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A QUIENES LO LLAMARON INSOLENTE
INTRODUCCIÓN*
La datación del Disc. II de Libanio no presenta problemas. El propio autor explica al comienzo del discurso (parágrafo 2) que tenía 67 años de edad cuando lo compuso. Como Libanio nació el año 314, debió de ser escrito hacia el 380-81, es decir, pocos años después de aquel 9 de agosto del 378 en que Valente perdiera la vida en la nefasta batalla de Adrianópolis y de que Graciano proclamara, el 19 de enero del 379, a Teodosio como Augusto de Oriente1.
La composición del discurso que nos ocupa fue cercana a la celebración de los Juegos Olímpicos de Antioquía del año 380. Por aquellas fechas, Libanio pasaba por unos momentos no muy buenos y en su Disc. I, su conocida Autobiografía, se respira un cierto desánimo en los capítulos (182-196) que describen este período de tiempo. Acontecen una serie de sucesos fortuitos que causan hondo pesar en nuestro sofista. A la muerte de su queridísimo Eusebio2 se añade el accidente de su pie derecho que por poco le cuesta la vida3. Por si esto fuera poco, su propia posición como sofista en Antioquía se ve amenazada por las intrigas de Carterio ante la corte de Constantinopla para conseguir desbancarlo de su puesto y colocar en su lugar a Geroncio, sofista protegido por él. Sin embargo, Carterio sobrevalora su influencia en la corte y, lejos de conseguir su propósito, causa enojo a ciertos personajes influyentes, hasta el punto de que el propio Carterio tuvo que abandonar Constantinopla y marchar hacia Italia, de la que, al parecer, era originario4.
Como contrapunto a estas desgracias, se produce un hecho, narrado en Disc. I 195-196, que causa gran alegría al sofista. Por intercesión de la curia antioquena, consigue que el Emperador permita excepcionalmente que su hijo ilegítimo, Cimón, pudiera heredar la fortuna paterna. Esta circunstancia venía a poner fin a las pretensiones de Sabino, importante curial de Antioquía emparentado con Libanio que, al parecer, pretendía convertirse en heredero del sofista5. Dada su posición en la curia, Sabino no habría tenido grandes dificultades para apropiarse de la hacienda de Libanio si éste hubiera muerto sin heredero legalmente reconocido.
Con el advenimiento de Teodosio, mejora la posición de Libanio en la corte y, gracias a la sensación de seguridad que tiene el orador, crece su producción literaria. Si relacionamos el fracaso de la maniobra de Carterio con una mayor influencia de Libanio entre los cortesanos en estos primeros años del reinado de Teodosio, podremos entender este discurso como una muestra de la libertad de expresión de que gozaba el sofista6.
El discurso comienza con la exposición del motivo que ha obligado al rétor a tomar la palabra: la calumnia que contra él han vertido algunos cristianos al tacharlo de insolente (barýs). Para Libanio, el verdadero motivo de esta calumnia no es otro que su continua denuncia de la corrupción de la época, hecho que provoca las iras de la nueva aristocracia cristiana y la satisfacción de los eupátridas paganos. A continuación, pasa revista a las principales instituciones políticas y sociales de su tiempo y las compara con un pasado pagano idealizado, con lo que se evidencia que el abandono del culto tradicional es la causa de todos los males presentes. En la última parte reconoce que el objetivo final del discurso es que estas reivindicaciones lleguen a oídos imperiales, aunque es consciente de que, dada la escasa atención que las autoridades prestan al problema, no concibe demasiadas esperanzas.
Los eruditos han discrepado al calificar este discurso. Unos lo han definido como un manifiesto del partido pagano y otros han subrayado los aspectos autobiográficos del mismo. Lo cierto es que ambos aspectos no son excluyentes, sino que se encuentran indisolublemente entreverados. La vida de Libanio, sofista oficial de la ciudad y persona influyente, es objeto de la atención y vigilancia de sus conciudadanos. En numerosos pasajes de su obra se insiste en que su vida personal es intachable y a demostrarlo dedica uno de sus más extensos discursos, su Autobiografía. Por consiguiente, nuestro orador no puede consentir ningún tipo de infundio que manche su reputación7. A su vez, su justificación le sirve como punto de partida para fundamentar una diatriba de la sociedad de su tiempo, caracterizada por el abandono de los ideales del helenismo y el ascenso de una nueva aristocracia, enriquecida al amparo de la administración imperial, que prefiere orientar a sus hijos al estudio de las leyes y el latín antes que enviarlos a estudiar retórica con el sofista.
Tampoco existe acuerdo con respecto al público al que iba destinado el discurso. Sabemos que, cuando Libanio escribía obras de contenido comprometedor, reducía su audiencia a un círculo de amigos de confianza y los casos en que sus discursos alcanzaban amplia difusión eran excepcionales. Según Norman8, el Disc. II habría sido compuesto pensando en un pequeño grupo de amigos íntimos. Por el contrario, Martin9 está convencido de que se pronunció ante un auditorio amplio, tal vez el bouleutḗrion, donde solía impartir clases, pues el tono es demasiado convencional y las invectivas dirigidas contra los funcionarios imperiales tan generales, que nada hace sospechar que fuera necesario seleccionar el público.
En este sentido, es interesante lo que nos dice Libanio en el discurso que nos ocupa (Disc. II 13-15). Afirma el orador que ninguno de los presentes se habría enterado de sus victorias retóricas sobre sus rivales si no hubiera sido por terceras personas. Sin embargo, la Autobiografía, cuya redacción comenzó hacia el 371, está plagada de referencias jactanciosas a sus múltiples triunfos en este terreno. Por consiguiente, hay que concluir que la Autobiografía aún no había sido dada a conocer cuando se compuso nuestro discurso o que el público al que iban destinados uno y otro era diferente.
Son veintinueve los manuscritos que nos han transmitido este discurso, cuya editio princeps publicó Fabricio a comienzos del s. XVIII10. En cuanto a las ediciones modernas, los trabajos de Reiske11 y, sobre todo, de Foerster han servido de punto de partida para ediciones y traducciones posteriores: al inglés por Norman, al alemán por Wolf12 y al francés por Monnier13 y, más recientemente, por Martin.
* Para la traducción del presente volumen, hemos utilizado la edición teubneriana de R. FOERSTER, Libanii opera, I-III, Leipzig, 1903-1906, cuya numeración de los discursos hemos mantenido, a pesar de que ésta no coincide con el orden cronológico de su composición. Para los Disc. II, III y VII hemos tenido en cuenta la excelente edición, con traducción francesa y amplias notas, de J. MARTIN, Libanios. Discours II-X, París, Les Belles Lettres, 1988. También nos ha sido de gran utilidad la edición, con introducción, traducción inglesa y notas, de A. F. NORMAN, Libanius. Selected Works, II, Londres, 1977, que incluye, entre otros, los discursos traducidos en el presente volumen, excepto III, VII y XI. Los nombres propios seguidos de un número arábigo se corresponden con la identificación de A. H. M. JONES, J. R. MARTINDALE, J. MORRIS, The Prosopography of the Later Roman Empire. Vol. I. A.D. 260-395, 4.a ed., Cambridge, 1993, y los que llevan número romano se refieren a la de O. SEECK, Die Briefe des Libanius zeitlich geordnet, Leipzig, 1906 (reimpr. 1966).
1 Cf. E. STEIN, Geschichte des spätrömischen Reiches I: Vom römischen zum byzantinischen Staat (284-476 n. Chr.), Viena, 1928 = Histoire du Bas-Empire I: De l’État Romain à l’État Byzantin (284-476), [trad. J.-R. PALANQUE], Desclée de Brouwer, 1959, págs 189-192; y J. STRAUB, «Die Wirkung der Niederlage bei Adrianopolis in der spätantiken Literata», Philologus 45 (1943), 255-286.
2 Tal vez el Eusebio XX de SEECK (Die Briefe…, pág. 142), que acudió desde Ancira a Antioquía en el 364 para seguir las clases de Libanio.
3 Cf. Disc. I 183. También menciona el suceso en Disc. XXXVIII 3.
4 La identidad de ambos personajes es controvertida. Por la correspondencia de Libanio (Ep. 789, 1136-1139, 1366, 1391 y 1396) conocemos a un tal Geroncio (III en SEECK, Die Briefe…; 3 en The Prosopography…, pág. 393), sofista de Apamea y amigo de nuestro autor. De ser el mismo, habría que suponer que, tras este desagradable suceso, hubo una reconciliación, ya que en su Ep. 863, del año 388, Libanio lo trata como amigo y éste acude a sus sesiones públicas. Por otro lado, Carterio 3 cursó la carrera de abogado y se ganó un puesto importante en la administración pública. A. F. Norman («Notes on some Consulares of Syria», Byzant. Zeitschr. 51 [1958], 75) piensa que fue Consularis Syriae en el 380, situación que habría aprovechado para arrebatarle a Libanio su puesto. Tres cartas de Símaco corroborarían esta afirmación. En otro artículo («On the Dating of three letters of Symmachus [Ep. III, 49. V, 41. IX, 31]», Byzant. Zeitschr. 57 [1964], 1-5), Norman data estas cartas en el 382 y supone que este Carterio es el mismo de la correspondencia de Símaco. Sin embargo Martin (Libanius…, págs. 59-60) se muestra en desacuerdo, ya que la caída en desgracia de Carterio y Geroncio no encajaría con la influencia que tienen en Roma los personajes de la correspondencia de Símaco. Así pues, la identificación sólo seria posible si las cartas de Símaco se refirieran a una época anterior al 380.
5 Libanio nos habla de Sabino en Disc. I 190-194; 261, que se casó con la hija de un primo suyo. A ésta la asesinó y acabó por arruinar a su suegro. No obstante, el Emperador le impuso una fuerte multa como consecuencia de sus irregularidades financieras y cayó en desgracia hasta el momento de su muerte, que debió de acontecer hacia el 388 (cf. O. SEECK, Die Briefe…, pág. 262, y A. H. M. JONES, The Prosopography…, pág. 793).
6 En sentido inverso se manifiesta A. F. NORMAN, Libanius’ Autobiography (Oration I), Oxford, 1965, pág. 204, y Libanius. Selected…, págs. 2-4. A su juicio, los mencionados incidentes con Sabino y el asunto de Carterio y Geroncio no serían sino un claro indicio de la debilidad de Libanio ante la administración imperial y local.
7 P. PETIT, «Recherches sur la publication et la diffusion des discours de Libanius», Historia 5 (1956), 494, sostiene que el Disc. II es una «conferencia de prensa» con la que pretende responder a las críticas de la opinión pública.
8 Selected…, págs. 6-8.
9 Libanios…, págs. 9-11.
10 FABRICIUS, Bibliotheca Graeca, tomo VII, Hamburgo, 1715.
11 J.-J. REISKE, Libanii sophistae orationes et declamationes, Altenburgo, 1791-1797.
12 P. WOLF, Libanius. Autobiographische Schriften, Zúrich-Stuttgart, 1967.
13 E. MONNIER, Dix discours choisis, fondos de La Sorbona, 1860.