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El señorío de Colhuacan y la relación con los mexicas

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Para Paul Kirchhoff (cit. en Caamaño, 1988: 183) Colhuacan fue “uno de los pueblos más importantes de la historia antigua de México, pero desgraciada-mente el menos conocido”. Esto se debe en gran medida a la cantidad de datos dispersos que no se han recopilado sistemáticamente y, por tanto, no hay una continuidad de los mismos, lo que da como resultado lagunas de información que dificultan entender los procesos históricos y culturales de la zona.

En los Anales de Cuauhtitlan se menciona que en la fecha 9- calli (721 d.C.), poco después de la caída de Tula, los culhuas se establecieron en la parte sur de la laguna de México bajo el mando de Nauhyotzin. La fuente informa que en el año 1- tecpatl “siguieron su propio camino los culhua y en su delantera su rey llamado Nauhyotzin”. Tanto Nauhyotl como Cuauhtlix “eran los más principales de la casa y linaje del gran Topiltzin, y después Nauhyotl y sus descendientes fueron reyes de los culhuas que así se llamaron los toltecas por ser su cabecera Colhuacan” (en Caamaño, 1988: 180-181).

A decir de Charles Gibson (2012) en el 1000 d.C. ocurrió una inmigración masiva de los pueblos tolteca, chichimeca, otomí y azteca hacia la cuenca de México. Y por “una serie de cambios de poderes las comunidades de Xaltocan, Colhuacan y Azcapotzalco, ascendieron y cayeron como centros de autoridad”. Nigel Davies sugiere que para esta misma fecha, Colhuacan se encontraba en su mayor época de esplendor de su historia, llegando a influenciar a la ciudad de Tula, el valle de México, Toluca y Morelos (cit. en Cline, 1986: 4).

Pero de 1371 a 1426, momento de auge y expansión del imperio mexica y estando en la sede del gobierno el Huehue Tezozómoc, “los reinos antes dominados por Colhuacan fueron sometidos […]. La alianza mexica-tepaneca provocó, la rápida decadencia de Colhuacan”. Esto generó que, posteriormente, durante el mandato de Moctezuma II, el templo del Fuego Nuevo fuera reconstruido con un afán de legitimación ideológica y hegemónica por parte del estado mexica (Ávila, 2006: 120).

Este momento fue clave para el dominio ideológico de los culhua-mexicas, ya que durante 1455 la ceremonia del Fuego Nuevo se sincronizó en varias ciudades alejadas de Tenochtitlan para escenificar “un único ritual del Fuego Nuevo, como festejo de la regeneración del tiempo, al bajar el fuego del cielo y repartirlo en un despliegue de poder” (Pérez, 2002: 110).

Recapitulando, tanto para los teotihuacanos como para los toltecas y los mexicas Colhuacan era un asentamiento hegemónico-cerro-sagrado, símbolo del poder, de cultura y símbolo de la soberanía. Las mismas crónicas destacan que el señorío fue considerado representante de la autoridad y uno de los centros de poder más antiguos y prestigiados del altiplano; además de aparecer como detentor de la lengua y la cultura nahuas.

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