Читать книгу Una chica como ella - Marc Levy - Страница 13

Оглавление

El día en que salí del hospital

Al principio utilizaba una tabla. La colocaba entre la cama y la silla y me deslizaba sobre ella para pasar de una a otra. El truco me lo enseñó Maggie. Yo no era su primera paciente, y tenía una manera de explicar las cosas que no te daba tiempo a asustarte. Me prometió que algún día ya no la necesitaría, siempre y cuando desarrollara los músculos de los brazos. Tantos años de carreras para tener unas piernas de hierro, y ahora que ya no estaban ahí, tenía que volver a empezar de cero con los hombros y la nuca.

Una mañana el doctor Mulder me dijo que ya no tenía motivos para retenerme. Parecía triste al anunciarme esta noticia y pensé que igual quería que me quedara un poco más. Como estaba un poquito enamorada de él, y Maggie me había dado un último comprimido de oxicodona a escondidas, le propuse que se viniera conmigo. Se rio y me palmeó el hombro diciéndome que estaba orgulloso de mí. Luego me pidió que me preparara, al parecer había gente fuera esperándome. ¿Qué gente? Ya lo verá, me contestó con una sonrisita capaz de hacerme querer casarme con él en ese mismo instante.

No era consciente, pero en ese momento solo tenía una cosa en la cabeza: impregnarme de su rostro y de su olor mientras aún podía hacerlo. Se dibujaba otro antes y su después: con y sin el doctor Mulder.

Recorrí el pasillo sentada en la silla, empujada por papá. Los auxiliares, las enfermeras, las recepcionistas y los médicos de guardia levantaban el pulgar, aplaudían a mi paso y me felicitaban. Qué simpáticos todos, porque era yo quien tenía que aplaudirles, abrazarlos, decirles que con ellos había descubierto una humanidad que no sospechaba, pero que me había dado la fuerza para soportar el dolor. Y eso no era todo: cuando llegué al vestíbulo, me quedé pasmada.

Había periodistas, cámaras, flashes que chisporroteaban, policías para protegerme y un centenar de personas anónimas venidas de toda la ciudad para felicitarme. Me puse a llorar como una magdalena, sobrecogida por toda esa atención, y volví a llorar en el coche, cuando comprendí que no me felicitaban por haber llegado casi a la meta, sino por haber sobrevivido.

*

Una chica como ella

Подняться наверх