Читать книгу Ladrones de Sueños - Lucía Irene López Ripoll - Страница 16

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6. SUCESOS INESPERADOS

Soñaba el ciego que veía, y soñaba lo que quería.

— ¿Hola? — Wyn entró con timidez a casa de Walter. Quería disculparse con sus amigos por el numerito del cine, así que entró directamente, ya que la puerta estaba abierta. En el salón se encontró a Clariany con su portátil, y a Bosco barajando unas cartas con expresión de aburrimiento.

— ¡Wyn! Qué alegría verte, ¿juegas a las cartas? — Al verla un atisbo de desesperación le cruzó la mirada, lo que hizo más visible aún su evidente estado de aburrimiento.

— En realidad solo venía a disculparme por lo que pasó el otro día en el cine.

— Tranquila, la película era bastante aburrida, me hiciste la noche más interesante — dijo Clariany sin quitar ni por un segundo la vista de su portátil — No tienes de qué preocuparte. — Acto seguido, se incorporó y se fue escaleras arriba, dejando a Wyn solo en compañía de Bosco. Wyn se quedó en silencio, cortada por la respuesta de Clariany, cuando Bosco volvió a insistir:

— Entonces... ¿juegas? — le dijo con una mirada insistente.

— Porque no — suspiró.

***

— ¡Ey! ¡Has hecho trampas! — Eran los dos tan competitivos que se habían pasado toda la tarde jugando.

— De eso nada. Soy un maestro del póquer, admítelo pequeña.

— Estoy segura de haberte visto una carta en la manga — replicó Wyn decidida a descubrirle — ¡Aquí está!

Hacía ya varias partidas que Wyn sospechaba de Bosco, ya que le ganaba en experiencia y todavía no había conseguido ganar una partida. Al intentar coger la carta que su adversario escondía en la manga perdió el equilibrio, agarrándose del brazo de Bosco para no caerse, pero acabaron cayendo los dos. Wyn se golpeó la cabeza contra el suelo provocándole una punzada de dolor en la nuca, pero eso lo olvidó en cuanto vio a Bosco encima de ella. Sus caras estaban a centímetros de distancia. Los dos intentaron levantarse al mismo tiempo, lo que hizo que se tropezaran de nuevo, pero esta vez los centímetros que salvaban la distancia se esfumaron; sus labios se juntaron, haciendo saltar pequeñas chispas de las manos de Wyn.

Cuando abrió los ojos vio a Walter en la entrada del saloncito, con una mirada atónita. Bosco se levantó y empezó a tartamudear cosas sin sentido, mientras veía a Walter subir la escalera hacia su habitación. Wyn, aún en shock, se levantó y salió de la casa lo más rápido que pudo.

***

— ¡La has besado! — No paraba de repetirle Walter a Bosco, mientras él le intentaba calmar.

— Walter ¡me caí encima de ella! Por muy poco creíble que suene, fue un accidente.

— Pero ha sido tan extraño... no el veros juntos,si no mi reacción, lo que he... sentido.

— ¿Y qué has sentido? — dijo Bosco cautelosamente.

— No lo sé. Celos, quizás. — Una amplia sonrisa apareció en el rostro de su amigo, que estaba a punto de echarse a reír.

— Vaya con el señorito, resulta que se ha enamorado de…

— ¡Yo no me he enamorado! — Walter le cortó en seco y salió apresuradamente del cuarto de Bosco, ligeramente sonrojado por lo que le acababa de decir, y marcando en su móvil el número de Wyn.

— Wyn, solo quería pedirte disculpas por mi reacción de antes. Bosco me lo ha explicado todo, espero que no estés molesta conmigo. — Después de varias llamadas sin respuesta, Walter decidió dejarle un mensaje en el buzón de voz.

***

Wyn no daba crédito a lo que acababa de pasar. Ella besando a Bosco, Walter y su mirada clavada en ella.

Llegó a casa con tiempo antes del entreno, pero le vino bien empezar con antelación para quitarse toda la tensión que se le había acumulado esa tarde. El entrenamiento le salió bordado. Tenía la adrenalina por las nubes, así que fijó con más precisión sus objetivos y consiguió una certeza absoluta al lanzar los cuchillos.

Después de darse una ducha, recibió una llamada perdida de Walter y un mensaje de voz: quería que se pasara por su casa, y así lo hizo.

— ¡Walter ya estoy aquí! — Pasó al salón, recordando lo que había pasado horas atrás, y se sentó en una vieja butaca aguardando a ver a Walter bajar las escaleras.

— ¿Wyn qué tal? ¿Todo bien? Me alegro.

— ¿Te pasa algo Walter? Te noto nervioso.

A Wyn le hizo cierta gracia ver a su vecino tan agitado y despojado de su usual fachada chulesca. Notó que se había arreglado más de lo normal; olía diferente, se le veía cambiado y con brillo en los ojos.

— La verdad — dijo llevándose una mano a la cabeza y pasándose el pelo entre los dedos — , es que quería comentarte algo Wyn. Durante este corto periodo de tiempo me he dado cuenta de que eres una persona muy especial, y quería decirte que me... bueno que...

Un estallido le impidió escuchar las últimas palabras de Walter. Se apresuraron a salir a la calle y a Wyn se le encogió el estómago. El coche de su padre yacía con el morro hundido contra una farola enfrente de la casa. Un denso humo blanco se escapaba entre los huecos del capó, que la farola había comprimido y levantado casi sin provocar daños en la misma, como si de papel se tratase. Un brazo asomaba por la puerta semiabierta del conductor. Wyn se abalanzó sobre el coche, pero Walter la asió del antebrazo y la abrazó contra él fuertemente.

Lo que pasó a continuación estaba bastante borroso para Wyn. Un equipo de paramédicos sacó al herido con éxito y lo trasladaron al hospital urgentemente dado su grave estado. Walter y su hermana la metieron en el coche y la llevaron al hospital detrás de la ambulancia. No recordaba haber mantenido ninguna conversación durante el trayecto; tampoco haber gritado o llorado, solo recordaba un confuso y largo silencio.

Al llegar al hospital y ver a su padre tendido en la camilla, donde parecía frágil e indefenso, se quedó helada. El médico les explicó que todo indicaba a que se había quedado dormido mientras conducía, debido al largo trayecto que había realizado; estaba en un coma temporal, pero estaba estable.

Wyn le pidió a Walter que la llevase a casa a por algunas de sus pertenencias. Quería pasar la noche a la vera de su padre, pero sabía que él nunca se hubiese quedado dormido en la carretera, al igual que sabía que sus viajes no siempre eran de trabajo. Desde que su esposa murió, la mayor preocupación de Noah Emerson era averiguar más sobre los poderes de su pequeña. Por ello, realizaba innumerables viajes e investigaciones, para conocer a los seres más extravagantes y peligrosos, que tal vez le proporcionarían respuestas. Al llegar, Walter la aguardó en el coche mientras ella recogía algunas de sus pertenencias. Después de coger algunas prendas para su padre y para ella, consultó un libro llamado Sanación de heridos a través de la magia interna, y lo ocultó bajo la ropa.

— Ya podemos irnos Walter –dijo mientras cerraba la puerta de su casa y se subía al coche.

— Ah, ¿qué es lo que me querías decir antes?

— Nada — le respondió Walter sonriendo, recordando su fallida declaración de amor — Puede esperar, tranquila — se dirigieron de vuelta al hospital, en silencio.

***

Esa noche, cuando Wyn se quedó a solas con su padre, abrió el libro y consultó los remedios. Tardó lo que le pareció una eternidad, pero al final encontró el adecuado. Hacía falta mucha energía para realizar ese hechizo, pero tenía que intentarlo; sabía que la medicina tradicional no le salvaría, y que sin su ayuda no saldría del coma. Le cogió la mano a su padre y concentró toda su energía en un punto de su mente; cuando pudo ver una zona luminosa, la hizo salir hacia el brazo, pasando así por el de su padre. Pudo ver cómo se le iluminaban las venas por un momento; al instante siguiente se desmayó y su cabeza dio contra el suelo.

— Buenos días, pequeña. — Walter la observaba desde el sillón azul grisáceo que había junto a la cama — Parece que le estás cogiendo el gusto a eso de desmayarte ¿Te encuentras bien? — le preguntó mientras se acercaba y le apartaba unos mechones de pelo de la frente, lo que hizo que Wyn se estremeciera por dentro. A pesar del tono irónico en su voz, Walter parecía realmente preocupado por ella — Tu padre enseguida viene.

— ¿Mi padre ya se ha recuperado? — dijo incorporándose tan rápido que trastabilló, y Walter preocupado la sujetó del brazo y la ayudó a sentarse otra vez en la camilla.

— Walter estoy bien, déjame.

— Pero el médico ha dicho... — Wyn dejó de prestar atención a las advertencias de Walter, y le ignoró mientras rebuscaba en su bolsa la ropa que había traído, comprobando que su padre había vuelto a esconder el grimorio.

— Aquí está mi hijita. Vaya susto nos has dado. — Noah apareció por la puerta ya vestido con la ropa que Wyn le había traído, y mientras la abrazaba le susurró al oído — No sé cómo lo habrás hecho. Gracias por todo, pero no quiero que arriesgues tu vida por mí.

— Yo tampoco quiero que lo hagas por mí — le respondió ella.

— El médico me ha dicho que solo has tenido una bajada de tensión. Por otra parte, está impresionado con mi rápida sanación, y no se explica por qué ya no me queda ni un rasguño, cuando ayer parecía una acelga. — A Noah se le escapó una leve risa — En cuanto te den el alta, vete a casa. Tengo que rellenar unos impresos, pero nos reuniremos allí en cuanto acabe — le dio a su hija un beso en la frente y se dirigió hacia recepción.

***

Llegaron al porche de su casa al atardecer; Walter apagó el motor y dudó un momento, pero al cabo de un instante empezó a hablar.

— Oye Wyn, sé que han pasado muchas cosas en los últimos días, pero necesito que sepas una cosa. Ya sabes que te dije que eras una persona muy especial, y además he tenido la oportunidad de conocerte…

— Walter ¿qué es lo quieres decirme? — Wyn comenzaba a impacientarse. Seguía cansada después del esfuerzo del hechizo, y solo tenía ganas de llegar a casa y descansar un poco; pero al cabo de unos segundos de silencio, Walter dijo algo que le dejó sin aliento.

— Me gustas Wyn. Estás en mi cabeza a todas horas. Solo puedo pensar en cuando nos volveremos a ver, y cuando te vi el otro día con Bosco yo...

Wyn nunca estará segura de si fue por la tensión acumulada de los días anteriores, o el tiempo que había esperado ese momento; no sabía lo que le impulsó a hacerlo, pero se inclinó y lo besó. Fue el mejor beso de la historia, de su historia.

Ladrones de Sueños

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