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Introducción

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La comunicación es transversal a la vida de los seres humanos. Es necesaria en todas sus formas. Comunicación es interacción, es compleja. Los seres humanos estamos incididos por el entorno, por el ambiente y desde el útero.

El feto o incipiente bebé, puede sentir y elaborar un pequeño proceso de esa percepción desde que comienza a formarse su sistema nervioso. Siente con todo su ser, ese ser que está materializándose en la panza de su madre, que es (ella) un ser social, que a su vez ha recibido educación, está inmersa en una sociedad que condiciona, que le ha transmitido por tradición la manera de conectarse con ese bebé que se gesta, y así, se relacionan de manera prevista, reflexiva, de manera espontánea, y a veces cuando la madre no desea al bebé, e intenta negarlo, inevitablemente, ese bebé percibe, la interacción existe.

Entonces, en un momento de comunicación entre las personas no sólo se pone de manifiesto que para que no sólo sea un intercambio de palabras, o gestos, debe haber un código compartido (para que más o menos haya comprensión), sino que emerge además, la subjetividad de las personas y entre ellas la intersubjetividad. Se pone en juego, primero, una intención al querer relacionarse con otra persona y en esa intención, cada persona con sus características identitarias propias, historia, educación, cultura, costumbres, gustos, experiencias; estos elementos que construyen la vida de cada individuo y lo predisponen casi instantáneamente ante cada momento comunicativo, deseado o no.

De este modo cada ciudad, pueblo, país, a partir de todo lo que comparten y tienen en común, construyen un código que prevalece en la comunicación y hacia la comprensión mutua, a pesar de las miles de diferencias entre cada individuo. Es esa intención a comprenderse entre sí, la que emerge y prevalece en las diferencias, hasta de ideales y convicciones.

Pero sobre todo, cada individuo quiere y necesita ser comprendido.

El idioma, la lengua, también condiciona. Pensar nuestros sentimientos, sensaciones, acciones en palabras de un mismo idioma, (esas palabras existen y las comprenden), facilita la transmisión del mensaje; sólo hay que ordenarlas y junto a otros signos, son factibles de ser comprendidos de la manera esperada; con silencios, pausas, énfasis en algunas sílabas; se completa el mensaje y su contenido cobra el significado y la fuerza deseados.

El idioma condiciona porque dentro de esas palabras debe quedar el sentido, el símbolo y el valor de lo que quiere expresarse. Y muchas personas asumen que a veces las palabras no alcanzan para expresar algún sentimiento o sensación. De igual manera eso es automático, nos comunicamos utilizando un idioma sin preguntarnos sobre las palabras que usamos. En algunos casos surgen palabras nuevas y otras que deforman el lenguaje, palabras de uso cotidiano que se generalizan en grupos y/o ciudades y luego sirven para que las personas se comprendan entre sí. Palabras que sólo usan los adolescentes, y otras que son consideradas viejas y se las utiliza de manera peyorativa. Pero el código lingüístico no es suficiente para ser comprendidos de la manera que queremos, se complementa con el código gestual, con la escritura, y con la predisposición de parte de los actores del momento comunicativo.

En el momento en que una persona quiere, desea, necesita hacerse comprender por muchas otras, reflexiona inevitablemente sobre el hecho comunicativo. Por ejemplo un maestro, que posiblemente deba transmitir el contenido que muchos maestros transmiten porque es lo que propone el ministerio de educación; ese maestro sabe que no puede leer esos contenidos a los alumnos, porque sería un hecho absurdo, en el que los alumnos no sólo no comprenderían de la manera necesaria para luego utilizar esos conocimientos nuevos en la vida práctica, sino que además esas palabras en un contexto de incomprensión, sonarán como ruido, o zumbido, o nada; esos alumnos a los mejor tienen sus pensamientos en otra parte, o ya se durmieron.

También los medios de comunicación deben pensar detenidamente en el momento comunicativo, para elaborar los contenidos, tanto los medios audiovisuales, como los gráficos o radiales, invierten, gastan mucho dinero; la cocina de los contenidos mediáticos es notablemente cara, por eso deben tener un máximo control de sus contenidos, y del rédito de los mismos, nada es azaroso.

Entonces, la necesidad de pensar el momento comunicacional, también se ha trasladado a las organizaciones, a las instituciones de toda clase (clubes, organismos públicos, empresas, etc), y a las agrupaciones, o asociaciones civiles.

Las instituciones, entonces, no pueden olvidar que sus fachadas comunican, los colores, el ordenamiento de sus oficinas dentro, su mantenimiento, el comportamiento de sus integrantes, lo que no pensamos que deben controlar y por supuesto todos los mensajes a los diferentes destinatarios a través de los diferentes medios, momentos y con las diferentes intenciones que puedan subyacer. Entonces, pensar en qué hacer para que los destinatarios sepan sobre las instituciones es un trabajo integral y complejo que a través de este libro intentaremos que sea una tarea más efectiva desde el trabajo que puede realizarse hacia la comunicación externa utilizando de manera articulada, estratégica y eficaz todas las herramientas, tareas, acciones tradicionales y de la prensa; pero también todo lo concerniente a las nuevas acciones comunicacionales propiciadas por la tecnología aplicada a la comunicación.

De la Prensa a la comunicación institucional

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