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El Jesús terrenal como lo entienden los historiadores modernos

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Los historiadores también están interesados en estudiar al Jesús terrenal que se presenta en el Nuevo Testamento, y usan los escritos del Nuevo Testamento de la misma manera en que usan otros escritos de la antigüedad. Consideran estos escritos como fuentes principales para analizar, con el fin de extraer información pertinente para una reconstrucción creíble de quién fue Jesús y qué ocurrió en el mundo debido a él. Al usar el Nuevo Testamento con este propósito, debemos observar que los historiadores no lo usan de la misma manera que los teólogos cuando buscan explicar lo que los cristianos deben creer acerca de Jesús ni lo usan de la misma manera que los eruditos, cuya meta es entender los mensajes de los libros individuales. El objeto de la búsqueda del historiador no es «el Jesús del Nuevo Testamento», que es importante para le fe cristiana ni es el «Jesús mateano», ni «el Jesús juanino», ni ninguna otra figura semejante que frecuentemente es el foco del estudio del Nuevo Testamento. Ellos buscan al «Jesús histórico», es decir, la persona que surge de un análisis de fuentes de acuerdo a principios de la ciencia histórica generalmente aceptados. En este sentido, el estudio histórico de Jesús es un campo decididamente distinto a los estudios del Nuevo Testamento: es un campo que usa el Nuevo Testamento para entender la historia y no un campo que ve la interpretación del Nuevo Testamento como un fin en sí mismo. Aun así, el traslapo de intereses entre estos dos campos es considerable, a tal punto que algunas discusiones de lo que se llama «estudios del Jesús histórico» pueden ser apropiadas.

Lo primero que hay que decir es que el «Jesús histórico» no debe equipararse con Jesús, el hombre real que vivió en Galilea. Los historiadores reconocen que Jesús, la persona real, dijo e hizo muchas cosas que son desconocidas para nosotros. También aceptan que él pudo haber dicho y hecho cosas que se narran en el Nuevo Testamento, que no se pueden considerar como históricas, simplemente porque no hay prueba suficiente que verifique o confirme lo que se narra allí. La ciencia histórica es escéptica por naturaleza. Por ejemplo, los historiadores generalmente no están dispuestos a aceptar aseveraciones de que la gente hacía milagros u otras proezas sobrenaturales que desafían las leyes conocidas de la ciencia. No niegan necesariamente que esas cosas hayan ocurrido, pero generalmente sostienen que esas afirmaciones no se pueden confirmar de maneras que les permitan ser consideradas como hechos históricos. No son asuntos que se puedan verificar basándose en lo que cuenta como prueba histórica.

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