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La producción minera y la agroganadera

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El partido de Olavarría está en el centro de la provincia de Buenos Aires y al suroeste limita con Azul, Tapalqué, Juárez, Laprida, Lamadrid, Bolívar y Caseros. A 15 kilómetros de la ciudad de Olavarría se hallan las sierras de Quillalauquen, provistas de rocas calcáreas y arcillas que permiten la explotación minera y la industria del cemento que produjo un crecimiento vertiginoso en los últimos años de la década de 1920. Es decir que cuenta con otros medios provenientes de una rica producción agropecuaria (por ejemplo, en 1929 poseía un número de cabezas de ganado que la colocaba en el primer lugar entre los ciento diez partidos de la provincia de Buenos Aires).

La zona formó un centro ferroviario pues recibía dos líneas del Ferrocarril del Sud desde la ciudad de Buenos Aires: vía Flores y vía General Alvear. Con la proyección del trazado hacia el oeste y el noroeste bonaerenses, que tendrá lugar tiempo después, completará su riqueza económica.34

El partido poseía la reserva fiscal de Sierras Bayas, que dio origen al asentamiento del pueblo homónimo en 1873, que coexistió con la tribu de Catriel. Un pionero del lugar fue el inmigrante italiano Ambrosio Colombo, quien se estableció por esos años, junto con otros extranjeros y nativos que trabajaron las primitivas minas de granito o piedra caliza.

Las explotaciones arrendadas eran de pequeñas dimensiones, en tierras fiscales de la provincia de Buenos Aires. Los productores pagaban un canon anual y el trabajo se hacía a cielo abierto, con una dimensión de 130 metros de frente y otros tantos de fondo.35 Las explotaciones albergaban las viviendas de cada patrón y su familia, junto con la de los obreros en el predio de la mina.36

Estanislao Zeballos describió la aventura que realizó en 1879 por “el país de los araucanos”. Narró, con lujo de detalles, la riqueza minera de las canteras que visitó durante su viaje hacia las sierras donde se hallaban los yacimientos de mármol. Allí encontró trabajadores. Algunos extraían mármoles y otros lo cargaban a las carretas de bueyes hacia Azul. Entonces fue cuando descubrió enormes cantidades de mármol colorado, negro, amarillo y jaspeado, depositadas en las amplias pendientes del cerro.37

En suma, la región en 1900 se caracterizaba por un importante crecimiento agropecuario y minero, con una capacidad productiva superior –para el primer caso– a la del partido de Azul. El ganado vacuno era entonces de 230.000 cabezas en Azul, mientras que en Olavarría era de 250.000; el caballar, de 15.000 y 46.000; el lanar, de 1.500.000 y de 1.900.000. La excepción era el porcino: 4.300 cabezas en Azul y 3.800 en Olavarría. Por último, esta exportaba 600.000 kilogramos de lana más que Azul.38

A propósito del prestigio de Olavarría, este se resume en los derechos que logró en la Legislatura provincial para que la empresa Ferro Sur dispusiera que desde allí partiera el ramal hacia Pringles, el 27 de noviembre de 1900.

Las notas periodísticas se hicieron eco de los arduos debates expresados en La Revista del Sur entre los periodistas de ambas ciudades. Los argumentos evidencian claramente que los vecinos de Azul no lo demandaron en el momento oportuno y perdieron el proyecto de extensión ferroviaria desde allí. En cambio, Olavarría sí lo hizo en tiempo y forma, con los argumentos adecuados, y así le ganó a Azul la pulseada para la construcción del trayecto ferroviario hasta Pringles. Cuando la empresa decidió comenzar el trazado desde Olavarría, según la aprobación de la ley por la Legislatura y la promulgación de esta por el Poder Ejecutivo provincial, los ciudadanos de Azul reclamaron tardíamente y procedieron a la búsqueda de influyentes que torcieran tales designios que se consideraron impropios e injustificados.39

La Sociedad Rural intermedió para que la empresa del Ferrocarril del Sud hiciera la obra desde Olavarría, en tanto a través de varias convocatorias a asambleas extraordinarias de sus accionistas logró conseguir de ellos la autorización para que su comisión directiva gestionara la permuta o venta del local de ferias a dicha empresa, con el objeto de obtener por parte de ella el compromiso de que el ramal arrancara de este pueblo.40

Las condiciones existentes facilitaron la producción minera de granito y cal, que creció a la par de la agropecuaria durante las dos décadas finales del siglo XIX.

Entre 1906 y 1930, la minería representó más del 50% de la producción total de las mercancías transportadas, incluidas las agropecuarias. Y a su vez se la identificó como una actividad predominante del partido de Olavarría.41

Las diferentes localidades mineras distan de la ciudad 15 kilómetros hacia el sur, y casi 30 hacia el sureste. Las estructuras fabriles se diseminan en forma cercana: a partir de Loma Negra (villa Alfredo Fortabat), con su planta de cemento, en dirección este; hacia el oeste Avellaneda –de capitales alemanes–, entre Loma Negra y Sierras Bayas. A continuación se distinguen varias canteras pequeñas (de dolomita, arcilla, piedra caliza y granito): La Providencia, Cerro Negro, Feitis, Cerro Sotuyo, y otras numerosas caleras del mismo tipo se hallan ubicadas en la región de Sierras Bayas bajo el sistema de arrendamiento de tierras fiscales.

La actividad minera y su mano de obra resultaron la infraestructura que articuló la industrialización de cal y cemento de Olavarría. El proceso industrial de la minería presenta dos períodos claramente diferenciados en su desarrollo. El primero comprende la formación de pequeñas empresas extractivas entre 1860 y 1920, con la utilización de técnicas rudimentarias y tecnología movida por la tracción animal y la fuerza humana que le confirieron al desarrollo productivo un carácter manufacturero. El segundo momento productivo se gestó a partir de 1920 y se caracteriza por la instauración de complejas empresas extractivas: la tecnología era desarrollada en procesos de trabajo y gestión profesional de fábrica.

La producción se caracterizó por generar comunidades de fábricas ligadas estrechamente al sistema industrial y adaptó a la población a las exigencias de disponibilidad y disciplina de la mano de obra instalada.

La cualidad que diferenció las plantas industriales modernas y las pequeñas empresas mineras radica en el modo en que aquellas ampliaron no solo el mercado local, regional y nacional, sino también por la dimensión y expansión productiva de esos establecimientos. Es decir, las pequeñas y medianas producciones mostraron un menor rendimiento que las grandes.42

Las comunidades industriales dieron origen a las localidades serranas, satélites de la ciudad de Olavarría, a una distancia de 15 kilómetros: Sierras Bayas, Loma Negra, Calera Avellaneda y otros sitios mineros, entre ellos, La Providencia, que reunía a todo un conjunto de unidades productivas con sus correspondientes comunidades.

En 1930, la estrategia nacional impulsó una decisiva sustitución de importaciones que repercutió en el crecimiento de la industria en el país. En un momento en que la demanda internacional de productos primarios caía, dicha estrategia ofreció una salida complementaria a la economía regional. La nueva coyuntura contribuyó a diseñar en el partido de Olavarría una articulación de fábricas próximas entre sí: desde la zona de Loma Negra y la villa Alfredo Fortabat, con su planta cementera, en dirección este a la ciudad de Olavarría; en orientación noreste se vislumbra la que fue Cementos Avellaneda; en igual dirección, le sigue la planta Cementos San Martín, de capitales norteamericanos.

En los alrededores de dichas fábricas había un copioso número de caleras y canteras pequeñas de dolomita, arcilla, piedra caliza y granito: La Providencia, Cerro Negro, Feitis, Cerro Sotuyo, Villa Mónica y muchas otras de iguales cualidades en la localidad de Sierras Bayas.

Veamos el caso de La Providencia: fue fundada en 1880 por Antonio Datelli y Alfonso Ávila, y su producción consistió en la elaboración de cal viva mediante la extracción de piedra caliza. En 1924 dichos empresarios lograron que el Ferrocarril del Sud extendiera sus rieles hasta el lugar de producción, con la instalación de una playa de maniobra de vagones y desvíos al interior de la cantera.43

Los dueños de La Providencia pusieron un almacén de ramos generales en la campaña. En 1919 cambió la vida cotidiana del lugar, pues nació una sociabilidad inexistente hasta el momento, que fue típica del área serrana, de encuentro e intercambio con todas las comunidades mineras cercanas: Cerro Negro, Feitis, Cerro Sotuyo y Sierras Bayas. Es decir, también fue un centro donde los inmigrantes asistían en búsqueda de trabajo en las serranías.

La organización laboral en las pequeñas empresas durante el primer período señalado incorporó el uso de la fuerza humana y del caballo. Un trabajador entrevistado describe la sencillez de las tareas cotidianas, con tecnología aplicada, donde cada caballo arrastraba cinco o seis vagonetas, con una pechera, dos ganchos y una cadena sostenida en un hierro cruzado; algunos animales duraron veinticinco años en el trabajo.

En la zona serrana, como en el agro pampeano, existió una explotación de tipo familiar, tanto en canteras como en predios rurales bajo el sistema de arriendo de tierras fiscales, modalidad que se extendió también a empresas mayores.

La Providencia se encuentra entre estas. Otro caso fue el de los hornos caleros de Yáñez en Sierras Bayas, que contaron con entre cincuenta y setenta obreros. Ambas producciones caleras debían adaptarse a la fluctuante demanda de materias primas en el mundo y para ello los productores locales combinaban tareas entre las canteras, caleras y chacras, manteniendo así la actividad y el trabajo.

En el circuito de la cal del Azul, entre fines del siglo XIX y comienzos del XX, surgió una posta conocida entre los mineros como Coumeig, encontrada en Boca Sierra. Los carretones transportaban el mineral en bruto y granos hacia la ciudad de Azul y Bahía Blanca, otra zona de embarque y comercialización.

En suma, la comunidad minera produjo un cambio decisivo y proporcionó los medios para el desarrollo industrial, con el que continuó.

La sociabilidad perdida

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