Читать книгу Enigmas en el castillo Pittamiglio - María Pía Caputo - Страница 8
CAPÍTULO III Una charla enigmática
Оглавление—Papá, tengo algo que preguntarte —Emilia ni siquiera había saludado a Héctor cuando se le acercó ansiosa por interrogarlo.
—¿Cómo estás, hija? Espero que hayas pasado bien. Hola, papá, gracias. Estoy bien. ¿Vos bien? —se lo hizo ver de forma graciosa, intentando educar a su hija con buenos modales.
—Perdoná, hola. Es que estoy con ganas de saber si tenés idea sobre algo.
—Acompañame al fondo que estoy empezando un fuego.
Mientras iban caminando, Emilia comenzó el interrogatorio.
—¿Sabés del Santo Grial?
—¿Por qué el interés? ¿No alcanzó con buscar la fórmula para la piedra filosofal? —rio.
—Los enigmas nos buscan, papá —sonrió su hija.
—En realidad de eso sé poco y nada. Hay muchas leyendas, pero nada certero. Se dice que fue la copa en la que Jesús tomó durante la última cena. Por tanto, le habría conferido poderes extraordinarios, parecidos a los del elixir de la vida. Quien tomara de ella sería bendecido con la vida eterna y sería la cura de cualquier enfermedad.
La chica se sentó en uno de los cómodos bancos del fondo, mientras su padre se ponía manos a la obra con la leña.
—Leímos que podría ser una cristianización de la piedra filosofal. ¿Eso es como que sustituye la idea, digamos?
—Algo así, es la conversión al cristianismo. Hace mucho tiempo, no solo se buscaba cristianizar personas, cambiar su religión al cristianismo, sino también sus creencias o tradiciones paganas. Entonces se ajustaban a lo cristiano.
—¿Paganas?
—Vamos a definirlo como personas que no veneran a un Dios único, ¿entendés?
—Sí, me parecía. Entonces esas ideas de gente no cristiana las cambiaban a veces para que se difundan como cristianas.
—Muchas veces.
—Es interesante.
—Se hacía incluso con los lugares religiosos.
—Supongo que querés decir que lugares religiosos paganos pasaron a ser cristianos.
—Exacto. Así que no está del todo errado eso de que las ideas de la alquimia se extrapolaran a lo religioso.
Emi: Tam, le pregunté a papá, pero no tiene mucha idea. Está de acuerdo en que la del Santo Grial puede ser una creencia parecida a la del elixir.
Tam: Ahí va, entonces vamos por buen camino. Después seguimos investigando.
Emi: Esto está reinteresante. Estaría buenísimo encontrarlo.
Tam: Increíble. Seguro sueño con eso.
Emi: Vos y tus sueños. Bueno, nos vemos. Mamá me llama. Papá está haciendo chorizos y queso provolone a la parrilla. Y unos morrones.
Tam: Riquísimo, que lo disfruten. Yo acá por comer unos ravioles.
Emi: Vos también. Suena deli. Abrazo.
Tam: Beso.
Emilia dejó el celular, porque la madre la instaba a hacerlo.
Apareció desde la cocina con lo que los brazos le alcanzaron para traer.
—Eso de tener el celular en la mano todo el tiempo ¿es necesario?
Se enojaba porque en la actualidad los jóvenes siempre estaban usándolo.
—No es todo el tiempo, solo hablaba con Tam.
—¿Es necesario ahora? Acabás de venir de estar con ella. Estamos por comer, en familia.
—Está bien, mamá. Ya lo dejé —levantó las manos.
—No es tan grave, Laura —el padre trató de calmar los ánimos.
—No tanto, pero importante, Héctor.
Emilia abrazó a su madre, quien se ablandó, sonrió y se dispuso a poner la mesa junto con su hija. Matías, su hermano, que había estado en el club deportivo, apareció por el fondo saludando. Dejó el bolso y la raqueta y las ayudó.
—Tenemos nuevos enigmas, hermano —le susurró mientras ayudaban.
—¿Ah, sí? —se sorprendió.
—El castillo Pittamigilio.
—¿En Montevideo?
—Sí, gracias al amigo de Piria. Parece que ahí estuvo escondido el Santo Grial. O está.