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II. EL CUENTO EN LA NUEVA ESPAÑA

Comentario preliminar

La crítica literaria asegura que el cuento no se cultivó en la Nueva España. “Caso singular y extraño –observa González Peña–: el cuento, tan genuino, tan característico de la literatura castellana desde sus albores, no se escribió en la Nueva España.” La anterior observación la había ya hecho Castillo Ledón:

En vano he buscado en todas nuestras bibliografías algún indicio de que el cuento hubiera sido cultivado durante los siglos xvi, xvii y xviii. Apenas hubo en el curso de ellos uno que otro poeta que escribió fábulas sueltas, que jamás llegaron a publicarse en volúmenes; pues las de Ignacio Basurto, que fueron las primeras coleccionadas, no vieron la luz sino hasta 1802, y las de José Fernández de Lizardi en 1817.

Suponemos que los anteriores críticos se refieren al cuento como género independiente, y tal vez tengan razón, si excluimos las Novelas morales de Piña Izquierdo. Sin embargo, sería más acertado afirmar que sólo como género autónomo no se cultivó en la Nueva España. El cuento colonial mexicano hay que buscarlo, no en colecciones publicadas por separado, sino junto a las historias, crónicas y otros escritos de los conquistadores, religiosos y letrados que, aunque pasaban a las Indias con otros propósitos, siempre hallaban tiempo para escribir, tanto sobre los hechos de la conquista como sobre las costumbres, tradiciones y leyendas del pueblo conquistado. Las crónicas son, más que historias, libros de viajes por países maravillosos y relatos de aventuras tan extraños, a veces, como los de cualquier novela.

A. Conquista y colonización (siglo xvi)

El caudal de cuentos que encontramos en las crónicas del siglo xvi es riquísimo. Ya Torquemada lo había observado: “Ciertamente, que si hubiera de poner todas las cosas que en memoriales antiguos he hallado escritas (además de lo que yo tengo muy averiguado y visto) parecerían de libros de caballerías, donde no se pretende más que decir mentiras a montones”. (Monarquía indiana, i, 306). Estos relatos incrustados en las crónicas podrían clasificarse como fantásticos, sobrenaturales, humorísticos, históricos y populares. La actitud de credulidad característica del periodo es evidente por el gran número de milagros, supersticiones, visiones, profecías, hechicerías, encantamientos y alucinaciones que encontramos en los escritores de la época. Todo ello daba material para entretejer sorprendentes producciones.

Autores

Fray Toribio de Benavente o Motolinía (¿?-1568), franciscano, natural de Benavente, provincia de Zamora, llegó a la Nueva España en 1524. Se le deben dos obras principales, los Memoriales, publicados por vez primera en 1903, bastante desaliñados, y la Historia de los indios de la Nueva España (1541), dada a conocer íntegra por García Icazbalceta en 1858, más arreglada y pulida. La obra de Motolinía es valiosísima para el estudio de los años de formación de la Nueva España. “El autor –observa Prescott– corta bruscamente el hilo del asunto que inmediatamente le ocupa, cualquiera que sea, para dar cabida a una anécdota o acontecimiento que pueda ilustrar sus afanes eclesiásticos.” De esta naturaleza son la “Relación de la tempestad que destruyó y asoló de tres partes las dos de la ciudad de Quauhtemallan, según vino a México escripta en dos pliegos de papel, contando muchas particularidades espantosas y los españoles que murieron. Aquí va abreviada y sacada la sustancia de ella”, y la historia de la muerte del niño Cristóbal en la ciudad de Tlaxcala, tal vez los primeros cuentos que aparecen en la literatura mexicana.

Lecturas: Memoriales (México, 1903), pp. 226-231; Historia... (México, 1941), pp. 250-254.

Francisco Cervantes de Salazar (1514-1575), toledano, era ya autor conocido cuando pasó a la Nueva España. Su Crónica (1566) contiene interesantísimos relatos, entre los que sobresale el de Alonso de Ávila y el fantasma.

Lecturas: Crónica de la Nueva España (Madrid, 1914), Lib. vi, caps. v y vi.

Juan Suárez de Peralta (1535-¿?) es conocido como cronista por su Tratado del descubrimiento de Indias y su conquista… (1589), libro inédito hasta 1878, año en que Justo Zaragoza lo publicó, dándole el título de Noticias históricas de la Nueva España (Madrid). Suárez de Peralta nació en México, hijo de un conquistador. En 1579 llegó a España y no se sabe si volvió a su patria o si murió en el destierro. A pesar de la descompostura de su estilo, su candor y sencillez en el relato de los acontecimientos le dan al libro cierto atractivo. De interés son sus relatos sobre la monja hermana de los Ávila y su descripción de la conjura de don Martín Cortés.

Lecturas: “Suceso extraño de la hermana de Alonso de Ávila”, en Noticias históricas, cap. xxxix.

B. El Barroco (siglo xvii)

Todavía encontramos algunos cronistas que escriben durante el siglo xvii, entre otros Alva Ixtlilxóchitl, Torquemada, Burgoa y Vetancurt. Con excepción de Burgoa pertenecen, por el estilo, al siglo xvi. Burgoa, sin embargo, ya participa de las características de su tiempo: el gongorismo y el culteranismo. Este siglo barroco cuenta, además, con tres prosistas de renombre: Palafox y Mendoza, Sigüenza y Góngora y sor Juana. Los dos primeros intercalaron algunos cuentos y anécdotas en sus escritos. No así sor Juana, cuya prosa es exigua. A comienzos del siglo encontramos la primera novela mexicana, Los sirgueros de la Virgen (1620) de Bramón, lo mismo que las Novelas morales de Piña Izquierdo.

Autores

Juan Piña Izquierdo (ca. 1566-1643), “natural de Buendía, en Castilla, ejerció en Madrid el oficio de Notario de la Inquisición y habiendo pasado a Nueva España se avecindó en Puebla, donde fue notario apostólico y escribano real. Dio a luz varias obras en prosa, entre ellas sus Novelas morales, Madrid, 1624” (Pimentel, Novelistas, p. 276). No encontramos evidencia alguna que indique que Piña Izquierdo haya residido en Puebla, como aseguran Beristáin y los críticos que se valieron de sus noticias. Ninguno de los escritores contemporáneos de Piña menciona el hecho, como tampoco lo hace Nicolás Antonio. Cotarelo y Mori sí dice que Piña sería deudo de un padre jesuita, coetáneo y probador de algunos libros, que lleva exactamente su nombre. Conjetura Cotarelo que este padre jesuita sería tío de Piña. Y nosotros nos preguntamos: ¿sería este Juan Piña Izquierdo el que pasó a la Nueva España y publicó el libro Elegancias de escribanos que menciona Beristáin? Sea como fuere, lo cierto es que las Novelas de Piña no pertenecen a México, ni por el contenido, ni por la forma ni por el estilo. En cuanto al título, observamos que la colección de novelas cortas que Piña publicó en 1624 no se titula Novelas morales, como afirma Nicolás Antonio y lo repiten Pimentel y otros, sino Novelas ejemplares, y prodigiosas historias.1 Ya que muchas colecciones de novelas se titulaban “morales y ejemplares” sería fácil explicar el error –si acaso lo es– de Nicolás Antonio, pues dudamos que existan dos obras publicadas durante el mismo año por el mismo autor y con títulos tan semejantes.

Crítica: C. B. Bourland, The Short Story in Spain in the Seventeenth Century (Northampton, Mass., 1927), p. 108; Beristáin; Emilio Cotarelo y Morí, pról. a Casos prodigiosos y cueva encantada (1628); Novela por Juan de Piña (Madrid, 1907); Nicolás Antonio, Biblioteca Hispana Nova (Madrid, 1763), i, 713; Pimentel, Novelistas, p. 276; Jiménez Rueda, Historia, p. 76.

C. Neoclasicismo y sátira (siglo xviii)

El siglo xviii no es tan rico en cuentos y relatos. El pensamiento de la época se orienta, más bien, hacia la historia, la crítica y la filosofía. Entre los prosistas encontramos, además de los historiadores y los filósofos –Veytia, Cavo, Clavijero, Alegre, Díaz de Gamarra, Alzate, Bartolache, etc.–, a fray Juan Villa y Sánchez (169-175), poblano, autor de El muerde quedito (1714),2 “opúsculo” –según Beristáin– muy apreciable en el que el autor satirizó con sumo ingenio y gracia los defectos e intrigas; de un capítulo provincial”; a Joaquín Bolaños, autor de La portentosa vida de la Muerte (1792), y a un cronista rezagado, fray Matías de Escobar. Durante este siglo crítico nace, también, el periodismo, que tanto auge había de dar al desarrollo del género en la centuria siguiente. Y por último, encontramos un cuento, el de González de Sancha.

Consultar

González Peña, pp. 106-116. Alexander V. Davis, El siglo de oro de la Nueva España (México, 1945); Jiménez Rueda, Historia, cap. vii, Reyes, cap. vii.

Autores

Fray Matías de Escobar (siglo xviii), agustino, natural de la ciudad de Querétaro, maestro en teología, definidor de la provincia de San Nicolás Tolentino de Michoacán y cronista de su orden, es el autor de varios opúsculos que cita Beristáin, entre ellos la Americana Thebaida, obra publicada en 1924; en ella intercala ingenuos cuentos, no ayunos de gracia.

Lecturas: “Un enemigo del diablo”, en Valle, pp. 181-183.

Fray Joaquín Bolaños (siglo xviii), franciscano, español de nacimiento, examinador sinodal del obispado del Nuevo Reino de León, autor de La portentosa vida de la Muerte (México, 1792), libro en que se hallan “representados –escribe Agustín Yáñez– los esfuerzos titubeantes en pro de la novela criolla durante la colonia”. Beristáin dudaba que la obra fuera original de Bolaños.

Lecturas: La portentosa vida de la Muerte, pról. y sel. de Agustín Yáñez (México, 1944); Bib. del Est. Univ., 45; en la cubierta, 1943, cap. x, pp. 159-166.

José González de Sancha (siglo xviii), presbítero mexicano, alumno de la Congregación de San Pedro y administrador del Hospital de sacerdotes de México, dejó manuscrita una novela moral –hoy perdida– intitulada Fabiano y Aurelia, “cuyo autógrafo mismo –escribe Pimentel– hemos leído, fechado en México a 20 de septiembre de 1760”. Esta novela es de interés para nosotros por contener en la introducción –según el mismo crítico– un pequeño cuento, “sin atractivo alguno, de amores poco decentes” (Novelistas, p. 276).

Resumen

Durante la primera parte del siglo xvi, época de la conquista de México, el cuento no existe en España y tampoco lo encontramos entre nosotros. El cuento español de la segunda mitad de este siglo –Timoneda, Santa Cruz, etcétera– era conocido en México, aunque no fue imitado. Los cronistas, sin embargo, asumen la función de cuentistas, tomando como material no la temática española, sino los episodios ocurridos durante la conquista y población del país. La originalidad de este tipo literario en las crónicas es sorprendente. Pocos son los temas que se remontan a una fuente europea. Esto no indica, por supuesto, que todos los cronistas sean originales. Pero los que copian, no obstante, lo hacen de otros cronistas.

En los cuentos que hallamos en las crónicas predomina el tema sobrenatural. En los escritores de los siglos xvi y xvii el magismo constituye casi un adorno. Abundan en ellos los cuentos de diablos, fantasmas, milagros, magia y hechos extravagantes. Además de los cuentos de los cronistas, la época colonial produce las novelas de Piña Izquierdo, algunas anécdotas de Palafox y Mendoza, los Infortunios de Alonso Ramírez de Sigüenza y Góngora y La portentosa vida de la Muerte, de Bolaños, lo mismo que el cuento de González de Sancha.

En conclusión, podríamos decir que el cuento colonial mexicano tiene más importancia de la que se le ha dado. Hasta hoy, la crítica se había contentado con decir que no existía.

Consultar

Vicente de P. Andrade, Ensayo bibliográfico mexicano del siglo xvii (México, 1894); Luis Castillo Ledón, Orígenes de la novela en México (México, 1922); también en los Anales del Museo Nacional, i (1922), pp. 199-208; González Peña, pp. 77-82; Jiménez Rueda, Historia, caps. v y vi; Bernardo Ortiz de Montellano, Literatura indígena y colonial mexicana (México, 1946), 94 pp., “Bib. Enc. Pop.”, 113; “Antecedentes de la literatura mexicana. Época colonial”, en El libro y el pueblo, xi (diciembre, 1933), pp. 435-444; Pimentel, Novelistas, Reyes, caps. v y vi; Hespelt, Outline, sec. A; Ernest V. Moore, “La primera novela histórica mexicana”, en la Rev. de Lit. Mexicana, i (1940), pp. 370 y ss; Rojas González, “El cuento mexicano”.

1 Novelas ejemplares, y prodigiosas historias, de Juan de Piña, escribano de provincia de la Casa y Corte de su Majestad, Familiar y Notario del Santo Oficio... (Madrid, por Juan González, 1624). Ejemplar en la Biblioteca Nacional de Madrid. Microfilm en nuestro poder.

2 Publicado por Bustamante en La Voz de la Patria, México, 1931, IV, Supl.

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