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A fin de cuentas ¿qué es un «Evangelio»? La mayoría de los lectores modernos están familiarizados con muchos tipos distintos de literatura, un recorrido por una librería moderna revela secciones dedicadas a historia, ficción, viajes y así sucesivamente. Podríamos preguntarnos: si hubiera habido librerías como esta en el mundo antiguo, ¿dónde habrían colocado el Evangelio de Mateo? ¿O el de Marcos, el de Lucas o el de Juan?

La palabra evangelio se usó primero para describir no una clase de libro sino el contenido de la predicación cristiana. La palabra significa literalmente «buenas noticias» (evangelion en griego) y por esta razón a los autores de los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento frecuentemente se les ha llamado «los cuatro evangelistas», porque escribieron buenas noticias (esencialmente las mismas buenas noticias que otros «evangelistas» estaban predicando). En un sentido, entonces, nuestros Evangelios escritos solo son predicaciones, en forma indirecta, pero en realidad no se leen como sermones. ¿Qué son?

evangelista: en los estudios del Nuevo Testamento, el autor de cualquiera de los cuatro Evangelios; Mateo, Marcos, Lucas y Juan son los cuatro evangelistas.

Muchos eruditos modernos piensan que los Evangelios se pueden introducir libremente en el género de «biografía antigua». Los libros que pertenecen a ese género eran especialmente populares en el mundo romano, y muchos de ellos han sobrevivido hasta el día de hoy. El historiador griego Plutarco (45-125 e. c.) escribió más de cincuenta biografías de griegos y romanos prominentes. Alrededor del mismo tiempo de Plutarco, Suetonio y Tácito relataron las vidas de emperadores romanos. Había biografías de generales y héroes militares y también de filósofos y líderes religiosos. Una librería o biblioteca romana probablemente habría puesto nuestros Evangelios del Nuevo Testamento en el mismo estante de Las vidas de los filósofos más ilustres por Diógenes y de Vida de Apolonio de Tiana por Filóstrato.

Entender los Evangelios como biografías antiguas es útil, pero es necesario decir por lo menos cinco cosas más en cuanto a esto.

1.Son compilaciones. Aunque los Evangelios, como productos terminados, podrían ser identificados como biografías completas, ellos incluyen otros géneros de literatura dentro de sus páginas: genealogías, himnos, parábolas, historias de milagros, discursos, historias de pronunciamientos y más.

2.Tienen la influencia de la literatura judía. Los cuatro Evangelios del Nuevo Testamento están escritos en griego, el idioma del mundo grecorromano, pero fueron escritos por personas muy versadas en las Escrituras de Israel. Esas Escrituras también contienen narraciones semibiográficas de personas como Abraham, Moisés y Elías. Aunque nuestros Evangelios fueron escritos para el mundo grecorromano, sus autores sabían estas historias del Antiguo Testamento y tuvieron la influencia de ellas.

3.Son biografías antiguas, no modernas. Los Evangelios no pretenden, en absoluto, dar perspectivas objetivas o equilibradas de la vida de Jesús. No revelan sus fuentes ni ofrecen ninguna manera en que los lectores corroboren la confiabilidad de lo que ellos narran. Su enfoque no es nada detallado: dan poco conocimiento de la personalidad o motivación de Jesús; casi no dan información de su vida temprana; ni siquiera se molestan en describir su apariencia física. También carecen de la clase de datos —referencias a nombres, fechas y lugares— que serían estándares para cualquier biografía: el Evangelio de Marcos nos dice que Jesús sanó a un hombre en una sinagoga (3:1-6), pero no nos da el nombre del hombre, ni nos dice cuándo ocurrió esto, ni qué pasó después (¿Fue permanente la curación? ¿Llegó a ser seguidor de Jesús el hombre? ¿Siguió asistiendo a la sinagoga?). Aunque puede parecernos extraño, las audiencias del mundo antiguo no esperaban que se hicieran esas preguntas en las biografías. El propósito de las biografías antiguas era narrar relatos que presentaban el carácter esencial de la persona que era objeto de la obra. En efecto, el propósito de la biografía era definir el carácter de esa persona de una forma que invitara a la imitación. Además, el estilo anecdótico de las biografías antiguas permitía que los acontecimientos se relataran sin mucho interés en la cronología. Los acontecimientos no necesariamente se presentaban en el orden en que ocurrieron; más bien, se narraban en una secuencia apta para tener el efecto retórico deseado en los lectores del libro. Esta característica puede explicar por qué nuestros cuatro Evangelios frecuentemente relatan acontecimientos en secuencias distintas (p. ej., el relato en el que Jesús vuelca las mesas en el templo de Jerusalén se encuentra cerca del inicio del Evangelio de Juan, pero está cerca del final del Evangelio de Marcos). Véase el cuadro 5.2.

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