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Capítulo 5

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AMBER, perpleja, no se movió. ¿Casarse con Marco Salzano? Después de unos segundos, consiguió graznar:

–¡No es posible que hable en serio!

–No hago proposiciones matrimoniales de broma –contestó Marco–. Hablo completamente en serio.

Un súbito frío recorrió el cuerpo de Amber. Marco Salzano no se había enamorado de ella, estaba sugiriendo una solución a un problema que no tenía solución, una monstruosa solución. Y ella era el animal a sacrificar.

–Esto es… un chantaje –dijo Amber.

Marco frunció el ceño.

–Es una negociación. Usted puede negarse, pero ésa es mi oferta.

–¿Un matrimonio de conveniencia y un niño para sustituir a otro?

–Está enfadada. ¿Por qué?

–¿Que por qué? –enfadada era lo mínimo que estaba–. ¿Qué esperaba, que me sintiera halagada?

Marco enderezó la espalda con gesto ofendido.

–No es ningún insulto pedir que se case con un Salzano.

–¡Usted no me lo ha pedido, me lo ha exigido! A cambio de…

–De renunciar a mi hijo –Marco se mantuvo inamovible–. No creo que sea un precio excesivo.

–¡No es su hijo! –exclamó ella, inclinándose hacia delante para dar énfasis a sus palabras.

–Eso no lo sé. Sin embargo, si acepta mi oferta, le juro que renunciaré a él, a excepción de portarme con él como un tío cariñoso. ¿Está bautizado?

–¿Qué?

–¿Que si tiene padrinos? Me gustaría…

–¡Sí! –respondió ella inmediatamente–. Yo soy la madrina y el padrino es el hermano de Rickie.

–En ese caso, seré un padrino honorario si acepta casarse conmigo.

–¡No voy a casarme con usted! ¡Está loco! Búsquese a otra yegua.

Amber empujó su silla hacia atrás, agarró su bolso y las llaves, salió al vestíbulo y después a la calle, donde encontró una fila de taxis esperando clientes. Después de meterse en uno, descubrió que Marco la había seguido y que estaba a su lado antes de que le hubiera dado tiempo a cerrar la puerta.

Instintivamente, Amber se apartó de él y dijo:

–¡Salga de aquí! –pero sus palabras fueron ahogadas por las de él, dándole al taxista la dirección de la casa de ella.

Por fin, rindiéndose, Amber se abrochó el cinturón de seguridad e intentó pensar racionalmente. ¿Podría ella, en secreto, tomar una muestra de la saliva de Benny y llevarla a que le hicieran la prueba de ADN? ¿A espaldas de Azure y en contra de su voluntad?

¿Y si resultaba ser hijo de Marco?

Tras lanzar una disimulada mirada al perfil de Marco, comprobó su expresión de determinación. Lo que él le había dicho no había sido producto de un capricho pasajero, había reflexionado sobre el asunto y había tomado una decisión con frialdad y lógica, sopesando los pros y los contras.

De repente, sintió ganas de gritar. Sentía un enorme peso en el pecho que no podía describir ni comprender. Seguía enfadada, furiosa, y no quería admitir que su enfado se debía a un profundo y oculto dolor.

Cuando llegaron a su casa, Amber ni siquiera intentó impedirle que entrara. Encendió la luz del cuarto de estar, dejó el bolso en una de las cajas rojas que hacían de mesas auxiliares y se volvió para enfrentarse a Marco. No se sentó ni le invitó a él a hacerlo.

–No es posible que espere que deje mi casa, mi familia, mi trabajo e incluso mi país.

–No necesitará trabajar. Su familia podrá ir a verla tantas veces como quiera, yo pagaré los viajes. Y podrá volver aquí cuando lo desee… después de darme un hijo.

–¿Y dejar a mi hijo con usted? –jamás haría una cosa así. Incluso echaba de menos a Benny cuando pasaba una o dos semanas sin verle.

Marco se encogió de hombros.

–Será su elección. En mi religión, el matrimonio es para toda la vida, pero yo jamás la obligaría a quedarse ni la prohibiría que viera al niño, o niña, cuando quisiera.

–¡Qué generoso!

–Quizá… más de lo que cree.

–¿Y si yo no pudiera tener hijos? –preguntó Amber.

Marco frunció el ceño.

–¿Hay algún motivo por el que piense que no puede?

–No –admitió Amber–. Pero, a veces, ocurre.

–En ese caso, se vería qué se puede hacer. Le advierto que me enteraría si tratara de engañarme deliberadamente.

Amber no podía creer que estuvieran manteniendo esa conversación. No podía casarse con él. Eso no era asunto suyo.

Entonces, pensó en Benny y en cómo se le iluminaba el rostro cuando estaba con sus padres. Y también pensó en sus propios padres y en lo mucho que querían a su nieto. Toda su familia quedaría destrozada si Marco se llevara al niño a Sudamérica. Y también la familia de Rickie, que era muy extensa.

–Tiene que haber otra solución –murmuró ella.

–Sabe que es la única solución –viéndola morderse los labios, Marco se le acercó–. No castigue a su preciosa boca de esa manera.

Amber interrumpió la involuntaria acción.

El dedo pulgar de Marco le acarició los labios suavemente. Después, le alzó la barbilla y la besó con la misma suavidad. Fue un gesto tan tierno que ella tardó unos segundos en recuperar el sentido y dar un paso hacia atrás mientras sentía un extraño cosquilleo en todo el cuerpo.

–No será tan terrible –dijo él con voz seductora–. Le prometo que seré un amante considerado. Mi hogar es cómodo y tengo empleados, y mi país es muy hermoso. No carecerá de nada.

Amber era consciente de la enorme diferencia que había entre sus estilos de vida.

–Jamás me acostumbraría.

–Le aseguro que mi familia la recibiría con los brazos abiertos. Mis hermanas no hacen más que insistir en que me case.

–¡Basta! –gritó ella llevándose las manos a las sienes y cerrando los ojos momentáneamente.

–Si necesita tiempo para pensarlo, esperaré –dijo él.

Entonces, capturó la boca de ella con la suya suavemente. Después, Marco se apartó de ella y, agarrándole las manos, se las besó y, al momento, las soltó.

–Pero no esperaré demasiado –añadió él.

Y tras esas palabras, Marco se dio media vuelta y se marchó.

–Ese hombre está loco –dijo Amber en voz alta una vez que se encontró sola.

Y ella también estaba loca por considerar la posibilidad de marcharse a Venezuela, pensó Amber mientras se dirigía al cuarto de baño. Allí, se echó agua fría en el rostro.

Aquella noche no logró dormir, soñó despierta con estar casada con un hombre que, con sólo mirarla, la hacía consciente de su feminidad de un modo nuevo para ella y que la hacía temblar de placer con un simple roce de sus labios.

«El sexo no dura mucho», se dijo a sí misma en silencio antes de recordar que el interés sexual de ese hombre por ella se limitaba a hacerla concebir.

Al día siguiente después de salir del trabajo, Amber pasó un par de horas en un bar cercano con unos compañeros de trabajo celebrando la conclusión del último proyecto en el que habían trabajado. No obstante, no logró dejar de pensar en Marco y en su proposición.

Después de tomar un par de copas de más, Amber tomó un autobús y se fue a su casa.

El teléfono estaba sonando cuando abrió la puerta.

El exceso de alcohol la hizo más impaciente y menos tolerante con su hermana, la responsable de que se encontrara en el apuro en el que estaba.

–Marco me ha pedido que me case con él –le dijo Amber a su hermana.

–¿Qué? –gritó Azure–. Amber, la broma no tiene gracia.

–No es una broma. Quiere que le dé un hijo.

–No es posible que te lo haya dicho en serio.

–¿Por qué no? Le parezco guapa y… la verdad es que él a mí también.

–¡No puedes casarte con él, Amber! ¡No voy a permitirlo! ¿Es que no te das cuenta de que el único motivo por el que te lo ha pedido es para estar cerca de Benny? ¿Qué es eso de que quiere que le des un hijo?

–Venezuela no está cerca de Nueva Zelanda –respondió Amber irritada–. Bueno, dime, ¿quieres hacerle la prueba de ADN a Benny?

–¿Qué tiene eso que ver con lo que me estás diciendo? Te he dicho que jamás… –Azure hizo una pausa–. ¿Por qué me lo preguntas?

–Porque Marco ha dicho que jamás os molestará ni a ti ni a Benny si yo le doy un hijo.

Azure guardó silencio durante lo que pareció una eternidad. Por fin, dijo con voz temblorosa:

–No puedes casarte así con un hombre. Yo tengo la culpa de todo. Haré lo que tú quieras.

Azure parecía haberse dado por vencida y el enfado de Amber desapareció.

–Primero tendré que decírselo a Rickie –dijo Azure en voz baja–. No sé si nuestro matrimonio sobrevivirá, pero no puedo destrozar tu vida. De todos modos, gracias por todo lo que has hecho, Amber. Eres la mejor hermana del mundo.

–¡Espera! Azzie, os quiero mucho a ti y a Benny. Marco no es una mala persona. Tú no sabías que tenía una esposa y un hijo, ¿verdad? Los dos fallecieron.

–Eso es… terrible –dijo Azure–. Pero…

–No tomes ninguna decisión, espera a que yo te llame –dijo Amber.

Apenas había colgado el auricular cuando el teléfono volvió a sonar.

–¿Se encuentra bien? He estado llamando toda la tarde –le dijo Marco de inmediato.

–Estaba con unos amigos tomando una copa –respondió Amber, a pesar de que no le debía ninguna explicación a ese hombre.

–Muy bien.

–¿Qué es lo que quiere? –preguntó ella.

–Ya le he dicho lo que quiero, Amber –dijo él bajando la voz–. No puedo permanecer aquí mucho más tiempo.

–Espero que se dé cuenta de que lo que ha dicho es imposible y…

–Nada es imposible –le contradijo Marco.

–He hablado con Azure –confesó ella.

–¿Y qué ha dicho?

«Haré lo que tú quieras. ¡No puedes casarte con él, Amber!». Pero Amber recordó el temblor en la voz de su hermana, su vulnerabilidad…

Tras respirar profundamente, Amber contestó:

–Ha dicho que no va a someter al niño a la prueba de ADN.

Se hizo un prolongado silencio. Después…

–¿Tiene pasaporte en regla?

–Sí –Amber tragó saliva.

–Hoy mismo he solicitado los papeles necesarios para que nos casemos, supongo que los tendré en tres días. También estoy arreglándole un visado para que pueda entrar en Venezuela, que estará listo en unos días más, después de que usted rellene unos formularios y presente el certificado de nacimiento. Digamos que podríamos casarnos dentro de una semana.

Sintiéndose como si se encontrara en un universo paralelo, Amber contestó:

–Usted… no pierde el tiempo.

–Como ya le he dicho, no puedo seguir aquí mucho más.

–Estoy dispuesta a acompañarle a Venezuela, pero creía que podríamos casarnos allí; después de… en fin, después de conocer a su familia y conocerle mejor a usted.

–Podrá conocer a mi familia y a mí después de nuestro matrimonio. Es mucho más sencillo de esta manera para los trámites legales, es mejor que entre en Venezuela como mi esposa. Y no se preocupe de que yo exija mis derechos en contra de su voluntad. Sin embargo, tenemos que hablar de muchas cosas. ¿Podría ir a verla ahora?

–Me sorprende que me pida permiso –confesó Amber.

–Estaré en su casa dentro de quince minutos.

–¿Cómo voy a decirles a mis padres que voy a casarme con un hombre al que acabo de conocer y que vive en el otro extremo del mundo? –dijo Amber, de pie junto a la chimenea del cuarto de estar–. ¡Y la semana que viene!

Marco tampoco se había sentado. La miraba a una distancia de dos metros, sus ojos fijos, implacables, fijos en ella.

–Dígales que ha sido un flechazo –sugirió él–. Que no podemos estar separados y que yo estoy ansioso por presentarla a mi familia.

–¡No! No voy a hacer eso. Además, nunca me creerían.

–En ese caso, no les diga que nos vamos a casar. Dígales que va a venir conmigo de visita y con el fin de que nos conozcamos mejor, como usted dijo antes. Ya les dirá lo que quiera después.

–¿Está pidiéndome que mienta a mis padres?

–Lo que les diga a sus padres es asunto suyo. Voy a pedir cita en el juzgado para que nos casemos. ¿Tiene alguna preferencia? ¿Por la mañana, por la tarde? No demasiado tarde, me gustaría tomar el avión ese mismo día.

–Me da igual –de repente, Amber empalideció visiblemente.

Marco, notándolo, le agarró los brazos y dijo:

–Será mejor que se siente.

Amber le apartó las manos.

–No quiero sentarme. No puedo creer que quiera hacer eso.

–No cambio de idea con facilidad –dijo Marco bajando la voz, con tono seductor–. Y espero que usted tampoco cambie de idea.

Y entonces, de súbito, la estrechó en sus brazos y la besó; esta vez, prolongada y concienzudamente.

Cuando Marco se separó de ella, murmuró:

–No tengo intención de hacerla infeliz, querida.

Sin comprender lo que le estaba pasando y como en una nube, Amber se preguntó cómo ese hombre podía hacerla derretirse con tanta facilidad.

Sabía que lo que debía hacer era decirle a Azure que no podía casarse con Marco y que sometiera a Benny a la prueba de ADN. Sin embargo, lo que dijo fue:

–Está bien, como usted quiera. Y ahora, por favor, déjeme sola.

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