Читать книгу ARCO. Los peregrinos perdidos - Mario Merago - Страница 18

Оглавление

7. Desayuno tierno

El frío de la mañana se dejaba notar y los dos transeúntes se dirigieron al albergue cercano que Jon les había especificado. El albergue también pertenecía a su jefe, al igual que la pensión de Sarria.

Al entrar a la rústica sala, Isadora y Arco fueron bajando a una especie de sótano muy pintoresco. Una perra algo ruda y una mujer típica gallega les saludaron:

—¡Buenos días, chicotes! ¿De dónde venís? ¡Pero sentaos, sentaos! Seguro que tendréis muchas ganas de comer unas estupendas gachas. Aquí, como veis, estamos en familia. Buscaos un huequiño y os vais presentando al resto de peregrinos. Seguro que os cruzáis con ellos más de una vez. ¡Mirad, ese es Javier! —Lo saludó, invitándolo a sentarse a su lado.

—Hola, buenas. ¿Qué tal, pareja? —Arco e Isadora le dieron la mano cortésmente, sin dar explicaciones—. Llevo andando dos semanas desde O Cebreiro y este es uno de los mejores lugares donde he parado. Os recomiendo las tostadas —dijo el hombre, de unos cuarenta años y con melena larga y negra, con aspecto un poco descuidado—. En principio voy solo, pero llevo coincidiendo varias jornadas desde que empecé con una buena compañera escocesa; generalmente, nos juntamos para comer. —Señaló al lado izquierdo de Isadora—. Os presento a Judit —dijo mientras cogía de la mesa frente a ellos una pieza de fruta—. Judit ha viajado hasta España para realizar el Camino de Santiago. Por lo visto, vio la película The way y se sintió impresionada por la ruta jacobea. Se ha convertido en un sueño para ella. Lleva mucho más tiempo que yo andando, desde Astorga hasta El Ganso, en León —informó Javier mientras era interrumpido por la perra.

—Guau, guau…

La mesa de madera estaba cubierta de ricos alimentos, la chimenea sonaba con el crujir de la leña cuando arde, la posadera servía el café y su marido, el jefe, azuzaba a la perra para que se callara:

—¡Julieta, deja de ladrar, que vas a asustar a los huéspedes! —comentó el posadero—. ¿No ves que están desayunando?

En un principio todos los allí presentes se rieron. Formaban un grupo de peregrinos de unas once personas alrededor de una larga mesa. De repente la perra se acercó a Isadora y esta se puso tensa mientras Arco y Javier se desternillaban. Judit, la compañera de al lado, se resignaba a mirar hacia abajo.

—¡Julieta, que te estés quieta! ¿No ves que están comiendo? —Pero la perra, con un sofocante ladrido entrecortado y con falta de respiración, seguía enseñando los dientes en plan desafiante—. ¡Chiquilla, pero cálmate! —le dijo el posadero a Isadora—. Es que tiene un problema de respiración y la pobre es muy feíta.

—Ja, ja, ja —se rieron todos al compás de los ladridos.

Momentos más tarde Judit intentó hacerse entender, pero su inglés difería mucho del estudiado por Isadora, aun estando en quinto curso, y el nivel de Arco no era mucho mejor, por lo que al desaliñado y culto Javier le tocó hacer de traductor.

—Salí miedosa de Astorga —comentó Judit mientras era traducida—. Siempre había hecho algún otro camino acompañada, pero esta vez me dispuse a hacerlo sola. Tengo mi interior dolorido, he perdido a mi bebé. —Ellos se miraron sorprendidos por las explicaciones—. Me siento impotente, pero los días siguen saliendo y yo no puedo venirme abajo. Es una dura etapa, pero no puede empañar la belleza de toda mi ruta y menos de toda mi vida, ¿no creéis? —Sonrió tímida y tristemente.

Intuitivamente, Arco distinguió que Javier la admiraba. Se notaba que él guardaba su propia vida para sí; quizás había una soledad muy incrustada en su interior.

Minutos más tarde, desde lo más alto de la escalera se escuchó decir a Jon Jack:

—¡Bueno, yo me dispongo a llevar ya las mochilas en dirección a la Casona Fineas! ¡Adiós, jefes! —Hizo ademán de despedida a los posaderos.

—¡Buen camino, Pollo!

Todos los allí presente se iban despidiendo: Judit con su acento algo nórdico, la delgada alemana, el regordete padre con su hijo pequeño, el bajito italiano, una mujer y un hombre más desaliñados, la pareja tímida de alto estatus y, finalmente, Isadora y Arco.

ARCO. Los peregrinos perdidos

Подняться наверх