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Figura 1.2


Fuente: Adaptado de Naciones Unidas, A Global Compact for Development (2010).

Estas dos tipologías aportan una visión sintética de las dimensiones de la RSE y sirven para tener una mirada integral de la evolución de la RSE y para contar con un modelo de acción.

A continuación, y como base para la reflexión del lector sobre su propio caso, presentaremos potenciales de incoherencias y sus causas.

Casos y causas de incoherencias entre los enfoques de RSE y la responsabilidad de la empresa. Hay al menos tres casos en los cuales una empresa puede seguir al pie de la letra los enfoques mencionados hasta aquí y, sin embargo, ser socialmente irresponsable.

El primer caso es el de empresas que cuentan con fondos destinados a causas sociales, pero sus actividades relacionadas con el corazón de su negocio no contribuyen positivamente a la sociedad en términos humanos, sociales o ambientales. Piénsese en empresas que ubican parte de su cadena de valor en países emergentes exclusivamente por razones de costos o en empresas cuyas actividades impactan negativamente en la salud de las personas, en la ecología humana o ambientes propicios para el desarrollo humano o en la ecología ambiental.

Un segundo caso es el de empresas cuyas actividades de RSE están directamente relacionadas con el corazón del negocio, pero que, por carecer de criterios directivos claros, magnifican en vez de disminuir el desafío social que quieren solucionar. Compárese, por ejemplo, las acciones y fondos destinados para la lucha contra el sida con los resultados logrados en términos de caída de la tasa de prevalencia en distintos países de África (continente en el cual tanto la tasa de prevalencia como de muertes acapara más del 70% mundial), como Uganda, Kenia, Zimbabwe y Suazilandia.

Finalmente, un tercer caso es el de estrategias de marketing que, en el fondo, buscan maximizar la utilidad de la empresa. Y es así como surgen nuevas regulaciones para controlar que lo que la empresa anuncia coincida con la realidad.

A continuación, proponemos, como criterios integradores y superadores de la RSE, y como paso previo a la transición hacia el desarrollo integral con foco en la inclusión laboral, definir primero la misión o finalidad de la empresa y, luego, la relación entre esta finalidad y su desarrollo y foco.

La misión o finalidad de la empresa como criterio integrador. La misión de una organización es su razón de ser, lo que le da sentido. Actualmente no existe consenso sobre la misión de la empresa ni, por lo tanto, sobre cuál es su rol en la sociedad, siendo esta una de las causas que, ante el cuestionamiento de la orientación exclusivamente económica de la empresa, potenció la idea de RSE como solución.

Esta situación ha llevado a varios académicos a reflexionar sobre la misión de la empresa y a sentar las bases para una nueva teoría de la empresa. Por ejemplo, en el mundo anglosajón, autores como Ghoshal (2005) establecieron los principios para una nueva teoría de la empresa en línea con los trabajos de Barnard (1939), Selznick (1957), Drucker (1957; 2000), Preston (2002), entre otros28. En la literatura hispánica, estos temas son investigados por académicos como Pérez López, Carlos Llano, Martínez-Echevarría, Elegido, Melé y Alvira, entre otros29. En particular, y dado el énfasis actual en los resultados, es inspiradora la propuesta de que lo “propio de la empresa, lo que la define o constituye, nunca puede ser un resultado concreto, sino un modo de ser y actuar”30.

A fin de continuar estableciendo acuerdos conceptuales con el lector, tomaremos las definiciones de “empresa” y de “fines de la empresa” de las tendencias anglosajonas y latinas mencionadas, y las relacionaremos con la RSE. Estas tendencias pueden ser encuadradas dentro de una corriente amplia que denominaremos aristotélico-tomista, dada la armonía de los principales postulados de estas corrientes con las premisas sobre las personas y las relaciones entre estas, planteadas por Aristóteles y Santo Tomás31.

Empresa: comunidad de personas que cooperan para la creación y distribución de riqueza, la satisfacción de necesidades reales a través de la provisión de bienes y servicios y el propio desarrollo personal, contribuyendo de esta manera no solo a su propia continuidad, sino también a la sustentabilidad de las comunidades y del medio ambiente en el cual realiza sus actividades.

En esa línea, para que un conjunto de personas se coordine, es necesaria antes la cooperación y la colaboración entre sí. Cooperar es operar en conjunto. Hay cooperación porque de esa manera se logran no solo mejores resultados, sino, especialmente, relaciones y resultados que no se lograrían operando de manera aislada32.

9. Misión o finalidad de la empresa y su relación con la RSE

De esta definición de empresa se desprende que es una institución que trasciende a las personas que la integran y que persigue cuatro finalidades:

1. La creación y distribución de riqueza o valor añadido.

2. La provisión de bienes y servicios que satisfagan necesidades reales.

3. El desarrollo de las personas que se relacionan con la empresa, empezando por quienes trabajan en ella.

4. La sustentabilidad en el tiempo y en el contexto (comunidad y medio ambiente en el que opera).

A partir de este concepto de empresa y de su misión o finalidad, podemos apreciar cómo este criterio permite no solo integrar, sino superar y dar sentido a la RSE.

Desde el punto de vista de la relación de la RSE con los fines específicos de la empresa, podemos afirmar que la empresa es socialmente responsable cuando33:

• Es eficiente (relación medio-fines) y eficaz (grado de alcance de los objetivos) en la creación de valor económico y lo distribuye entre las personas u organizaciones que contribuyeron a generarlo.

• Satisface demandas necesarias y reales de sus clientes, y lo hace a través de una mejora continua de sus productos y servicios.

• Crea las condiciones para el desarrollo de las personas que la componen produciendo un efecto multiplicador de la acción social de cada una de ellas.

• Impacta positivamente en la sociedad en la que opera, principalmente generando confianza y respetando el medio ambiente.

El cumplimiento de la misión, la responsabilidad básica de la empresa, puede tener inicio prioritario en el criterio de proximidad e incidencia. Este criterio se basa en las relaciones que se dan en las comunidades de carácter primario (familia, escuela, parroquia, clubes, comunidades locales) y establece que “un bien resulta tanto más valioso cuanto más próximo se encuentra a la persona y con mayor profundidad incida en ella”34.

Aplicando este criterio a la misión de la empresa, podríamos priorizar las acciones y responsabilidades empresariales en dos niveles.

El núcleo o primer nivel son las acciones y responsabilidades primarias, es decir, las relacionadas con aquellas acciones tendientes al alcance de las cuatro finalidades específicas de la empresa, empezando por las personas, pasando por las organizaciones y comunidades locales, y finalizando en las organizaciones y comunidades más allá de lo local que se encuentran alcanzadas directamente por las acciones empresariales. El criterio de proximidad e incidencia es aplicado tanto desde el punto de vista de las personas como del geográfico. Estas acciones incluyen la consideración de aspectos negativos en el desarrollo de las actividades, que no solo están centradas en la intencionalidad de los directivos (por ejemplo, realizar acciones con transparencia para alejarse de ocasiones de fraude), sino también en la consideración de efectos colaterales o externalidades negativas previsibles (por ejemplo, la contaminación visual o ambiental en la localidad en la que opera la empresa).

En un segundo nivel se encuentran las acciones y responsabilidades que la empresa puede realizar si cuenta con el tiempo y los recursos una vez realizadas las acciones del primer nivel. En este caso es difícil establecer prioridades, pero nuevamente el criterio de incidencia debe guiar prudencialmente el accionar directivo. Por ejemplo, dentro de las acciones por priorizar, según el contexto en el que se encuentre la empresa, se encuentran hacer partícipes a los empleados y dueños de la mayor disponibilidad de tiempo o beneficios que contribuyeron a crear, incrementar la proporción de fondos destinados a alinear la libre iniciativa de directivos y accionistas con causas sociales empezando con la comunidad local, reinvertir los excedentes a fin de crear más empleos, y destinar recursos a aquellas actividades en las que la empresa tiene la cultura o capacidades para satisfacer necesidades sociales específicas. En este último punto hay empresas que han desarrollado una cultura y capacidades directamente relacionadas con la disminución de la pobreza, la nutrición infantil, la inclusión laboral de personas con capacidades disminuidas, el cuidado del medio ambiente y la participación comunitaria, y, por lo tanto, podrían dedicar tiempo y recursos a estas áreas más allá de sus responsabilidades primarias.

La relación entre la misión de la empresa y el desarrollo integral como criterio integrador se focaliza en considerar a la empresa como realidad política.

“La RES plantea de qué manera la empresa –y los hombres de empresa– definen y establecen su relación con la sociedad (mercado, gobierno, sociedad civil, proveedores, clientes y empleados) en la cual y para la cual trabajan”35.

La naturaleza política de la empresa la podemos descubrir al menos por dos vías: la empírica y la conceptual.

Desde el punto de vista empírico, la naturaleza política se puede percibir en el hecho de que varias empresas manejan un capital equivalente al producto bruto interno de países enteros. A esto se suma el hecho de que, en muchos casos, las empresas son organizaciones internacionales que operan en diversos países y que tienen la capacidad de cambiar la vida de comunidades que viven de la radicación de una empresa en su localidad36. Además, así como con la Revolución industrial el rol de la familia en la economía fuera reemplazado por la actividad empresarial, en el siglo xx el proceso de globalización hizo que la dimensión económica y empresarial cobrara más peso que la dimensión política en sentido estricto (es decir, gobierno), debido a que, a diferencia de las empresas, no existen gobiernos multinacionales37.

Esta proactividad positiva de la empresa para influir en su entorno es clave. La empresa y la sociedad se imbrican mutuamente: si las instituciones de una sociedad son débiles, no surgirán empresas sólidas; y viceversa, si la empresa no influye positivamente en la sociedad, esta no logrará estados de desarrollo que su potencial le permitiría alcanzar. El desarrollo de dicho potencial es una tarea de los empresarios. Como sostienen Polo y Llano, “velar por el entorno del que depende y sobre el que actúa constituye el aspecto de la dirección de más marcado carácter político”38.

Es así como, desde el punto de vista conceptual, se puede apreciar la naturaleza política de la empresa a través del concepto de “bien común”. Este puede ser definido como “conjunto de aquellas condiciones de la vida social, con las cuales los hombres, las familias y las asociaciones pueden lograr con mayor plenitud y facilidad su propia perfección”39. El bien común implica el bien de todos y cada uno de los que conforman el conjunto, la sociedad en nuestro caso. La empresa tiene fines particulares y, a la vez, fines generales (sociales, culturales, humanos, políticos), ya que, como organización humana, está inserta dentro del bien común de la sociedad en la que se encuentra.

La dimensión política de la empresa implica, entonces, que los dirigentes de empresas pueden ser considerados “dirigentes de la sociedad”. Ello significa que el empresario debe preguntarse si su actividad ayuda a desarrollar el bien común y la consecución de ideales valorables, en orden a contribuir a la estabilidad, al fortalecimiento y a la armonía de la sociedad. En resumen, la empresa tiene que ser un factor real de desarrollo humano, lo cual supone la libertad del empresario, una actitud ética frente al entorno y una vocación por la excelencia en los planos económico, sociocultural y político.

La visión política de la empresa como criterio superador de la RSE aporta el conocimiento del sentido de la relación recíproca entre la empresa y la sociedad en la que realiza su misión. Cuando no se considera esta dimensión esencialmente política de la empresa, es fácil caer en el individualismo competitivo, lo que torna difícil que la empresa desarrolle relaciones de colaboración a distintos niveles. Y, para poder actuar colaborativamente y lograr un desarrollo sostenido, son necesarios ciertos hábitos (valores y virtudes), que se adquieren y fortalecen obrando.

Además de las aportaciones de desarrollo de personas y de creación y distribución de riqueza mencionados anteriormente, las siguientes son aportaciones empresariales que resaltan la naturaleza sociopolítica de la empresa y, por lo tanto, fortalecen el criterio de relación entre la misión y el desarrollo integral:

• Su capacidad técnica para resolver problemas socioeconómicos. Efectivamente, las empresas cuentan con personal instruido y capacitado, y con expertise para la dirección de personas y la administración de recursos materiales que pueden aportar conocimiento y experiencia en el ámbito público.

• La capacidad de cohesión humana y social que logra este tipo de organización, en función, en primer término, de su condición de dadora de empleo y posibilitadora de inclusión, pero también en su relación con los más diversos stakeholders (desde esos mismos empleados, pasando por la multiplicidad de proveedores, hasta el Gobierno local y las instituciones intermedias).

• La natural cooperación público-privada e interempresarial que las empresas realizan comúnmente en función de sus actividades, fomentando la participación, el diálogo y el consenso entre las partes.

• La posición de institución intermedia y, por ello, privilegiada, que la empresa posee en relación con el Estado y la comunidad civil40.

• El carácter formativo y sociocultural con que cuenta, en principio, a través de la capacitación de recursos humanos, pero también alrededor de otros intereses comunes a la sociedad, como pueden ser el cuidado del medio ambiente o el fomento y el estímulo a la educación en el ámbito local.

En síntesis, sobre la base de los criterios provistos por Aristóteles y continuados por Tomás de Aquino, la empresa es receptora de las demandas sociales de participación y cooperación. La perspectiva aristotélica-tomista lleva a ver a la empresa como comunidad dentro de la sociedad. Surgen en la sociedad, se nutren en la sociedad y proporcionan bienes y servicios a la comunidad. Por ello, lo razonable es que la empresa contribuya con el bien común de la sociedad.

28. Ver Ghoshal (2005), Ghoshal y Moran (2005), Rocha y Ghoshal (2006:586; 596). Para una revisión y propuesta, ver Cortright y Naughton (2002), Handy (2003), Rocha (2008).

29. Ver Pérez López (1993), Llano (1994; 1997), Elegido (1998), Martínez-Echevarría (2005), Alvira (1999).

30. Martínez-Echevarría (2005:300).

31. Para un análisis detallado de las premisas de distintas corrientes sobre la naturaleza humana, las relaciones interpersonales y las organizaciones, consultar las referencias anglosajonas y latinas mencionadas anteriormente, además de las fuentes de información mencionadas en este capítulo. El capítulo 4 retomará el tema de las premisas, pero aplicado a los paradigmas existentes para la transición de la RSE al desarrollo integral local.

32. Nahapiet, Gratton y Rocha (2005), Rocha y Ghoshal (2006).

33. Llano (1994), Rocha (2006; 2008).

34. Llano (1994:42).

35. Paladino (2004).

36. Paladino (2004).

37. Alvira (1999).

38. Ver Polo y Llano (1997).

39. Juan XXIII (1963).

40. Paladino y Delbosco (2010).

Desarrollo integral sustentable

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