Читать книгу ARCO. Los peregrinos perdidos - Mario Merago - Страница 16
Оглавление5. El Hogar de Sarria
Hacía una mañana normal cuando Arco cogió su móvil y le mandó un wasap a su compañera de camino: «Isadora, estoy esperando tu llegada, deseando realizar la salida de Guadalupe a Sarria. Vienes tu desde Alía y luego salimos por la rotonda, ¿verdad? Te esperaré en la puerta de casa para que me veas».
Diez minutos después Isadora, preparada en modo Decathlon, se hacía presente en la entrada. En la distancia se escuchaba el sonido de las campanas del monasterio de la plaza de España. Iban con retraso, según lo que habían estipulado para la hora de llegada a Galicia.
Las horas de viaje, después de todo, transcurrieron velozmente. El trayecto se estaba haciendo ameno y la comitela se realizó en las inmediaciones de Zamora.
El viaje proseguía e Isadora reía mientras hablaban, hasta que llegó el momento de la localización del parking en Sarria donde debían guardar el coche. No tardaron mucho tras las indicaciones telefónicas pertinentes de Jon Jack. La única pega era que la puerta de entrada al parking no era precisamente suave. Nadie hizo acto de presencia, por lo que solo quedaba acopiar fuerzas y domesticar la puerta. Por fin, cargados con sus grandes macutos, se dirigieron al Hogar de Sarria, su primera pensión en zona gallega.
Justo enfrente de la entrada, hacia el lado norte, una pequeña iglesia les daba la bienvenida y en el interior de la pensión el dueño del local les esperaba.
—¡Bienvenidos! ¿Es vuestra primera vez? —dedujo el posadero tras ver sus caras—. El primer día antes de salir a caminar debéis dejar vuestro equipaje en recepción con vuestro nombre, ¿de acuerdo? —Los dos asintieron al mismo tiempo—. No os preocupéis, el recepcionista que trabaja para nosotros os atenderá a primera hora de la mañana cuando salgáis. Se llama Jon, pero podéis dirigiros a él como el Pollo, está más acostumbrado. Él se hará cargo del transporte de vuestro equipaje y os dirá dónde tenéis que dejarlo. Ahora os recomiendo un paseo por la hermosa villa de Sarria. ¡Que tengáis una buena tarde, gracias! —se despidió el hombre con una agradable sonrisa. Ellos guardaron silencio, sin especificar que ya habían mantenido contacto con Jon Jack.
Algo más tarde los dos nuevos peregrinos siguieron los consejos del hombre corpulento y se dirigieron a ver el precioso pueblo de estilo rústico. Su ambiente antiguo dispone de zonas restauradas para el peregrino de a pie y cuenta con tiendas de deporte, de souvenirs, de libros y de amuletos, así como con restaurantes y tabernas donde cenar una buena pizza y tomarse una fresquita sangría.
—¿Qué te parece, Arco, si nos dirigimos hacía allí? —Isadora señaló en dirección a un mirador—. Está protegido con refuerzos y decorado con unos arcos de forja, ¿los ves? Aparece la inscripción con el rótulo: «Eres un sol». —Sonrió con cara de pilla—. Le podríamos decir a nuestro amigo el forja que nos haga uno igual para Guadalupe o un corazón, ¿no crees?
«Otra nueva idea». Los dos ralentizaron su tiempo disfrutando de las vistas del anochecer. Ya de vuelta, distinguieron unas bellas tablillas pintadas de colores en la pared del muro, dispuestas por encima del asiento de madera, en las cuales se divisaban con claridad los mejores deseos y mensajes para el caminante. Arco decidió sentarse e Isadora, dispuesta a realizar un clic de foto, fue arrasada por la colaboración espontánea de dos extranjeras que se ofrecieron a realizar una de las mejores imágenes del viaje.
Comenzaba a verse un poco la sencillez y amabilidad del camino.