creo que la previsión del futuro, la prevención de conflictos y la voluntad de resolver los que se presentan de la manera menos traumática posible son aportes significativos para la consecución de empresas más exitosas y familias en armonía.

Por lo tanto, las nociones “el dinero divide a la familia” o “la empresa de familia es como un pueblo chico: un infierno grande”, son preconceptos que merecen ser cuestionados a través de acciones específicas.

Para ello, desde 1995 he abrazado un método, el de la Planificación Patrimonial y Sucesoria, que me ha permitido colaborar con muchas personas, familias y empresas desde un abordaje que comprende no solo los aspectos legales, sino también las cuestiones organizativas y las relaciones interpersonales.

En los últimos años, entonces, he podido concretar mi sueño de evolucionar desde la figura del consultor individual, limitado, por lo tanto, por mi propia formación, a dirigir una consultora integral en la que conviven profesionales de diferentes disciplinas que aportan sus conocimientos con el objetivo de alcanzar la misión de “cuidar el futuro de las empresas y familias con historia”.

Creo fervientemente en que para lograr los cambios necesarios en los sistemas empresa, familia y propiedad, mucho más potente que “el gurú”, por más experimentado que sea, resulta el trabajo interdisciplinario y en equipo.

Hablar de las relaciones de hermanos significa referirse a la historia compartida, reconocer el lugar de cada uno (como testigo y como protagonista), y detenernos en la actualidad con el propósito de generar un futuro sustentable, que permita consolidar la empresa, asegurarle continuidad y ayudar al crecimiento de la familia empresaria.

Un libro centrado en “los hermanos” implica el desafío de abordar situaciones diversas: desde la realidad de los hermanos pequeños, y la vocación de sus padres para criarlos en un clima de entendimiento y amor, a aquella etapa en la que se plantea la necesidad de transferir responsabilidades a la nueva generación, atravesando también la situación de los hermanos adultos que, quizá, se hallan trabajando en un proyecto común con la misión de conservar el patrimonio material y espiritual para las siguientes generaciones.

Hay hermanos que comparten una empresa, o un patrimonio. Otros, comparten un sueño. Algunos, incluso sin desearlo, comparten una historia.

Este libro se orienta a considerar a cada uno de ellos y, a su vez, pretende encontrar las mejores maneras para que, sean cuales fueren sus respectivas realidades, se puedan relacionar del mejor modo posible. Entonces, si ayuda a reflexionar y tomar conciencia respecto de que un futuro promisorio y una familia unida son fruto de los esfuerzos del pasado, de los valores compartidos y del compromiso en el presente habrá cumplido su misión.

Enero, 2014.

Los hermanos en la empresa familiar

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