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Capítulo 3 Énfasis en la providencia divina

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El 30 de mayo del año 70 d.C., el ejército romano, encabezado por el futuro emperador Tito, lograba penetrar la muralla exterior de la ciudad de Jerusalén, tras haberla sitiado durante meses. Después, los zelotes, refugiados dentro de las murallas del Templo, eran derrotados y la ciudad caía en manos romanas. El historiador Flavio Josefo afirma que más de 1.100.000 judíos perecieron y cerca de 100.000 fueron tomados cautivos. En la ciudad de Roma se encuentra el famoso Arco de Tito. Allí, en el pilar meridional, se halla una representación en bajorrelieve de los cautivos judíos encadenados y los soldados romanos cargando el candelabro de siete brazos del Templo. Ahora bien, mientras que los judíos morían de hambre, eran decapitados y capturados, los cristianos de Jerusalén escapaban.

¿Cómo salvaron su vida? Muchos años antes de la destrucción de Jerusalén, Jesús había predicho los terribles eventos que seguirían a su muerte. La señal sería ver la ciudad rodeada por el ejército romano. Las instrucciones y las advertencias fueron claras: “Por tanto, cuando en el lugar santo vean la abominación desoladora, de la que habló el profeta Daniel (el que lee, que entienda), los que estén en Judea, huyan a los montes; el que esté en la azotea, no baje para llevarse algo de su casa; y el que esté en el campo, no vuelva atrás a tomar su capa. Pero ¡ay de las que en esos días estén embarazadas o amamantando! Pídanle a Dios que no tengan que huir en invierno ni en día de reposo” (Mat. 24:15-20, RVR).

Tras unas revueltas originadas por los zelotes (que habían tomado la fortaleza de Masada), Cestio Galo sitió y atacó Jerusalén con treinta mil hombres. Ingresaron en la ciudad, pero no en el Templo. Aparentemente, la ciudad y el Templo caerían de un momento a otro. Pero, sin razón evidente, las tropas se retiraron repentinamente. Esto posibilitó que los cristianos tomaran seriamente las advertencias de Cristo y huyeran hacia la ciudad de Pella, más allá del Jordán.

Las profecías bíblicas se han cumplido tal como se habían predicho. Y, como cristianos, tenemos la certeza de que podemos confiar en la palabra profética más segura, ya que se ha cumplido todo lo que Dios anunció a través de sus profetas.

Increíblemente, ni un solo cristiano pereció entonces. Cuando Tito llegó, todos los cristianos habían huido, alertados por la profecía de Jesús. En el año 70 d.C., el Templo de Jerusalén fue totalmente destruido, en cumplimiento de la profecía de Cristo: “Jesús salió del templo, y ya se iba cuando sus discípulos se acercaron para mostrarle los edificios del templo. Él les dijo: ‘¿Ven todo esto? De cierto les digo, que no quedará aquí piedra sobre piedra. Todo será derribado’” (Mat. 24:1, 2, RVC). Solo una pequeña parte de la muralla del Templo permanece actualmente.

Esta es solo una muestra de una de las profecías bíblicas que se han cumplido tal como se había predicho. Y, como cristianos, tenemos la certeza de que podemos confiar en la palabra profética más segura, ya que se ha cumplido todo lo que Dios predijo a través de sus profetas. Sin embargo, algunos consideran que el hecho de que algo esté profetizado implica que Dios es el ejecutante y única causa de esas profecías, sin ninguna participación humana.

Varios autores han tratado de resolver el asunto de la demora de la Segunda Venida al enfatizar este concepto de la soberanía y el preconocimiento de Dios, colocando sobre él la responsabilidad del momento de la Segunda Venida. Entre ellos, Arnold Wallenkampf es quien más ha desarrollado esta posición.33

¿Podemos adelantar la Segunda Venida?

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