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Conclusión

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Al partir del presupuesto de la atemporalidad para explicar el ser de Dios, Wallenkampf se distancia del Dios bíblico. Enraizado en el teísmo clásico, termina presentando la idea de un Dios que determina cada evento de esta Tierra, y cae en el determinismo teológico propio de este movimiento. Su visión de la omnisciencia en términos de visión y atemporalidad que se desprenden de su adopción de la atemporalidad divina lleva a la concepción de un futuro cerrado, fijo, puesto que Dios ya lo previó en su omnisciencia. En consonancia, su visión de la providencia divina también lleva a presentar el papel del hombre como un mero espectador en el plan de salvación y, específicamente, en los eventos relacionados con la Segunda Venida.

Wade lanza esta pregunta atinada a la posición de Wallenkampf: “El autor ofrece una solución que en cierto modo nos tranquiliza, pero debemos preguntarnos si esta es verdaderamente una solución bíblica”.77 Wade afirma que no, dado que la posición de Wallenkampf está sustentada en la filosofía griega más que en la Biblia.

Después de haber analizado la posición que enfatiza la soberanía divina, nos enfocaremos en la postura que enfatiza mantener la tensión entre la actividad humana y la soberanía divina con respecto a la demora de la Segunda Venida.

33 Ver la reseña que se hizo de su libro: Loron Wade, “Recensión de La demora aparente, Arnold Wallenkampf”. Diálogo Universitario 9, N°1 (1997), p. 28. Además: Steger, “La ‘demora’ de la Segunda Venida”, p. 10; Enrique Espinosa, “La demora aparente, ¿cuánto aún faltará?”, Espigas 2 (1998), p. 4.

34 Arnold Wallenkampf, La demora aparente, p. 140.

35 Ibíd., p. 110.

36 En este mismo sentido, Gallagher no considera que los esfuerzos del hombre puedan ayudar a acelerar la parusía ya que hacer depender este evento de los esfuerzos humanos sería de alguna manera “limitar la omnipotencia de Dios”. Él afirma: “No podemos decir que Cristo no ha venido porque no hemos trabajado lo suficiente, para que no nos centremos en nuestras obras y caigamos en un estado de actividad frenética a fin de expiar nuestra culpa para que Jesús pueda venir pronto” (Gallagher, ibíd., p. 6).

37 Gallagher también plantea esta cuestión. Se observa que deja lugar para el elemento humano, pero solo como una respuesta a la iniciativa de Dios, ya que su énfasis está en que la “Segunda Venida es la obra de Dios y no la obra del hombre”. Afirma que la pobre respuesta ante el llamado de Dios no puede prevenir la Segunda Venida más que la relación del antiguo Israel con Dios pudo prevenir la Primera Venida. Este énfasis en la soberanía divina se desprende de sus presupuestos, que serán analizados en la siguiente sección (Gallagher, ibíd., p. 7).

38 Wallenkampf, ibíd., p. 136. Sakae Kubo utiliza esta misma expresión. Para Kubo, el sentido de demora no se genera en que Dios haya establecido una fecha y luego se haya arrepentido. Ni ha pospuesto el regreso de Cristo en algún momento. El sentimiento de demora surge de una reacción puramente humana a las expectativas humanas. Afirma enfáticamente que Dios vendrá solamente cuando lo establezca él, y que afirmar que “de alguna manera, por nuestros propios esfuerzos humanos, podemos hacer bajar a Cristo” es algo “blasfemo” (Kubo, God Meets Man [Nashville, Tennessee: Southern Publishing Association, 1978] p. 101).

39 “No está en nosotros la responsabilidad de producir el ésjaton: el fin de todas las cosas terrenales. Dios lo hará. No nosotros” (Wallenkampf, ibíd., p. 106).

40 Ibíd., p. 101. Kubo también, al hacer referencia a la cita de Elena de White que menciona que cuando el carácter de Cristo sea perfectamente reproducido en su pueblo él vendrá, descarga en Dios toda la responsabilidad por esta y cualquier otra tarea que deba ser realizada antes del Segundo Advenimiento: “Sin embargo, no podemos obligarnos febril y francamente a reflejar el carácter de Cristo. Es la obra de Dios. Cuando lo ha hecho con nuestra cooperación y ve que se cumplen todas las demás condiciones (como el evangelio predicado en todo el mundo), Cristo regresará. Es él quien modela el carácter de Cristo en nosotros, y es él quien determina cuándo volverá Cristo” (Kubo, ibíd., p. 102).

41 Gallagher también parte de una concepción atemporal del ser de Dios. Afirma que, “si realmente es el Eterno, el gran YO SOY, en quien ‘no hay pasado ni futuro; todas las cosas le son eternamente presentes’ (Comentario bíblico adventista, t. 7, p. 634), entonces hablar de una ‘demora’ en conexión con Dios no tiene validez real” (Gallagher, ibíd., p. 5).

42 Wallenkampf, ibíd., 53.

43 Ibíd., p. 53.

44 Ibíd.

45 Ibíd., p. 58. En este mismo sentido, Gallagher llega a afirmar que la relación de Dios con el tiempo solo es significativa “cuando la consideramos desde el punto de vista del hombre”: somos nosotros los que vemos la “demora”, no Dios (Gallagher, ibíd, p. 5).

46 “Un argumento clave del libro La demora aparente consiste en defender la omnisciencia y el control soberano de Dios sobre el mundo” (Espinosa, íbid., p. 5).

47 Wallenkampf, ibíd., p. 140.

48 Para Gallagher, que Dios tenga un preconocimiento previo de la fecha de la Segunda Venida no indica necesariamente que su conocimiento sea la causa de ese evento. En otras palabras, no hace depender el evento de la Segunda Venida del preconocimiento divino. Sin embargo, a la hora de definir la soberanía divina, declara que hacer a Dios dependiente del hombre es “evidentemente inaceptable”, poniendo un énfasis claro en la soberanía divina y disminuyendo por completo lo que puede hacer el hombre en la Segunda Venida (Gallagher, ibíd., p. 6). En la concepción de Sakae Kubo, la idea de que dado que Dios conoce algo, esto está determinado por él es fuerte: “Cristo podría haber venido en un tiempo anterior, pero Dios conocía que no lo haría. ‘Acelerar la venida’ no puede implicar que Dios cambia la fecha que ha establecido” (Kubo, ibíd., p. 101). Es más, afirma que Dios no es como un astronauta que debe demorar su vuelo varias veces por problemas con el tiempo o desperfectos técnicos. La fecha del regreso de Jesús está establecida porque “Dios conoce cuándo vendrá Cristo” (ibíd., p. 102).

49 Wallenkampf, ibíd., p. 67.

50 “Dios no ha abdicado el Trono del Universo, ni ha entregado a los mortales la administración de su obra en este mundo. Él tuvo, tiene y tendrá el pleno control de este mundo y de la misión que debe realizarse en él […]. Ni por un instante se debiera pensar que Dios no tiene el control completo del Universo. ¡Dios tiene el control!” (ibíd., p. 121).

51 Ibíd., p. 63.

52 Ibíd., pp. 120, 121.

53 En esta dirección pareciera ir LeRoy Froom al afirmar que el preconocimiento divino determina las acciones que ha previsto, siguiendo al teísmo clásico. Haciendo una comparación con la primera venida de Jesús –de la que la Biblia dice que su fecha estaba establecida desde mucho antes–, Froom afirma que, dado que Dios conoce la fecha de la Segunda Venida, entonces es un evento fijo y predeterminado en el que él tiene el control final. Es más, al comentar acerca de las profecías de Daniel, afirma que los poderes que seguirían a Babilonia debían ser cuatro –no tres o cinco– porque así lo había previsto, en el sentido de ver por anticipado, el preconocimiento de Dios. Al referirse a las profecías históricas de Daniel, llega a afirmar que estas sucederán porque Dios lo había previsto así en su preconocimiento: “Estas profecías no son condicionales, provisionales, contingentes. El plan inviolable de redención estaba entretejido en su misma textura y tiempo. Aquí existe finalidad” (Leroy Froom, Movement of Destiny, p. 595). En este sentido, pareciera igualar el preconocimiento a la providencia, afirmando que lo que Dios preconoce también lo predetermina: “Estas son las profecías divinamente ‘asignadas’, ‘marcadas’. Constituyen, según palabras proféticas, ‘los eslabones de la cadena profética desde la eternidad pasada hasta la eternidad futura’ (Ed 178). Comprenden el bosquejo del Dios omnipotente, que abarca las edades. Nada es más fijo, más seguro, más invulnerable” (ibíd., p. 597).

54 Aludiendo a Wallenkampf, Steger dice: “Por otro lado, algunos subrayan la soberanía de Dios como el elemento excluyente para determinar el momento de la Segunda Venida. Razonan que la Segunda Venida es un acto de Dios y no de los hombres. Él es el único que interviene en la fijación del momento adecuado para realizarla” (Steger, ibíd., p. 12).

55 Wallenkampf, ibíd., p. 136.

56 “No está en nosotros la responsabilidad de producir el ésjaton: el fin de todas las cosas terrenales. Dios lo hará. No nosotros” (ibíd., p. 106).

57 Se observa que deja lugar para el elemento humano, pero solo como una respuesta a la iniciativa de Dios, ya que su énfasis está en que la “Segunda Venida es la obra de Dios y no la obra del hombre”. Afirma que la pobre respuesta ante el llamado de Dios no puede prevenir la Segunda Venida más que la relación del antiguo Israel con Dios pudo prevenir la Primera Venida (Gallagher, ibíd., p. 7).

58 Kubo, ibíd, p. 101.

59 Wallenkampf, ibíd. Lo que estaría dando a entender Wallenkampf es que la respuesta humana a la providencia divina no es un factor que contribuye a la determinación divina del momento de la segunda venida de Cristo.

¿Podemos adelantar la Segunda Venida?

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