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EL VIAJE DEL AUTORRECONOCIMIENTO

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A lo largo de la película asistiremos a varios ejemplos que evidencian un contraste de actitudes entre la Chihiro más insegura y la Sen más decidida. Podemos analizar, por ejemplo, un caso ya mencionado de esta dualidad, que se da en la dicotomía entre dos escenas en las que la niña se enfrenta a un obstáculo a gran altura: las escaleras hasta la sala de las calderas y la tubería suspendida sobre el mar.

El primer caso supone el primer reto real que Chihiro debe superar por ella misma: debe bajar unas cochambrosas escaleras hasta la sala donde Kamaji, por recomendación de Haku, podrá ayudarla. No es tan infrecuente en la filmografía de Hayao Miyazaki el encontrar estructuras vertiginosas o situaciones que reflejen la vulnerabilidad de las alturas, pues encontramos esta situación en otras de sus películas, como en el rescate de Nicky a Tombo del zepelín (Nicky, la aprendiz de bruja) o, sobre todo, el peligro de las amenazantes y frágiles construcciones de la isla de Laputa (El castillo en el cielo). Chihiro se muestra especialmente temerosa en esta escena; continuamente insegura y temblorosa baja los peldaños sentada evitando mirar más allá… hasta que un mal paso la precipita escaleras abajo.

En el segundo, Sen encuentra una tubería suspendida a muchos metros de altura como único camino para acceder a unas escaleras que llegan hasta las dependencias de Yubāba, donde ha ido a parar un malherido Haku. Decidida a ayudar a su amigo, en esta ocasión no duda en prepararse, tomar carrerilla y cruzar a todo correr por la inestable estructura, que se va rompiendo a cada paso que da. Esta vez sube y no baja, el peligro es real; esta vez la caída es peligrosa y no tiene escalones bajo sus pies… pero el motivo que la empuja la ha hecho descubrir el valor que atesora en su interior. El contraste entre estas dos escenas es, por tanto, muy representativo de la evolución de la pequeña, algo que también quedará reflejado en el uso de la banda sonora (véase capítulo 6).


Otro ejemplo que ilustra muy bien cómo emerge poco a poco la fortaleza de la heroína lo descubrimos, de manera gradual, en la cuidada evolución de sus expresiones. En un principio estas son un exagerado reflejo de la aprensión, la duda y el miedo pero, conforme va afrontando desafíos, la pequeña Chihiro va mostrando un rostro mucho más complejo y sereno29, incluso en situaciones terroríficas. Al respecto de esto es representativo que Hayao Miyazaki declarara30 que, a pesar de que no quería destacar ningún momento concreto de la película sobre el resto, sí consideraba simbólica la dualidad de dos escenas, a las que le gustaría que el espectador prestara atención: la imagen de la niña tumbada en el asiento trasero del coche, vulnerable y pequeña y, por otro lado, el plano final, con su mirada llena de vida tras haberse enfrentado al mundo, los auténticos retratos que muestran el desarrollo de su carácter a través de su expresión.


Biblioteca Studio Ghibli: El viaje de Chihiro

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