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INTRODUCCIÓN


La industria de videojuegos representa una paradoja. Por un lado, es la industria más grande del entretenimiento, capaz de generar más de 150 000 millones de dólares al año, y por otro lado, es también una de las industrias creativas con menores barreras de entrada para aquellos que quieran pertenecer a ella y volverse famosos. Gracias a la distribución digital, al software especializado gratuito y al conocimiento al que todos pueden acceder en Internet, hoy hacer juegos ha dejado de ser una actividad restringida para las grandes compañías con millones de dólares de presupuesto y se ha desarrollado en todo el mundo, incluyendo Latinoamérica.

En América Latina, la historia del desarrollo de videojuegos en cada país nació casi siempre con un grupo de jóvenes que soñaban con crear un juego y que en el camino crearon una empresa exitosa. Los inicios fueron caóticos y al no tener un modelo cercano a quien emular, los equipos tuvieron que aprender por su cuenta. Aquellos grupos que nacieron en la década de los noventa se convirtieron en los precursores de una industria que solo era vista como un pasatiempo para niños.

En los últimos diez años he asistido a ferias y conferencias alrededor del mundo y he visitado a estudios latinoamericanos en sus oficinas, conociendo a los equipos y hurgando entre sus archivos para conocer más sobre lo que hacen y por qué se dedican a crear videojuegos. Durante este tiempo, la industria de videojuegos de Latinoamérica pasó de ser una curiosidad en las noticias de los diarios a un sector que genera casos de éxito en todos los países, con estudios que acumulan millones de descargas con sus juegos. Pero lo más importante son las historias de los equipos que están detrás de cada uno de esos juegos y la forma en que estos proyectos cambiaron sus vidas. Algunos pasaron de ser vistos por sus amigos y familiares como bichos raros a empresarios de éxito, mientras que otros lograron mostrarle a la sociedad que era posible crear algo de calidad en su país. Los caminos por los que pasaron los transformaron y ayudaron además a que una industria local comenzara a funcionar.

Las historias recogidas en este libro corresponden a las de equipos en Perú, Uruguay, Chile, Colombia, Argentina, México, Brasil y Venezuela. A través de estas crónicas y perfiles se muestra el camino que siguieron determinados equipos para desarrollar sus proyectos, y sus experiencias se usan como pretexto para hablar también del estado de la industria de videojuegos en cada uno de estos países. Además de esas historias, se incluyen otras, a manera de interludio, para ahondar más sobre la industria global de videojuegos y en las vidas de otros personajes de Latinoamérica.


América Latina juega

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