Читать книгу Dioses y hombres en la Eneida de Virgilio - María Emilia Cairo - Страница 19

3.2. Venus, Júpiter y el texto del fatum en Metamorfosis 15

Оглавление

Los paralelismos entre Metamorfosis 15.760-851 y Eneida 1.223-296 se advierten fácilmente:

a. En ambos casos, Venus aparece preocupada por los peligros que enfrenta un miembro destacado de su progenie (Eneas en Eneida, Julio César en Metamorfosis).

b. Al observar los riesgos que corren sus protegidos, la diosa se siente ella misma amenazada en su calidad de genetrix de la estirpe131 y evoca todos los embates que ha sufrido hasta el momento (en Eneida menciona la caída de Troya, la ira de Juno, el naufragio; en Metamorfosis nombra el ataque sufrido de parte de Diomedes, la destrucción de Ilión, los vagabundeos de Eneas, su descenso al infierno, las guerras en Italia, la oposición de Juno132) con el fin de suscitar la empatía de su interlocutor.

c. Como respuesta a sus reclamos, Júpiter pronuncia ante su hija133 un discurso en el que se promete la futura apoteosis del protagonista que ahora se encuentra en desgracia (la de Eneas en Eneida 1.259-60, la de Julio César en Metamorfosis 15.818) y la expansión de Roma bajo Augusto.

En este marco narrativo similar, se detectan algunos elementos que evidencian que Ovidio desea proponer una interpretación particular acerca de los personajes de Venus y Júpiter y su relación con el fatum en Eneida. En primer lugar, como ya se ha señalado, el fatum no es aquí una emisión oral sino un texto escrito (algo novedoso, teniendo en cuenta la etimología del término) y Júpiter su portavoz, pero no su autor. Lo que en Virgilio es ambiguo y problemático, ya que los diferentes críticos adoptan su postura según el énfasis puesto en uno u otro pasaje de Eneida, aquí es claro e inequívoco: legi ipse, dice Júpiter, animoque notavi et

referam. Lectura, memorización y repetición son las tres etapas que comprende su función de transmisor del hado.

Ahora bien, si no es Júpiter el creador del hado, ¿quién es el responsable de su emisión? Ovidio otorga la autoría del destino a las Parcas, las antiguas divinidades que hilan el destino de los hombres.

La atribución de la escritura de los hados a estas diosas no es una innovación absoluta por parte de Ovidio, sino que también supone una lectura de Eneida. Allí existen siete pasajes en los que son mencionadas estas divinidades. El primero de ellos se ubica en el proemio del poema, en el momento en que el narrador extradiegético describe lo que Juno sabe acerca del destino de los troyanos (1.19-22):

Progeniem sed enim Troiano a sanguine duci

audierat, Tyrias olim quae verteret arces;

hinc populum late regem belloque superbum

venturum excidio Libyae: sic volvere Parcas.

Pero en efecto [Juno] había oído que derivaría de la sangre troyana una progenie que algún día iba a derribar los alcázares tirios; que de allí vendría un pueblo ampliamente soberano y soberbio en la guerra para la destrucción de Libia: que así lo determinaban las Parcas.

Las Parcas son invocadas como las diosas que han dispuesto un curso de acción específico que consiste en el surgimiento y apogeo de la futura descendencia romana y su triunfo sobre Cartago. Esta definición de las Parcas se plasma en un discurso, es algo dicho que llega a los oídos de la propia Juno.

El segundo pasaje en el que las Parcas son mencionadas expresamente forma parte del discurso de Héleno a Eneas durante su estadía en Butroto (3.379-380):

prohibent nam cetera Parcae

scire Helenum farique uetat Saturnia Iuno.

Pues las Parcas prohíben que Héleno sepa más cosas y Juno, hija de Saturno, le impide hablar.

En las palabras del sacerdote se observa que las diosas actúan como árbitros que deciden qué datos sobre el destino pueden conocerse y cuáles no. Héleno le transmite a Eneas aquello que él sabe y que es, ni más ni menos, lo que las Parcas le han permitido saber. Juno también tiene parte en este asunto y, como divinidad opositora a los troyanos impide que el vate facilite la totalidad de la información; sin embargo, el pasaje anterior muestra claramente que el fatum es un discurso exterior y superior a Juno. Lo que puede hacer la diosa, pues, es constreñir a Héleno en su discurso, pero no incidir sobre el texto del hado en sí.

Las Parcas son nombradas por tercera vez en 5.796-798, en el pedido de Venus a Neptuno:

quod superest, oro, liceat dare tuta per undas

uela tibi, liceat Laurentem attingere Thybrim,

si concessa peto, si dant ea moenia Parcae.

Lo que resta, te lo imploro, que sea lícito dar las velas seguras a través de las olas, que sea lícito alcanzar el Tíber laurentino, si pido algo posible, si las Parcas otorgan esas murallas.

Como en el primer fragmento, las diosas son invocadas como aquellas que disponen el futuro, ya que Venus fundamenta la legitimidad de la futura ciudad de Eneas en sus palabras.

La cuarta mención se encuentra en 9.107-109, cuando el narrador extradiegético explica la salvación de las naves troyanas gracias a la intervención de Cibeles:

Ergo aderat promissa dies et tempora Parcae

debita complerant, cum Turni iniuria Matrem

admonuit ratibus sacris depellere taedas.

Por consiguiente, se acercaba el día prometido y las Parcas habían cumplido el tiempo correspondiente, cuando el agravio de Turno le recordó a la Madre rechazar las antorchas de las naves sagradas.

Se observa una vez más el carácter inexorable de los decretos de las tres diosas junto con un énfasis especial en el momento puntual del cumplimiento: los eventos se producen exactamente en el día fijado. Este rasgo aparece también en la quinta mención de las diosas (10.417-420):

fata canens silvis genitor celarat Halaesum;

ut senior leto canentia lumina solvit,

iniecere manum Parcae telisque sacrarunt

Euandri.

A Haleso lo había ocultado en los bosques su padre, que anunciaba los hados; cuando el anciano abrió en la muerte sus ojos cantores, las Parcas lanzaron contra él su mano y lo consagraron a los dardos de Evandro.

El narrador extradiegético cuenta la historia del guerrero Haleso en el momento en que está por morir a manos de Palante. El padre del joven, gracias a sus poderes adivinatorios (fata canens), decidió ocultarlo para dilatar su final infeliz. Si bien el hado pudo ser dilatado durante un tiempo, finalmente llega el momento fijado por las inflexibles diosas. Este acento en las Parcas como responsables del día de la muerte de los humanos se pone de manifiesto también poco más adelante, a propósito de la inminente muerte de Lauso (10.812-816):

nec minus ille

exsultat demens; saevae iamque altius irae

Dardanio surgunt ductori extremaque Lauso

Parcae fila legunt: validum namque exigit ensem

per medium Aeneas iuvenem totumque recondit.

Y él [= Lauso], loco, no está menos exultante; y ya más profundamente crece la ira salvaje en el capitán dardanio, y las Parcas recorren para Lauso los últimos hilos: pues Eneas clava su fuerte espada a través del joven y la hunde por completo.

La séptima y última mención de las Parcas se produce en 12.147-150, esta vez en el discurso de Juno a Juturna en ocasión de la muerte de Turno:

qua visa est Fortuna pati Parcaeque sinebant

cedere res Latio, Turnum et tua moenia texi;

nunc iuvenem imparibus video concurrere fatis,

Parcarumque dies et vis inimica propinquat.

Mientras la fortuna parecía soportarlo y las Parcas permitían que cedieran las cosas ante el Lacio, cubrí a Turno y a tus murallas; ahora veo que el joven se enfrenta con hados desiguales y se acerca el día de las Parcas y su fuerza enemiga.

En este último fragmento se evidencian todos los elementos asociados a las Parcas que hemos notado en los primeros seis: su papel central en la determinación del fatum, la posibilidad de que este destino pueda evadirse pero al mismo tiempo su inflexibilidad en lo que se refiere al momento de su cumplimiento y, por último, la incapacidad de los dioses –en este caso Juno– de modificar sus decretos.

Un segundo punto de diferenciación entre Eneida y Metamorfosis en lo que respecta al papel del fatum se manifiesta a través de las variaciones observadas en el personaje de Venus. En ambos casos la diosa, a raíz de una situación que pone en riesgo a sus protegidos, reclama una solución, en Eneida sólo ante Júpiter, en Metamorfosis ante cada dios que encuentra, enumerando los muchos males que viene soportando. En Eneida 1 señala como desgracias previas la caída de Troya (occasum Troiae tristisque ruinas, 1.238), el naufragio de Eneas (navibus… amissis, 1.251) y la ira de Juno (onius ob iram, 1.251). Asimismo observa que otro troyano, Antenor, ha logrado escapar de Troya y fundar su ciudad en Italia (1.242-9). En Metamorfosis 15 se amplía el espectro temporal al que Venus hace referencia en su reclamo: se remonta a acontecimientos previos a la caída de Ilión, durante la guerra (quam modo Tydidae Calydonia vulneret hasta, 15.769) y resume en cuatro versos la trama completa de Eneida, incluyendo los vagabundeos de Eneas (natum longis erroribus actum, 15.771), el descenso a los infiernos (sedes… intrare silentum, 15.772), las guerras en Italia (bella… cum Turno gerere, 15.773) y la oposición de Juno (aut, si vera fatemur, cum Iunone magis, 15.773-4). Wheeler (2000: 141) opina que irónicamente la lista de males sufridos por Venus no se refiere a eventos incluidos en la narración de Metamorfosis sino a aquellos pertenecientes a Ilíada y Eneida y que su reclamo no es para nada ingenuo.134

La diferencia fundamental que presenta Ovidio con respecto al pasaje de Eneida 1 radica en la relación de Venus con los hados de su estirpe. Allí, la diosa enfrentaba a Júpiter reclamando el cumplimiento de un destino glorioso ya prometido. Venus conocía cuáles eran los designios del fatum y exigía a Júpiter que se cumplieran pronto, poniendo fin a las penurias de los troyanos (Eneida 1.229-241, 1.250-253).135 En Metamorfosis 15, en cambio, la diosa parece haber olvidado, o directamente desconocer, la promesa de la apoteosis de César, y se propone ir contra el destino evitando su cumplimiento. Primero busca la colaboración de los demás dioses y luego ella misma planea salvar a Julio César en una nube, pero en ambos casos los intentos son infructuosos por el carácter inexorable de los hados (Ov. Met. 15.779-782 y 799-800):

Talia nequiquam toto Venus anxia caelo

verba iacit superosque movet, qui rumpere quamquam

ferrea non possunt veterum decreta sororum,

signa tamen luctus dant haut incerta futuri.

Venus, agitada en vano, lanza esas palabras por el cielo entero y conmueve a los dioses, quienes brindan signos no inciertos del luto futuro aun cuando no pueden quebrantar los férreos decretos de las viejas hermanas.

Non tamen insidias venturaque vincere fata

praemonitus potuere deum…

Sin embargo, las advertencias de los dioses no pudieron vencer las insidias y los hados que habían de llegar.

Este esfuerzo inútil de Venus por salvar a César de su muerte es subrayado también por Júpiter en las primeras palabras que le dirige, que pueden interpretarse ya como una amonestación, ya como un suave sarcasmo: sola insuperabile fatum, nata, movere paras? (“Hija, ¿planeas conmover sola al hado insuperable?”, Met. 15.807-808). A continuación, como en Eneida, Júpiter relata el destino de los descendientes de Venus, pero lo que allí era un consuelo, dado que la confirmación de la vigencia del fatum prometido constituía para Venus un alivio, aquí es una ratificación de que efectivamente sucederá lo que la diosa teme. Ovidio presenta una Venus no consciente ni de los designios ni del poder del hado como lo era la diosa en Eneida. Aunque al final se alegra de la apoteosis de César, debe esperar a que Júpiter le comunique el destino para comprender lo que sucederá. Por otra parte, mientras que en Eneida Júpiter reconfirma un destino que ya había sido enunciado con anterioridad y se coloca a sí mismo como garante de su cumplimiento, en Metamorfosis es el texto escrito en la morada de las Parcas lo que ratifica el futuro de los romanos.

Dioses y hombres en la Eneida de Virgilio

Подняться наверх