Читать книгу Ladrones de Sueños - Lucía Irene López Ripoll - Страница 17

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7. MISTERIOSOS REENCUENTROS

Solo temo reencontrarme con una persona, la que hizo que todos mis sueños giraran en torno a ella.

Habían pasado unos días desde aquel inesperado beso en el coche. Wyn se sentía confusa respecto a Walter y ella; ahora las cosas eran extrañas. Dada la situación Wyn había empezado a evitarle, sabiendo que no era lo correcto y que no podía hacerlo eternamente, pero no cambiaría hasta tener claro lo que quería que ocurriera entre los dos. Aun así Walter había conseguido su objetivo, acercarse a Wyn, quizás demasiado. Temía haberse enamorado de ella a pesar de las advertencias de su hermana. Sabía que tenía que alejarse de ella, pero no se veía capaz de hacerlo.

Fue a verla a la mañana siguiente. Wyn se encontraba sentada en su porche enrollada en una manta, leyendo. Él se acercó y le tendió una taza de té caliente que acababa de preparar en su casa. Luego se sentó a su lado y la observó durante un largo rato.

— ¿Quieres venir al baile conmigo? — le preguntó Walter, rompiendo el silencio.

— ¿Disculpa? — Wyn se atragantó con el té y le miró perpleja. Unas gotitas de la bebida se habían derramado en una página del libro, lo que provocó que las letras se difuminaran levemente.

— En mi instituto hay un baile — dijo secando cuidadosamente la página — Es tradición llevar a una pareja a ese baile, y creo que tú eres la indicada.

— Claro. — Wyn continuaba un poco confundida — Me encantaría ir al baile contigo, Walter.

A Wyn le dio la sensación de que ya no había mucho sobre lo que reflexionar. Parecía que la relación se estaba definiendo sola, sin embargo, no sabía lo que ir a ese baile

significaba. Después de aceptar la invitación de Walter, comenzó a probarse sus vestidos, sin éxito, y se puso el colgante que este le había regalado por su cumpleaños. Walter le había dicho que tenía que ausentarse unos días debido a unos asuntos familiares. No le había dado muchos detalles, y tampoco ella había querido insistir, ya que no parecía cómodo con el tema.

Aquella noche Wyn no logró conciliar el sueño. El collar ardía contra su pecho, dejándole una pequeña marca rojiza en la piel, mientras que esos ojos misteriosos se le aparecían una y otra vez en la oscuridad. Al despertar a la mañana siguiente, se miró al espejo, advirtiendo que la marca del cuello provocada por el collar era una especie de quemadura, y decidió quitárselo durante algunas horas para que se le calmase la herida.

— – Haces bien en quitártelo. Es más, si aceptas consejos, yo no me lo volvería a poner.

Wyn se giró sobresaltada y se le heló la sangre. De él eran esos ojos que se le aparecían todas las noches, y suya era la voz melodiosa y seductora que escuchaba.

— Hola, Wyn. Después de tanto tiempo, sigues tan hermosa como siempre — apuntó con una sonrisa maliciosa.

— ¿Qué haces tú aquí? — Wyn todavía no salía de su asombro.

— Vaya, en otros tiempos incluso te dignabas a saludarme. — En su voz se percibía una falsa indignación. El joven rompió su perfecta postura y se dispuso a andar por la habitación con elegancia. Wyn decidió calmarse y seguirle el juego.

— Hola, Morfeo. ¿Dónde has estado todo este tiempo? — le dijo con una sonrisa forzada.

— Oh, ya sabes. Por aquí y por allá, un poco por todas partes — le respondió a Wyn con poco interés mientras examinaba los objetos de la habitación.

— ¿Por qué has vuelto?

— Porque necesitas mi ayuda, y yo estoy aquí para dártela. — Wyn se sorprendió al oír esa respuesta.

— ¿Quién te ha dicho que yo necesite tu ayuda? Es más, las cosas me van muy bien desde que te fuiste. — Morfeo se situó a sus espaldas, y un escalofrío la recorrió cuando le susurró al oído.

— Estás en peligro Wyn, y el peligro está muy cerca. Si no te protejo yo, nadie lo hará.

— Puedo protegerme sola — notó como Morfeo sonreía, y acto seguido se desvaneció. Wyn no sentía miedo, pero sabía que algo no iba bien. La marcha de Walter, el regreso de Morfeo... no lograba encontrarle sentido. En su cabeza se repetía una frase una y otra vez: “Si no te protejo yo, nadie lo hará”.

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