Читать книгу Recuerdos de una vida - Loida Morales Ruiz - Страница 11

Capítulo 5

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Han pasado unos días, no quiero el muñeco, me da mucho miedo y mami se lo ha dado a la abuelita. Estamos en casa, mami hace las camas y nosotros ordenamos los muñecos, bien puestos. Tenemos dos gatos, uno es siamés y la otra es blanca, son bonitos y muy buenos.

Volvemos del cole, mi abuelita sigue mala y mami aun va a ayudarla. Como de costumbre, la esperamos fuera, en el patio. Mi hermanito chilla, diciendo que dos pisos por encima del nuestro, está mamá, el cuerpo en una ventana y la cabeza en la de al lado. Yo me asusto y miro, pero no veo nada, las ventanas están tapadas por dentro con cartones. Mi hermana tampoco ve nada. La policía está ubicada junto a nuestro edificio y acude al escuchar los gritos de mi hermano, se lo llevan para tranquilizarlo, nos conocen y no hay problema con que mi hermano vaya con ellos hasta que llegue mami. Mami llega y le decimos lo que ha pasado, ella habla con la policía, que le explica lo ocurrido.

Es por la tarde, mi tía, la pequeña, ha venido a visitarnos, todos estamos en el salón sentados en el sofá, estamos viendo una película. De un salto, mi tía se incorpora hacia delante mirando al pasillo con los ojos muy abiertos. Nos observa uno por uno hasta llegar a mi madre:

—Se ha colado la niña de la vecina.

Mi mami le responde:

—¿Cómo se va a colar, si la puerta está cerrada?

—Acabo de verla de salir hacia la calle.

Mi tía se levanta para ir a mirar por todo el piso.

—¿Ves como no hay nadie? La puerta está cerrada.

—Yo he visto a una niña como tu María de grande, rubia y delgada.

—Anda, anda, eso ha sido un reflejo tuyo o de la tele.

Mi tía no quiso quedarse más, se fue diciendo que no volvería. Antes de marcharse, nos dio un beso a todos.

Esa misma noche, fin de semana porque papi está con nosotros, mami le pidió a mi hermana que le trajera las zapatillas, que estaban debajo de su cama. Mi hermanita fue y volvió sin ellas asustada, diciendo que cuando se agachó para cogerlas algo le siseaba. Mami me lo pidió a mí, porque mi hermana tenía miedo, y me pasó lo mismo, así que mi madre optó por ir ella. Volvió al salón sin las zapatillas, diciéndole a papi que había algo ahí, que era verdad lo que decíamos. Papi se levantó, fue a mirar con mami, entonces él también lo oyó, se alejó de la cama, se agachó sin acercarse y miró. Dio un grito diciéndole a mami que le trajera el escobón, un palo o algo, que había una serpiente debajo de la cama. Papi la mató. A menudo veíamos ratas pasar por los patios y la calle, algunas tan grandes como gatos, cucarachas también, pero, ¿serpientes?, qué susto.

Es mediodía, mami está en casa y el tito malo también, está tapando un agujero que hay entre el marco de la puerta del salón y el de la habitación de papi y mami, le está echando cristales rotos y lo tapa con cemento y arena. Mami nos explica que es donde se escondía la serpiente, que hay otra dentro y que el tito le echa eso para que se muera. Mamá dice que esta mañana estaba hablando con un amigo en el patio, ella se metió la mano en el bolsillo de su bata y sacó una cría que había matado ella misma por la mañana, que estaba enroscada en mi sillita de mimbre. Se la enseñó al hombre y este se la quitó de las manos de un manotazo. El hombre le contó a mamá que a esas serpientes las llaman las culebrillas ciegas.

Es de noche, muy tarde, no sé qué hora es, estamos todos acostados y dormidos. Mi hermano nos despierta gritando, muy asustado, diciendo que Pinocho se encuentra al lado de su cama, bajo la ventana, junto a una hoguera. No quiere dormir allí, tiene miedo, papi y mami se lo llevan a su cama para que duerma con ellos.

Por la mañana, ordenamos como cada día nuestro cuarto con mami y nos vamos al colegio. Por más que ordenemos los muñecos, siempre los encontramos cambiados de sitio, mami dice que no es ella la que los cambia.

Cuando volvemos, descubrimos que se ha quemado el piso de una vecina, no la conozco, mami está hablando con algunos vecinos. Va al piso que se ha quemado, yo voy con ella. Está todo negro, no quedan muebles, hay cosas derretidas y cristales rotos en el suelo. La habitación del bebé solo tiene un poco de negro, sucio, nada quemado y el lavadero está bien. Mi gatito no aparece, creo que se ha quemado y ha muerto.

Llevamos unas noches escuchando muchos ruidos, algunos vienen de nuestra cocina y otros de la vecina de arriba. Son siempre a una hora en concreto, los de la cocina pueden ser por la gata, los otros porque la vecina se ponga a limpiar por las noches. Quizás no pueda hacerlo durante el día, porque tiene un niño con síndrome de Down. Es media mañana, estoy en mi cuarto jugando con una Barbie de mi hermana, comienza a caer agua del techo, son gotas seguidas y caen en todos sitios. Se lo digo a mami y me dice que vaya con ella, tras verlo me pide que salga del cuarto. Mami y yo subimos a casa de la vecina, está secando el suelo de su salón, todo encharcado, se le volcó sin querer el cubo de fregar. Mami la ayuda y mientras hablan de lo sucedido, la vecina le pide perdón a mami muchas veces, mami le dice que esté tranquila, que no pasa nada, pero que tenga cuidado porque son pisos muy viejos. La vecina asiente, cuando terminan de secar el suelo se sientan a hablar sobre los ruidos por las noches. Por lo visto, no se sabe quién es la que hace esos ruidos, pues ni mami ni la vecina los hacen. El piso de arriba de la vecina lleva años cerrado y no vive nadie. Llegamos a casa, mami seca el suelo de nuestra habitación, quita las colchas de las dos camas para tenderlas y que se sequen.

Es domingo y papi no está, es la hora del almuerzo, bastante tarde y papi no llega. Mami hizo arroz amarillo para comer, esperamos a papi, que está con el tito bueno. Mami está muy seria y enfadada con papi, nos puso de comer a nosotros, ya terminamos. Llega papi, tiene los ojos rojos y ríe mucho, el tito viene con él. Mami discute con él, le chilla, coge la olla con la comida y la tira contra el suelo a los pies de papi, que también pelea con mami, nosotros estamos viendo todo sentados en el sofá, callados y asustados. Papi se da la vuelta en dirección hacia la calle, y le dice al tito que se marchan. Mami se queda llorando muy enfadada y mi hermana y yo limpiamos la comida del suelo. Mami se va a su cuarto, se encierra y llora. Después, mami lo limpió todo bien.

Estoy en el patio de nuestro piso, no el comunitario. Mami tiene allí un bidón de plástico azul, es grande y está lleno de alcachofas. Me gustan mucho las alcachofas, incluso crudas, mami dice que coma las que quiera, pero sin abusar, que si no me dolerá la tripa. Cojo tres y me como lo tierno, son medianitas y dulces, están muy buenas. Cojo la última, esta y ya está. Cuando llego casi al corazón de la alcachofa veo bichitos, qué asco, se lo enseño a mami y me dice que es normal, que son pulgones y que tengo que lavarlas antes de comérmelas. Se ríe, no quiero más, solo las comeré cuando las prepare mami, que las cocina de muchas formas. Hay una que es la que más me gusta, mami las llama alcachofas a lo guarro. Las hace enteras, asadas al horno, luego en la mesa nos pone un cuenco a cada uno con vinagre aceite y una poca de sal, donde se mojan. Las llama así, porque no se utilizan cubiertos.

Llegamos del colegio, voy al salón, oigo un ruido raro en el patio. Mamá me sonríe mirándome feliz y me dice que vaya a ver. Voy al patio y me quedo parada en seco. ¡Pollitos! Mamá me explica que los criaremos y tendremos huevos frescos, que no los coja mucho para que no dejen de crecer. Mamá me deja acariciarlos un poco, mirándolos ilusionada y feliz.

Es por la noche muy tarde y estamos todos acostados. Se escuchan ruidos de cacharros que mami dejó en la encimera secándose, como de caer al suelo. Papi se levanta para mirar y vuelve a acostarse, escucho decirle a mami que la gata no ha sido, que todo sigue en su sitio. Apaga la luz de su cuarto, vuelvo a dormirme.

Es media mañana, mami le dice a papi que está todo como ella lo dejó. Las gallinas están muy grandes ya y ponen muchos huevos, que están mucho más ricos que los comprados. Mami nos da algunas veces los huevos crudos, abre dos agujeritos, uno por cada extremo, echa una pizca de sal tapando con un dedo uno de los agujeritos, luego el otro y lo agita mucho. Nos lo da diciéndonos cómo cogerlo para que no se nos derrame, y nos lo bebemos. Están muy buenos, algunos días mami, mi hermanita y yo pintamos caritas con un rotulador en los huevos vacíos, es divertido.

Es de noche muy tarde, me he despertado porque tengo ganas de hacer pipí, muchas ganas, pero no quiero ir sola al baño, tengo miedo. Siempre dormimos juntas en la misma cama mi hermana y yo, está dormida, espero que se despierte pronto. Me hago pipí, mi hermana se ha movido y le digo muy bajito, por si aún duerme:

—María, ¿estás despierta?

Ella se mueve y me dice que sí. Me pide que la acompañe al baño, nos levantamos a oscuras y vamos al baño. Nos turnamos en el aseo. Mientras espero a mi hermana, me quedo de pie en la entrada del baño, mirando hacia el pasillo que está a mi derecha. De pronto, se apaga la luz, está todo muy oscuro, estamos calladas, mi hermana me dice que encienda la luz cuando comienzo a quedarme paralizada por el miedo, no puedo moverme. Estoy viendo el tendedero verde que mami dejó plegado y apoyado en la pared de la entradita del piso, que viene hacia mí, avanza lentamente, primero un lado luego otro, cada vez más rápido, con movimientos casi humanos, hasta que acelera mucho hacia mí. Estoy muerta de miedo y comienzo a gritar mucho. Mis lágrimas caen muy rápido por mi cara y sigo sin poder moverme. Escucho a mi hermana decirme que no grite, que no estoy viendo eso, que no hay nada, pero no puedo, sigo viéndolo y tengo muchísimo miedo y sigo gritando sin poder moverme. Mami y papi encienden la luz de su cuarto, desaparece el tendedero, está quieto al fondo donde mami lo dejó. Arranco a llorar, no puedo casi respirar, mami me pregunta, pero no puedo hablar, mi hermanita se lo explica por mí. Mami nos pregunta por qué no encendimos la luz. María le explica, y no nos creen, Tras tranquilizarme, nos fuimos a dormir, yo muy pegada a mi hermana.

Mamá tuvo que esconder o tirar el tendedero, porque no lo volví a ver más en el piso ni en ningún sitio.

Recuerdos de una vida

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