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CAPÍTULO II Se abre la investigación Pittamiglio

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Debido a que el castillo lo había diseñado Humberto Pittamiglio, decidieron comenzar la investigación titulándola con su nombre. Ya que se trataba de un nuevo caso a resolver, les pareció interesante hacer las cosas de manera más ordenada. Se habían juntado en la casa de Tamara, que vivía cerca del Parque Villa Biarritz, a pocas cuadras de la rambla, para buscar un poco de información sobre todos esos enigmas que les intrigaban.

—Cuando vaya a casa voy a preguntarle a papá si sabe algo —dijo Emilia, revelando su pensamiento.

—Genial, seguro que sabe sí. A él le encantan todas estas cuestiones de la alquimia.

Héctor, el padre de Emilia, había tenido un importante papel ayudando a las chicas a resolver los enigmas con los que se cruzaron en el cerro Pan de Azúcar. Incluso él y un amigo fueron quienes las inspiraron a buscar la famosa cueva de Piria, donde se suponía que realizaba sus experimentos. Sabía mucho sobre el tema, por lo que seguramente podría decirles algo útil.

—El castillo tiene una página, la que vimos en el celular, vamos a ver qué más dice —Tamara abrió el sitio web con un clic. Había escrito «Castillo Pittamiglio» en el buscador.

—Buenísimo —Emilia se acercó a su amiga, que estaba sentada frente a su laptop.

—Mirá lo que dice acá —Tamara, interesada, leyó—: «lo que más sorprende es la belleza arquitectónica en perfecta sintonía con la sabiduría ancestral de la alquimia, que se expresa a través de las decenas de símbolos y esculturas, dispersas en los caminos laberínticos del Castillo».

—Sí, de esos vimos muchos recién.

—Habría que ir otra vez y sacarles fotos para buscar lo que significan.

—Capaz están en internet. Fijate.

—Es verdad. Veamos —Tamara hizo unos nuevos movimientos y aparecieron en la pantalla muchos símbolos además de fotos del lugar.

Luego de observarlos abrieron uno de los enlaces y encontraron más información sobre el misterioso edificio.

—Acá dice que se trata de una réplica casi exacta de muchos otros castillos construidos por los caballeros templarios que existen por la campiña francesa. ¿Y no eran esos caballeros templarios los que cuidaban el Santo Grial?

—Me parece que eran esos. Después vemos. Seguí leyendo.

—«Sus instalaciones son poco convencionales y al espectador puede no gustarle el diseño del castillo. Repite un plan que se encuentra en infinidad de construcciones templarias: la edificación de una casa cuya propia arquitectura es pensada para que sea un espejo y un testimonio eterno del propio proceso de aprendizaje del iniciado en la alquimia».

—Impresionante, Tam —Emilia estaba encantada.

—La verdad que sí.

—Eso de la casa que menciona es muy similar a lo del castillo de Piria. ¿Te acordás?

—Aunque no lo de los templarios, eso del proceso de aprendizaje es lo mismo. Nunca me olvido de que Piria lo construyó como lugar de paso para realizar ese proceso y después lo abandonó. Al parecer Pittamiglio encierra más enigmas de los que creíamos. ¿No?

—Tal cual, sigamos investigando. Si el Grial está ahí, quiero encontrarlo.

—Ya nos dijo la guía que lo buscaron muchas veces. Aparte, que estaba ahí supuestamente —le recordó, remarcando el verbo en pasado—. Ya no está, según la leyenda esa.

—No me importa. A la cueva de Piria también la habían buscado muchas veces.

—Es verdad, tenés un punto.

—Ahora buscá información de los caballeros templarios, a ver si estábamos en lo cierto.

Instantes después, leía sobre estos personajes históricos, protagonistas de diversas hazañas y cuentos a lo largo de la historia.

—«Los caballeros templarios fueron una orden creada durante la Edad Media, con el propósito de llevar adelante una batalla religiosa para recuperar la Tierra Santa». Eso dice como introducción, pero explica algo sobre lo que nos interesa —sus ojos recorrían la página con rapidez—: «Al parecer, numerosas historias colocan al Santo Grial como el centro de los tesoros templarios. Pese a que muchas de sus supuestas reliquias se perdieron, siguieron custodiando el Santo Grial, que se encontraría escondido en algún sitio». ¿Tal vez aún escondido? ¿En nuestro querido Uruguay?

—Sería asombroso.

—Pero extraño que no lo hayan encontrado todavía, si es que es verdad.

—Acordate de lo que te dije.

—Cierto —volvió su mirada a la computadora—. Veamos. Impresionante lo que uno encuentra cuando busca. Parece que «el último maestre del Temple: Jacques de Molay, momentos antes de ser quemado, pudo proclamar: Pero la orden vivirá para siempre».

—¿Será que está ahí o esto es pura fantasía? —seguía pensando en la leyenda.

—Nunca se sabe. La piedra filosofal es la misma historia. Hay quienes creen que existe y otros que no. Lo de los templarios es parecido. Alquimistas que buscan la piedra filosofal o elixir de la vida, templarios que buscan o protegen el Santo Grial, ¿no?

—Sí. Da que pensar eso. ¿No se asociará uno con otro? Fijate si aparece.

Su amiga tipeó algo en el teclado.

—Encontré una relación entre ellos. Dice que la idea del Santo Grial sería una cristianización de la piedra filosofal. Como que una idea es igual que la otra. «Así, no es de extrañar que uno de los motivos de las cruzadas fuese hallar el Santo Grial que, según decían, confería la inmortalidad o curaba a quién bebía de él». Tendría las mismas propiedades. Es decir, es lo mismo, pero con otro nombre.

—Entonces como que tiene sentido. Digo, que el Santo Grial esté escondido en el castillo de Pittamiglio, que justamente era alquimista, además de ingeniero y arquitecto.

—Sí, tiene sentido —La chica quedó pensativa durante un momento.

Alguien golpeó la puerta de la habitación. Fue como si aquel sonido las volviera a la realidad.

—Vinieron a buscarte, Emilia —Era la madre de Tamara.

—Bueno, gracias —se levantó, agarró sus cosas y saludó a su amiga—. La seguimos luego.

—Acordate de preguntarle a tu papá si sabe algo.

—Sí, le voy a preguntar. Después te mando mensaje.

—Dale, genial. Te acompaño hasta abajo.

También saludó a la madre de su amiga antes de salir de la casa. Instantes después estuvieron abajo.

—Nos vemos en estos días —Tamara le dio un beso en el cachete y saludó de lejos a Laura, la mamá de Emilia, que esperaba en el auto a su hija.

Los enigmas eran más cada vez.

Enigmas en el castillo Pittamiglio

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