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EL DIÓXIDO DE AZUFRE
ОглавлениеEl dióxido de azufre es otra historia de éxito, al menos en algunas partes del mundo. El gráfico de esta página muestra cómo han cambiado los niveles medidos de dióxido de azufre en el Reino Unido desde 1990.
Puede parecer una considerable disminución de los niveles de dióxido de azufre en un periodo de veinticinco años, pero, de hecho, no es sino la parte final de una reducción más prolongada. El gráfico de la página 71 muestra las mismas medias, pero añadiendo los niveles medidos de la parte hoy cerrada de Londres Central entre 1974 y 1989.
Actualmente, la mejora de la calidad del aire es espectacular, una auténtica historia de éxito. El dióxido de azufre era un componente importante de los famosos esmogs de mediados de los años cincuenta. Cuando empecé a interesarme por la contaminación del aire, a finales de los años ochenta, la lluvia ácida debida a las emisiones de dióxido de azufre era uno de los problemas más candentes de la ciudad. Hoy en día, ya no hablamos de la lluvia ácida, ni tampoco demasiado del dióxido de azufre en suspensión como uno de sus principales contaminantes, al menos en el Reino Unido. Uno de los factores fundamentales de esta notable mejora es el declive de la industria manufacturera en el Reino Unido y el resto de Europa occidental.
Niveles medidos de dióxido de azufre, 1990 a 20167
La imagen global del dióxido de azufre muestra la presencia de una fuente sistemática, de fuerte crecimiento o que, en el peor de los casos, se mantiene más o menos constante: el transporte marítimo internacional. Entre 1990 y 2001, las emisiones de este tipo de transporte se duplicaron, de modo que, en 2011, fue responsable de más o menos una séptima parte de las emisiones de dióxido de azufre. Naturalmente, gran parte de este se emite en alta mar, por lo que no suele afectar directamente a las personas, salvo a las que viajan en esos barcos, que, como cualquier otra minoría desfavorecida o apátrida, tienen derecho a que se las proteja de la contaminación medioambiental.
Niveles medidos de dióxido de azufre, 1970 a 20168
Al éxito de la disminución de la actividad industrial en el Reino Unido a medida que hemos ido pasando a una economía más centrada en los servicios, hay que sumar, en buena medida, la intervención regulatoria mediante las leyes del aire limpio, y unos cambios a mayor escala en las fuentes de contaminantes del aire. Muchas industrias han reducido de forma espectacular sus emisiones, pero, además, hemos pasado de quemar carbón y petróleo en las fábricas, las centrales eléctricas y en casa, a utilizar combustibles más limpios. Gracias a estos cambios, el consumo de carbón en el Reino Unido se redujo en un 83 % en sesenta años, entre 1955 y 2015. En nuestro país, la mayor parte del carbón se consume en las centrales eléctricas, y toda aquella que lo utilice debe emplear un sistema de desulfuración de efluentes gaseosos. Normalmente se hace con una pulverización fina o con polvos alcalinos que absorben el dióxido de azufre y lo eliminan de los gases de escape antes de que pasen a la atmósfera. Su eficacia para eliminar el dióxido de azufre de los gases de escape puede ser de más del 90 %. En consecuencia, aunque el consumo de carbón para generar electricidad se redujo a la mitad entre 1970 y 2014, las emisiones de dióxido de azufre debidas a la quema de carbón en las centrales eléctricas se redujeron en un 95 %. La eliminación del dióxido de azufre no es una tecnología particularmente nueva ni innovadora, pero no hubo ninguna ley que impulsara la reducción de las emisiones hasta que se impusieron unos topes nacionales en Europa, unos límites que se aplicaron a las centrales eléctricas mediante un sistema de licencias y permisos. Es sorprendente lo que se puede hacer cuando no hay más remedio que hacerlo.
La reducción de los niveles de dióxido de azufre en el Reino Unido y en otras economías del primer mundo no ha sido un hecho aislado: la menor intensidad de la fabricación en Europa ha ido más que acompañada de un aumento de la actividad industrial en otros países, sobre todo en la India, China y otras economías asiáticas. De modo que, en cierto sentido, en el Reino Unido hemos dejado de exportar nuestra polución directamente y a nuestra conveniencia hacia los países situados a sotavento de Escandinavia y del centro de Europa, y hemos empezado a exportarla a otras partes del mundo. Y todo ello se ha reflejado en unos mayores niveles de contaminación en las economías crecientes. Por ejemplo, o bien por la fabricación de productos para exportar al Reino Unido u otras partes, o bien por alguna otra razón, los niveles medidos de dióxido de azufre en la India se duplicaron entre 2005 y 2015.8 En 2014, la India superó a Estados Unidos para convertirse en el segundo país del mundo con mayores emisiones de dióxido de azufre, después de China.
La causa principal ha sido nuestro viejo enemigo, el carbón, y el proceso inverso de descarbonación de las economías del primer mundo. Una de las características del carbón más interesantes para los agentes del proceso industrial es su precio, relativamente bajo. Y, además, existen reservas considerables en China (que produce casi la mitad del carbón del mundo), la India e Indonesia. En consecuencia, gran parte del crecimiento industrial de economías como las de la India y China se ha alimentado del carbón, incluido su uso para generar electricidad. El resultado es un aumento de las emisiones de dióxido de azufre a la atmósfera, en particular en países en los que (como ocurría en el Reino Unido en décadas anteriores) no existen fuertes incentivos para reducir estas emisiones con tecnologías de desulfuración de efluentes gaseosos.
Las emisiones de dióxido de azufre de la India mantuvieron una impresionante tendencia al alza desde 1990 hasta 2012; probablemente, más allá de ese año. En cambio, China (con unas emisiones totales unas tres veces superiores a las de la India) impuso limitaciones desde principios de la década de 2000. A ellas siguió un programa de implementación de la desulfuración de efluentes gaseosos, con lo que consiguió reducir las emisiones estimadas de dióxido de azufre de 2005 en adelante, mientras que el consumo de carbón siguió aumentando. Este mayor consumo de carbón en China y las consiguientes emisiones de dióxido de azufre y otros impactos medioambientales están perfectamente documentados. Pero al menos se ha conseguido desvincular tal realidad del aumento regular de las emisiones de dióxido de azufre, y empezar a reducirlas. Sin embargo, queda mucho por hacer: las concentraciones medias anuales de dióxido de azufre en Beijing siguen estando por encima de los 50 µg/m3, un nivel que supera el grado I de concentraciones medias anuales del estándar de calidad de aire de China, y probablemente suficiente para que en periodos más cortos la media supere también los estándares nacionales.
Para mejorar de forma regular los niveles de dióxido de azufre en todo el mundo, habrá que recurrir a las medidas y los cambios introducidos en Europa occidental desde los años cincuenta del siglo pasado. Nuestra experiencia nos dice que para reducir las emisiones de dióxido de azufre hacen falta controles reglamentarios de una amplia diversidad de fuentes, desde pequeñas plantas industriales y los fuegos domésticos hasta las grandes centrales eléctricas. El control de las emisiones de dióxido de azufre de las grandes industrias y plantas eléctricas es, en muchos sentidos, lo que más destaca en la imagen de conjunto. Son fuentes muy visibles, con una o dos chimeneas a las que se pueden aplicar los límites de emisiones; además se puede instalar en ellas dispositivos reductores. Es mucho más difícil intervenir en las fuentes menores, como las pequeñas fábricas de ladrillos que es posible instalar prácticamente en cualquier sitio con unos controles de la combustión y las emisiones mínimos. La quema generalizada de combustibles sólidos en las casas particulares también puede ser importante.
Tendencias de las emisiones de dióxido de azufre de China y la India desde 1990 hasta 20109
Para ocuparse de estas fuentes pequeñas hay que seguir el método del palo y la zanahoria. En este caso, el palo son las restricciones en el uso de combustibles sólidos, apoyadas por un servicio de inspección que controle el cumplimiento de la ley. La zanahoria incluye incentivar el uso alternativo de combustibles bajos en azufre como el gas natural licuado, con lo que tal vez baste para que las alternativas más limpias sean rentables en comparación con los combustibles sólidos. Y más importante y fundamental es garantizar la disponibilidad de combustibles alternativos para que las comunidades y los agentes de procesos industriales puedan satisfacer sus necesidades de calor sin tener que usar carbón ni petróleo, de alto contenido de azufre. Quizás este sea el auténtico problema, sobre todo en las zonas rurales. En el Reino Unido, lo resolvimos construyendo sistemas de transporte y distribución de gas natural a partir de los años sesenta. Actualmente, el 84 % de los hogares del Reino Unido tienen acceso al gas natural canalizado, un carburante tan extraordinario —que libera de la tarea tediosa y sucia de traer carbón a casa y tirar las cenizas— que los usuarios domésticos se pasan a él en cuanto tienen ocasión. Suministrar gas natural canalizado a consumidores domésticos y comerciales es caro. Además, evidentemente, el gas es un carburante fósil con reservas finitas. Pero el suministro focalizado de gas natural puede ser parte de una estrategia efectiva para reducir el uso de combustibles sólidos en zonas con altos niveles de dióxido de azufre. Es posible considerar otras muchas opciones: mejorar la eficiencia energética es importante, por supuesto, con fuentes de energía de cero emisiones, entre ellas la solar, la geotermal, la hidráulica y las bombas de calor geotérmicas. Las fuentes basadas en la biomasa, como la digestión anaeróbica para producir biogás, o la combustión de madera, residuos o cultivos destinados a tal fin, también pueden desempeñar su papel, aunque tales fuentes tienen unos efectos contaminantes propios que siempre hay que gestionar adecuadamente.