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Las prácticas manufactureras e industriales, 1880-1930

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Los productores de la industria calera en Sierras Bayas fueron Mauricio y Alfonso Aust. Sus explotaciones eran modernas pymes. Es decir, la mayoría consistía en cuadriláteros de 130 metros de lado como máximo. Las excavaciones tenían una distribución irregular sobre mantos de piedra. Como dijimos, en el mismo predio minero estaban las viviendas que albergaban tanto al patrón y su familia como a los obreros. Las casas estaban separadas de las excavaciones por una pequeña calle, lo que originaba un caserío discontinuo e irregular.44 Mauricio y Alfonso Aust fueron los primeros fabricantes del país de cal hidráulica.

Los medios técnicos utilizados multiplicaron la producción. Dichas condiciones atrajeron la inversión extranjera. La empresa norteamericana Lone Star fue la que puso en marcha la construcción de una gran fábrica de cemento, la primera en el país, y la más moderna en su carácter en Sudamérica. Esta empresa fue considerada uno de los establecimientos fabriles más complejos y modernos de la Argentina, en cualquier rama de la industria del país.

La Compañía Argentina de Cemento Portland surgió en 1917, después de comprar la totalidad de las propiedades de Aust e incorporar los métodos de producción industrial más avanzados en materia de trabajo y tecnologías.

La industria lanzó, por primera vez al mercado mundial, el cemento San Martín, fabricado sobre la base de piedra calcárea, mezclada con arcilla calcinada y molida. La producción integraba el trabajo en las canteras y la supervisión del traslado de las piedras a la fábrica donde luego eran trituradas por toneladas. Se llegaban a moler 500 toneladas de piedra por hora.

El proceso industrial del cemento tuvo su comienzo cuando la arcilla extraída de las lomas era más tarde mezclada con la piedra calcárea molida y secada. Después, la mezcla molida se llevaba a los hornos giratorios de calcinación de 58 metros de largo por 3 de diámetro y era tratada a 1.500 grados.

La maquinaria era accionada por una usina de fuerza motriz de una potencia de 9.000 caballos de fuerza. Exigía un consumo de petróleo, proveniente de Comodoro Rivadavia, de 60.000 toneladas anuales. Luego, la molienda se sometía a otro mezclado, esta vez, de yeso traído casi todo de Río Negro en la cantidad de 7.000 toneladas al año. En mayo de 1917, la Compañía ocupaba a cuatrocientos trabajadores españoles especializados: electricistas, mecánicos y plomeros, y a otros sin calificación de Sierras Bayas y porteños. En 1929 producía anualmente más o menos 5.000.000 bolsas de 50 kilos y ocupaba a quinientos obreros.45

La Compañía Argentina de Cemento Portland debió llevar a cabo la construcción de obras civiles de la fábrica y obtener las condiciones necesarias para su proceso productivo. Es decir, ensamblar complicadas máquinas traídas del exterior, que fueron destinadas a la generación de electricidad y a la extracción de grandes volúmenes de agua potabilizada necesarias para la producción de cemento.

En función de ello, se inició un proceso de reclutamiento de trabajadores y se hicieron vastos albergues de madera para obreros de todas las especialidades oriundos de distintos lugares del país y el extranjero.

El producto que se impulsaba era nacional, con la finalidad de imponerlo en el mercado interno y desplazar de esa manera a los extranjeros.

Durante los primeros años de producción afrontaron serias dificultades en el mercado interno, que fue muy difícil ganar, porque los consumidores argentinos preferían el cemento importado aunque fuera más caro y, según decían, de menor calidad. Los directivos de la empresa no podían comprender tan contradictoria situación.46

El tipo de vínculo entre los obreros y la empresa Lone Star originó un sistema de explotación fabril donde la producción y reproducción de la mano de obra fueron integradas en una villa obrera.

El pueblo de Sierras Bayas, donde se radicó Lone Star, era una villa con una oferta de trabajo reducida para las demandas de la cementera. Además, la mano de obra existente no calificaba, estaban más adaptados a explotaciones mineras pequeñas y medianas, con bajo nivel de consumo.

Se creó una villa completa de amplios y sólidos chalets para los empleados jerárquicos de la fábrica y un conjunto de viviendas más modestas para los obreros y sus familias, con agua corriente, cloacas, luz eléctrica, hotel, parque, instalaciones deportivas, club social, auditórium, casa de comercio y fábrica de hielo.

Esta conjunción dio como resultado lo que José Sérgio Leite Lopes ha llamado “sistema de fábrica-villa obrera”, sistema que implica una forma específica de producción. Determina un tipo particular de relación entre el capital y el trabajo; a la vez, se obtiene un tipo de dominación por parte de las empresas que controlan ya no solo el ámbito productivo, sino que avanzan sobre el espacio doméstico. Este sistema se implementa en los casos de Sierras Bayas, Loma Negra y Calera Avellaneda desde 1919 y se extiende a lo largo de la segunda mitad del siglo XX.47

En 1926 se instaló otra fábrica de cemento en Loma Negra, donde se utilizaron hornos ya existentes, propiedad de Alfredo Fortabat, y que dieron origen a los renombrados productos cemento Loma Negra y cal hidratada Cacique.

En 1929 la producción de cemento en Olavarría se estimaba en medio millón de toneladas anuales, lo que la convertía en proveedora principal de las reparticiones públicas argentinas.

A partir de ese momento, Olavarría emergió como la “ciudad del trabajo”, por la cantidad de obreros y empleados reunidos en torno a las actividades productivas y administrativas de las canteras en las zonas aledañas: Sierras Bayas, Sierra Chica, Loma Negra e Hinojo, y en la administración pública.48

2. Ver María del Carmen Angueira, “Otro proyecto político alternativo para la gestación del Estado argentino: Álvaro Barros y los orígenes de Olavarría”, Revista de Historia, Nº 4, marzo de 1994, pp. 52-54.

3. “Falleció en el hospital Coronel Olavarría, a la edad de 84 años, el cacique Juan José Catriel, quien tuvo una actuación ruidosa como jefe de una tribu numerosa de indios en el año 1874 en Olavarría, siendo su campo de correrías Azul, Tapalqué, Tandil y otros puntos inmediatos. Era hermano de Cipriano Catriel, quien gozó en su época de mayor popularidad y a quien acompañaba una fuerza mayor de aborígenes. Cipriano fue lanceado en el 75” (María del Carmen Angueira, “Orígenes del partido de Olavarría y sus transformaciones en 1880 y 1930: relevamiento bibliográfico y de fuentes como primera aproximación al estado de la cuestión”, mimeo, Olavarría, Facultad de Ciencias Sociales, 1990).

4. Ver Antonio Salvadores, Olavarría y sus colonias, Buenos Aires, 1937, pp. 20-21; Raúl Mandrini, “Desarrollo de una sociedad indígena pastoril en el área interserrana bonaerense”, Anuario, Nº 2, Tandil, 1987, p. 2.

5. Ver José Arena, Julio H. Cortés y Alberto Valverde, Ensayo histórico del partido de Olavarría, Municipalidad de Olavarría, 1967, pp. 302-303.

6. Ver María del Carmen Angueira, “Orígenes del partido de Olavarría…”, p. 2; Álvaro Barros, Indios, fronteras y seguridad interior, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1975.

7. La Prensa, Buenos Aires, 2 de mayo de 1929.

8. El Popular, Olavarría, 7 de septiembre de 1924.

9. José Arena, Julio H. Cortés y Alberto Valverde, Ensayo histórico del partido de Olavarría, pp. 317-318.

10. Miguel Ángel González, Catrie Mapu: sociedad y cultura del indigenado en Azul, Olavarría, Museo Etnográfico Municipal Dámaso Arce, 1967, p. 5.

11. Ibídem, p. 47.

12. Ibídem, p. 11.

13. “Durante cuatro horas vimos sucederse los bosques de lanzas y los inmensos arreos de bueyes y caballos: se veían por lo menos 150.000 cabezas de ganado. Era admirable el buen orden con que esto caminaba. Esos interminables arreos de animales relinchantes y balantes, que no tenían sino una idea, la de escaparse y volver atrás, marchaban como de parada, mantenidos sin esfuerzo aparente, en filas apretadas y dóciles. A una señal del cacique todos habían montado a caballo en busca de otra patria. Las viejas llevaban sus gallinas, su gallo, su gato, en jaulas groseras; más lejos, y esto era menos patriarcal, se distinguían una calesa vacía, carruaje rodado, cuyos propietarios habían sido asesinados” (citado por Miguel Ángel González, Catrie Mapu, p. 14).

14. El Popular, Olavarría, 23 de mayo de 1924.

15. Remigio Lupo, La conquista del desierto: crónicas de la campaña de 1879, Buenos Aires, Freeland, 1968, pp. 54-55.

16. Informe de la Comisión Colonizadora, 1882. Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Sección Ministerio de Gobierno. 1882. Expediente 479 (citado por Antonio Salvadores, Olavarría y sus colonias, p. 36).

17. “El «aquerenciamiento» comenzaba por localizar al «puntero», el animal que por la fuerza de su carácter se imponía sobre el resto del grupo. Entonces le proveían un poste para rascarse. Cuando el animal descubría esta comodidad, lo hacía habitualmente y el resto de los vacunos lo imitaba. Generalmente se hacía circular el ganado alrededor del poste, por varias noches, para que se acostumbrara al mismo. El lugar para establecer la querencia era elegido con mucho cuidado. Para esto se tenía en cuenta el comportamiento de los vacunos y la situación geográfica del mismo, lo ideal era un lugar alto en el campo, con un poco de declive para que las lluvias no lo convirtieran en un barrial. El ganado era llevado al ponerse el sol hacia el lugar y soltado al amanecer” (Alicia Villafañe, “Transformaciones tecnológicas en el agro pampeano: el caso de los pequeños criadores de ganado”, mimeo, Olavarría, Instituto Investigaciones Antropológicas, 1988, p. 16).

18. Alicia Villafañe, “Transformaciones tecnológicas en el agro pampeano”, p. 16.

19. Por ejemplo, el Estado le otorgó a la compañía ferroviaria el derecho a propiedad de los terrenos de un radio de 35 metros de ancho, a cada lado de las vías, a lo largo del tendido de las líneas férreas. En cada estación, a su vez, el Estado le entregó 20 hectáreas, con iguales derechos de propiedad, menos en el caso de Bahía Blanca, donde ya tenía completa sus instalaciones. Se le dieron 14 hectáreas para cada estación intermedia y 14 más para las casas de camineros. En caso de que la empresa no cumpliera con los plazos previstos por el contrato, estaba sujeta a pagar la suma de 5.000 pesos oro por cada mes de retraso en la terminación de las obras. La Nación le había acordado un préstamo de 750.000 pesos oro sellado pagaderos en diez anualidades sin intereses, y le había dado dos años para poner la línea en funcionamiento. Ver Juan Castiglia, Historia del Ferrocarril Sud, General Roca, Ferrosur Roca, La Porteña, Oeste, Ferrobaires, la Trocha Angosta a Vapor, Olavarría, 2003.

20. Ver Juan Castiglia, Historia del Ferrocarril Sud

21. Informe de la Comisión Colonizadora, 1882. Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires. Sección Ministerio de Gobierno. 1882. Expediente 479 (citado por Antonio Salvadores, Olavarría y sus colonias, p. 36).

22. Ibídem, p. 30.

23. Ver José Arena, Julio H. Cortés y Alberto Valverde, Ensayo histórico del partido de Olavarría, p. 30; Olga Weyne, El último puerto: del Rin al Volga y del Volga al Plata, Buenos Aires, Tesis-Instituto Di Tella, 1987, pp. 122-158.

24. Ver Hilda Sabato, Capitalismo y ganadería en Buenos Aires: la fiebre del lanar, 1850-1890, Buenos Aires, Sudamericana, 1989.

25. Ver Antonio Salvadores, Olavarría y sus colonias, p. 36.

26. “Sin resolver tan justa petición, con este proceder no solo se cometió una injusticia de despojar a la numerosa tribu de la tierra de que fueron primeros pobladores, y a la cual tenían por lo menos tan legítimos títulos como los colonos rusos alemanes, puesto que los solicitaban en las mismas condiciones, sino además se privó al partido del concurso de estos hombres que dedicados a la agricultura hubieran contribuido al desarrollo y progreso de la colonia” (Archivo Histórico de Olavarría, Cincuenta años de historia olavarriense 1867-1917, Olavarría, 1986, p. 28).

27. Entre Ríos recibió rusos del Volga que explotaron la tierra de igual modo que en Olavarría.

28. Ver María Inés Piriz, “Los alemanes del Volga: su asentamiento en la zona de Olavarría”, mimeo, 1986.

29. Ver José Arena, Julio H. Cortés y Alberto Valverde, Ensayo histórico del partido de Olavarría, p. 30.

30. Ver James Scobie, Revolución en las pampas. Historia social del trigo argentino 1860-1910, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1968, p. 53.

31. Ver Jorge F. Sabato, Notas sobre la formación de la clase dominante en la Argentina Moderna (1880-1914), Buenos Aires, CISEA, 1979, pp. 31-32.

32. Ver Roberto Cortés Conde, El progreso argentino 1880-1914, Buenos Aires, Sudamericana, 1979, p. 65.

33. Ver James Scobie, Revolución en las pampas, pp. 63-64.

34. La Prensa, Buenos Aires, 2 de mayo de 1929.

35. El decreto del 30 de septiembre de 1879 reglamentó la explotación de las canteras de Sierras Bayas del siguiente modo: “Artículo 1. En el paraje denominado Sierras Bayas, en el partido de Olavarría, queda destinada para la explotación de canteras el área que, después de los estudios necesarios, ha señalado el Departamento de Ingenieros en el plano especial aprobado esta misma fecha. Artículo 2. Las personas que deseen obtener lotes de canteras, se presentarán al Poder Ejecutivo solicitando mensura, cuya operación se practicará con arreglo a las disposiciones vigentes, debiendo además el agrimensor presentar un informe completo sobre la importancia y calidad del lote solicitado. […] Artículo 4. No se concederá lote alguno de canteras que excedan de 130 metros de frente por igual de fondo, comprometiéndose en esta área tanto el terreno destinado propiamente a la explotación como el necesario para edificios, máquinas, etc.” (Estanislao Zeballos, Viaje al país de los araucanos, Buenos Aires, Solar-Hachette, 1975, pp. 63-64).

36. Ver Ricardo Rosendo, “Un caso de dominación y el sindicalismo peronista”, tesis de Licenciatura, Universidad de Buenos Aires, 1989.

37. Estanislao Zeballos, Viaje al país de los araucanos, pp. 63-64.

38. El Comercio, Olavarría, 8 de marzo de 1900.

39. Revista del Sur, Nº 159, Azul, 18 de noviembre de 1900, p. 169, citada en El Popular, Olavarría, 20 de noviembre de 1900. También figuran las notas editoriales del 4 de octubre y del 27 de noviembre de 1900.

40. Las convocatorias fueron hechas el 5, el 16 y el 26 de septiembre de 1901, y figuran en El Popular.

41. No he podido conseguir la cantidad completa transportada, porque la información hallada durante ese período en el Museo Ferroviario es parcial.

42. Ver Carlos Paz, “La minería de la cal en las sierras olavarrienses: una mirada antropológica a la cultura industrial y las prácticas productivas de los picapedreros serranos de finales del siglo XIX”, Foro sobre el Rescate del Patrimonio Industrial, Riqueza Minera y Museos de Mineralogía, Michoacán, Museo Tecnológico y Minero del Siglo XIX, noviembre de 2002.

43. Ver Carlos Paz, “Capitalismo, tecnología e impacto ambiental: un análisis de las transformaciones estructurales y ambientales del subsistema minero de Olavarría, provincia de Buenos Aires, Argentina”, tesis de Maestría, Universidad Nacional de Mar del Plata, 2001, p. 145.

44. Ver Ricardo Rosendo, “Un caso de dominación y el sindicalismo peronista”.

45. Pequeñeces, Olavarría, 26 de mayo de 1929.

46. “En 1919 la fábrica estuvo tres meses paralizada por acumulación de stocks. Sus directivos se quejaban amargamente de los consumidores argentinos, quienes preferían el cemento importado, aunque fuera más caro y, según decían, de menor calidad” (El Popular, Olavarría, 22 de octubre de 1919, p. 3, citado por Rosendo García, “Un caso de dominación y el sindicalismo peronista”).

47. José Sérgio Leite Lopes, “Fábrica e vila operária: considerações sobre uma forma de servidão burguesa”, en José Sérgio Leite Lopes et al. (eds.), Mudança social no nordeste: a reprodução da subordinação, Río de Janeiro, Paz e Terra, 1979.

48. “Los orígenes de la empresa, a principios de siglo, tienden a ser mostrados como fruto de la actividad personal de sus propietarios. Una de las características más notables de los procesos sociales que tienen lugar en Loma Negra es justamente el carácter personalizado de las relaciones entre los trabajadores y la empresa, en las que se tiende a privilegiar la figura de los patrones […] Un patrón que, al contrario de lo que sucede en una empresa capitalista «moderna», aquí posee «nombre y apellido», que se hace presente en todo el conjunto de relaciones que los obreros establecen con la empresa, pero también en charlas familiares y entre amigos […] En definitiva, un patrón que se encuentra poderosamente presente en la vida cotidiana de los trabajadores y habitantes de la villa obrera” (Federico B. Neiburg, Fábrica y villa obrera: historia social y antropología de los obreros del cemento, Buenos Aires, CEAL, 1988, pp. 21-22).

La sociabilidad perdida

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