Читать книгу La civilización del Anáhuac: filosofía, medicina y ciencia - Lourdes Velazquez González - Страница 9
Introducción ¿Por qué Anáhuac?
ОглавлениеEl título de este libro requiere un comentario, debido a la presencia de la palabra “Anáhuac” o mejor aún “Anawak” (así debe escribirse) que probablemente suene exótica y no evoque un significado preciso al oído del lector mexicano “culto”. Se trata de una situación paradójica ya que esta palabra se refiere de manera exacta a una de las raíces más profundas de la identidad mexicana, raíz que, como consecuencia de varias circunstancias históricas, ha quedado, por una parte, oprimida y, por otra parte, oculta y, sin embargo, brota en miles de detalles de la manera de vivir y de pensar del mexicano. Por otro lado, la perspectiva de considerar esta raíz como una especie de trasfondo implícito de la mexicanidad sería muy limitada, ya que se trata de una dimensión más amplia, que abarca mucho más que el territorio geográfico de México (sea el actual o el histórico) y, sobre todo, se define en términos socioculturales y hasta filosóficos, religiosos y morales de gran alcance.
Mucho se ha dicho y escrito, que los mexicanos somos el producto del choque de dos culturas, el encuentro de dos maneras distintas de ver el mundo, dos formas diferentes de entender las grandes preguntas del cómo y el por qué de nuestra existencia. Pero la cultura del Anáhuac ha sido poco estudiada, se ha soslayado, se sabe poco o casi nada de ella, incluso, por desgracia, para algunas personas el anahuaca que llevamos dentro, tanto genética como culturalmente, ha desaparecido y el legado ha quedado irreconocible. Para otras personas, por fortuna, ese anahuaca pugna por salir y se muestra en cada uno de los aspectos de la vida, en las relaciones sociales, en la alimentación, en la manera de convivir, en la forma de amar, de llorar, de recibir una nueva vida y de despedir a los muertos.
La sabiduría de nuestros viejos abuelos encontró la manera de ocultar todos estos aspectos para preservarlos y que fueron la base de la civilización del Anawak. Ocultaron la danza y la hicieron conchera, transformaron lo católico en guadalupano, adoptaron el español y lo llenaron de nahuatlismos y expresiones de doble sentido, convirtieron los ritos funerarios católicos en nueve días de rezos acompañados de la levantada de la cruz, y así un largo etcétera. Pero todo lo ocultaron tan bien y durante tanto tiempo que nos resulta muy difícil reconocer el sincretismo de nuestras costumbres que muchos ya dan por perdidas y completamente olvidadas.
Se atribuye al pueblo olmeca el privilegio de ser la raíz del conocimiento del Anáhuac, pero ese nombre se le asignó hace poco menos de un siglo y no existió un pueblo llamado así. Sin embargo, en la zona denominada olmeca se han encontrado los primeros vestigios de civilización, y de donde parte la influencia cultural hacia lo largo y ancho del Anáhuac. Acostumbramos a distanciar a una cultura de otra, creando la ilusión de que eran pueblos separados, alejados y sin relación alguna entre sí, pero la situación de estas regiones no puede ser juzgada con la óptica actual de lo que son los territorios, las fronteras y naciones. En la época en que la mayoría de los pueblos eran nómadas recolectores, el asentamiento de una civilización en un territorio creaba zonas de influencia cultural, no países. Al igual que el antiguo Egipto no tenía fronteras, no había una marca territorial que denominara lo que era Egipto y lo que no, salvo su zona de influencia, lo mismo ocurre con las primeras civilizaciones de aquí. Sería muy difícil precisar los límites del territorio olmeca, salvo ahí a donde llega su influencia cultural. Ningún olmeca marcó los límites de su territorio, todos los pueblos que adoptaron los conocimientos provenientes de siglos de observación de la naturaleza son los denominados olmecas.
Como en todo proceso evolutivo, la influencia se crea en el tiempo y el espacio, es decir, con el pasar de los años y con la expansión cultural. Pero esta influencia evoluciona, se enriquece y transforma, generando “nuevas culturas”, un ejemplo de este proceso evolutivo son los mayas, que crearon un calendario exacto y una sociedad perfectamente organizada, debido a que son la respuesta evolutiva al conocimiento olmeca. Lo mismo ocurre con los zapotecas, teotihuacanos, mexicas y demás pueblos que a su manera siguieron evolucionando el conocimiento de milenios.[1]
Todos parten de una misma raíz, todos están influenciados por un mismo pasado, todos tienen la misma concepción filosófico-religiosa. ¿Por qué verlos como pueblos distanciados o culturas diferentes? A pesar de tener los mismos símbolos matemáticos, mismas creencias, misma alimentación, misma organización social y compartir una misma raíz nos empeñamos en verlos como un racimo de pueblos diferentes que apenas se relacionaban entre sí. Otro error que cometemos es pensar que los invasores europeos dieron unidad y cohesión a estos pueblos.
En las consideraciones anteriores utilizamos el término Anawak (Anáhuac) o sus declinaciones para indicar la región en donde se desarrolló históricamente la gran civilización de los antiguos pueblos que habitaron el territorio mexicano y de ahí se difundieron, pero todavía no hemos dicho de dónde viene esta palabra, si es un término artificial propuesto por los etnólogos y arqueólogos o algo diferente. La respuesta es que se trata del nombre con que aquellos pueblos indicaban en su idioma su propia localización en el mundo, esa era la expresión Cem Anahuac.
Cem Anahuac significa (como se reconoce analizando su composición etimológica) “lugar totalmente rodeado de agua por sus cuatro lados”. Debido a que la palabra Anawak se originó de “atl” agua y “nahuac” rodeado, que sumado a “Cem” nos da el significado antes expresado.[2] Cem Anahuac era el nombre de la parte del continente que abarcaba desde Nicaragua (Nicananahuac: “hasta aquí el Anahuac”) hasta el norte de Canadá. Los antiguos habitantes de esa región estaban conscientes de que vivían en una parte de un territorio mucho más amplio del cual ignoraban las fronteras, al que llamaban: Ixachilan, que era el nombre del continente entero, “el lugar inmenso”, “la inmensidad”.