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1. El animal esperanzado 1. Entre la búsqueda de seguridades y el anhelo de progresar

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En los seres humanos conviven en tensión dos impulsos de capital importancia: por un lado, el deseo de obtener seguridades, de conservar lo que poseemos y de estar (y sobre todo de sentirnos) protegidos. Por otro lado, el anhelo de superar nuestros propios límites, de mejorar la situación presente y de progresar. En cierto modo, todos vivimos marcados por estos dos impulsos y por nuestra decisión de obedecer a uno o al otro.

La búsqueda de seguridades y de protección nos acompaña desde que nacemos. Se expresa, en primer lugar, en nuestro instinto innato de autopreservación, que compartimos con el mundo animal. Detrás de este instinto básico palpitan milenios de evolución durísima, a lo largo de la cual nuestra especie aprendió a defenderse con ingenio y creatividad de toda suerte de amenazas. El ser humano no podría existir sin un saludable instinto de autopreservación que le aconseja ser prudente, buscar refugio ante el peligro y evitar todo lo que le pueda hacer daño. Sin embargo, el deseo de obtener seguridad y protección va más allá del simple instinto de autopreservación. Es la tendencia a desconfiar de lo desconocido, que nos empuja hacia lo firme y estable, que nos lleva a buscar el orden y la permanencia, a repetir las prácticas que nos han dado buen resultado (en todos los ámbitos de la vida) y a mirar con recelo lo novedoso y lo que nunca se ha hecho. En el fondo, en la raíz de nuestro comprensible deseo de seguridad y de protección está siempre el miedo a perder lo que poseemos: la vida, la salud, el amor, la mucha o poca paz de que gocemos y el dominio más o menos logrado de nuestro entorno inmediato. Dado que este entorno está en perenne transformación, la amenaza a nuestra estabilidad es también constante, de modo que el deseo de seguridad está siempre justificado. No habría que minusvalorar la importancia formidable de este impulso, que late (aunque no siempre nos demos cuenta) en la raíz de muchas de nuestras decisiones diarias, planteamientos, dudas e iniciativas.

En tensión con esta búsqueda de seguridades está nuestro anhelo de superar los propios límites y de progresar. Existe en la persona, en efecto, al lado del instinto de autopreservación, el instinto de autosuperación: el ser humano sueña. Sueña con mejorar sus condiciones de vida, sueña con conocer mejor su entorno y a sí mismo, sueña con la dicha, con desentrañar los secretos de su origen, de su presente y de su futuro (somos «el hombre en busca de sentido», según la clásica expresión de Viktor Frankl1), y así, a la vez que buscamos protección y seguridades, somos también personas inquietas, tentadas por la audacia, exploradores de lo desconocido.

Esta búsqueda de sentido y de progreso vive en tensión con el deseo de seguridad y de protección precisamente porque nos empuja hacia lo ignorado y lo que nunca se ha probado: nos invita a arriesgarnos y a ser intrépidos. Si el miedo era la fuerza principal detrás del deseo de seguridad y protección, la esperanza enciende el anhelo de superación de los propios límites. Son como dos voces que nos hablan sin descanso desde lo más hondo de nosotros mismos: el miedo para advertirnos que las cosas podrían ser peores, y la esperanza para sugerir que podrían ser mejores. El miedo nos recuerda todo lo que podemos perder, fijándose en lo que ya tenemos, mientras que la esperanza nos invita a imaginar lo que nos falta, lo que todavía nos queda por lograr, el potencial que no hemos usado, las capacidades que estamos desaprovechando.

Ambas voces tienen razón. El miedo no miente en su advertencia de que nuestra existencia podría empeorar, y la esperanza suele decir la verdad cuando sugiere que podría mejorar. Y en esta encrucijada vivimos: entre la búsqueda de seguridades y el anhelo de superación, entre el miedo y la esperanza.

No sugerimos, por supuesto, que esta tensión sea la única clave interpretativa para comprender a la persona, ni siquiera la más importante, pero sí nos parece que la oposición entre el deseo de seguridad y el anhelo de progreso puede ayudar a analizar y a explicar satisfactoriamente procesos y situaciones muy diversas.

Esperanza

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