Читать книгу La lagartija - Luisa Noguera - Страница 5
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Un animalito solitario
Era pequeña y muy delgada. Sus líneas eran finas, como si un experto ilustrador la hubiera dibujado con un micropunta. Sus movimientos eran rápidos y podía desaparecer de un momento a otro, gracias a la velocidad de sus fuertes piernas. Sus músculos eran firmes y su piel luminosa; en su cara afilada se destacaban dos enormes y almendrados ojos negros. Aunque su temperamento era tranquilo, era huidiza, tímida y solitaria.
Amaba los días de sol, andar a brincos entre los matorrales altos y perderse en el pasto crecido. Los días grises y lluviosos la ponían triste, por eso se ocultaba abrigada en la oscuridad y dormía profundamente hasta que el mal tiempo se iba.
Era excelente trepadora de árboles; se impulsaba con las piernas y se agarraba fácilmente con sus largos dedos, sin importarle que las cortezas afiladas se clavaran en su piel. Pasadas las cinco de la tarde —cuando la luz del sol es más intensa y colorea de rojo el cielo despejado— procuraba subirse a las ramas más altas de su árbol preferido y bañarse con aquella luz que le hacía entrecerrar los ojos. Sentía que no había límites en todo aquello que miraba, pues para ella no había nada mejor que saberse libre.
Yo diría que era feliz, y si se lo hubiéramos preguntado quizá lo habría confirmado, pero quienes se parecen a ella suelen ser incomprendidos, rechazados y, a veces, temidos. La llamaban simplemente la Lagartija.