Читать книгу Breve historia del cuento mexicano - Luis Leal - Страница 18
Resumen
ОглавлениеTratamos de limitar el cuento prehispánico a aquellos relatos no contaminados por la influencia europea. Hasta cierto punto esto es casi imposible, ya que fueron moldeados en un crisol europeo: la lengua española. Sólo en aquellos relatos que son una verdadera trascripción del pensar indígena, como los que encontramos en el Popol Vuh, en la Relación de Michoacán y en algunos de Tezozómoc, notamos ciertas características de estilo ajenas a los escritores españoles de la época. Los otros cronistas –aunque nacidos en la Nueva España– piensan en español y ven la vida prehispánica en forma objetiva, desde el punto de vista europeo. En sus relatos ya no es posible encontrar lo genuinamente americano.
Analizando los relatos mismos, inmediatamente saltan a la vista ciertas características prominentes. Es clara, en primer lugar, la transmisión que se llevó a cabo de pueblo en pueblo. En todos los grupos culturales encontramos, con pequeñas variantes, los mismos mitos y leyendas cosmogónicos. El origen de esta mitología nos parece autóctono, a no ser que más tarde se descubran rasgos de otros pueblos, ya orientales, ya indoeuropeos, ya africanos. El cuento tolteca y el maya-quiché son ricos en motivos mitológicos y sobrenaturales. En cambio, en el texcocano y el tlaxcalteca predominan los elementos humanos, los motivos históricos y los anecdóticos. El cuento azteca participa de las características de los pueblos que le precedieron, habiendo heredado sus tradiciones, ritos y ceremonias. Sobresalen también, en el azteca, los motivos sobrenaturales, fantásticos e inverosímiles, denotando el vigor imaginativo de este pueblo. Para el estudio del cuento entre los diferentes pueblos autóctonos, los siguientes cronistas (o crónicas) son los más útiles: el Popol Vuh y Landa para el cuento maya-quiché; De Alva Ixtlilxóchitl para el tolteca y el texcocano; De Sahagún, Durán y Tezozómoc para el azteca; Muñoz Camargo para el tlaxcalteca; la Relación de Michoacán para el tarasco y Burgoa para el mixteco-zapoteco.
En general, el cuento prehispánico es abundante, rico en colorido y en detalles, de exuberante fantasía y no inferior en calidad al de otros pueblos. Prueba de su vigor nos lo da el gran número de relatos indígenas populares que han subsistido y que los folcloristas comienzan a recoger.