Читать книгу ARGENTUM - Martiniano Pujol - Страница 8
ОглавлениеCapítulo 4
La policía cercó el lugar, con las esquinas bloqueadas, solo las fuerzas de seguridad están frente al banco, apostados detrás de las patrullas. Argentum aterriza con su flamante traje nuevo sobre el techo de un local de ropa que estaba justo enfrente, a espaldas de los oficiales, se arrodilla, se asoma por la carga y escucha las conversaciones, no se pude mandar a lo bruto, no sabe cómo es el panorama en el interior.
Escucha a uno de los oficiales decirle a un compañero y un hombre de traje gris:
—El comando ya salió para acá, está en camino, se van a encargar ellos.
El otro oficial mira por encima del hombro del primero y anuncia:
—Llegó el comisario.
—Buen día, Ramírez, póngame al tanto —dice el comisario, un hombre alto, panzón, calvo y con bigotes, todo el cliché.
—Buen día, comisario —contesta Ramírez muy respetuoso—. Estamos acá con el gerente del banco, tiene acceso a las cámaras con su celular.
—Muy bien, gracias por su colaboración, señor, pero no puede estar acá por si hay tiroteo, déjenos el celular y vaya detrás de la barricada, por favor —dice el comisario agradecido, pero firme.
—Disculpe, comisario, no lo tome a mal, pero por razones de seguridad, no le puedo dejar el celular —responde el gerente algo avergonzado.
—¿Desconfía de la policía, señor?
—No, no, no, por favor, déjeme que le explique, es un teléfono corporativo, no es mi teléfono personal, para ver las cámaras pide un código cada 5 minutos, y esos códigos no se los puedo dar, protocolos del banco, comisario, sepa entender.
—Bueno, bueno, está bien —dice el comisario, al que la tecnología lo supera—, no tenemos tiempo para esas cosas, Ramírez, póngale un chaleco al señor si se va a quedar.
—No hay chalecos, señor, o sea, no tenemos de sobra para el civil.
—¡Por Dios! —se queja el comisario juntando las manos—. Explíqueme qué pasa ahí adentro y después acompañe al señor afuera del perímetro.
—No se preocupe, comisario, cuando armamos la barricada apareció una vecina, nos mostró los mensajes de su celular, la hija está adentro escondida en un escritorio con puertas abajo, dice que el delincuente es uno solo.
—¿Se podrá confiar en esa fuente?
—Sí, comisario, lo confirmamos con las cámaras —le dice Ramírez—, es un masculino solo, tiene encañonado al oficial de seguridad, todos los rehenes en el piso y a uno de los empleados lo obliga a poner el dinero en un bolso.
“¡Qué suerte que es uno solo!”, piensa Argentum agazapado en el techo. “Si alguna vez se complica, que se complique cuando tenga más cancha”.
Por el frente vidriado ve al ladrón detrás del policía de rehén, el arma le apunta al cuello.
“¿Qué puedo hacer?”, se pregunta cuando de pronto:
—Argentum, ¿me escuchás? —Argentum se da vuelta y no hay nadie, mira para todos lados... y nada.
Se escucha una risa y...
—Soy yo, boludo, pará de mirar para todos lados que no estoy ahí.
—¿Iván?
—No, Jesús, pelotudo, sí soy yo, escuchame, te fuiste de raje y no te terminé de contar, en la parte lumbar te puse una radio y un celular, en la capucha tenés manos libres, ¿qué tul?
—Ya sé que sos un genio, pero casi me matás del julepe. ¿Cómo sabés que miraba para todos lados?, ¿me pusiste una cámara? —pregunta Enrique que ya no sabe qué esperar de Iván.
—No, te estoy viendo por la tele, en el edificio de la manzana de atrás se plantó el noticiero para enfocar el frente del banco, y tenés razón.
—¿Con qué?
—Necesitás capa, se te marca todo el ocote.
—Dejame de joder ahora, salvo que se te ocurra algo, ¿qué sabés?
—Tenés que hacer algo ya, los del noticiero dicen que podés ser un cómplice, ya te va a caer la cana encima, vos desde ahí no ves porque el banco es más alto, pero en el techo hay una claraboya, mandate por ahí.
—Bueno, si la policía me ve no importa, apenas el chorro mire para otro lado… ¡AHORA!
¡FUSH! Argentum salta al techo del banco, no puede romper la claraboya con un bombazo de energía, no quiere hacer ruido y perder el efecto sorpresa, la tiene que arrancar silenciosamente, la toma de los costados y tira hacia arriba, está amurada como para sacarla con su fuerza natural, por lo que comienza a aumentar la energía de a poco y TRAC, logra desprenderla casi sin ruido, pero le quedaron doliendo los dedos.
La policía se empieza a alborotar, ya alguien dijo que desde el noticiero hablan de un encapuchado que entró por el techo. El ladrón ve más movimiento que hace unos instantes y le grita apuntándole a una de las rehenes, sin dejar de sujetar al oficial por la espalda:
—¡Ey!, vos, abrí la puerta, y que ni se te ocurra salir, siempre de este lado.
—No, no, por favor —dice la rehén entre sollozos. Era una clienta del banco, gordita y cachetona en sus 40, con rulos y ojos que mostraban mucho miedo.
—Hacé lo que te digo, carajo —le grita el maleante exaltado.
—Colabore, señora, por favor, no lamentemos víctimas —le ruega el oficial con el brazo izquierdo del delincuente alrededor de su cuello.
La señora de rulos asiente, todavía con miedo en sus ojos, pero también con empatía hacia el rehén principal, y obedece.
Argentum se asoma apenas por la escalera que da al hall de la planta baja, donde está toda la acción, hacia la derecha tiene la línea de cajas, con los rehenes en el suelo contra los mostradores, a la izquierda el frente vidriado del banco, y de frente contra una pared, el delincuente apuntándole a la señora y el policía mirando el arma.
La señora se levanta, toma el barral de la puerta de blindex, y siempre enfrentando su cara contra el vidrio, da pasos hacia atrás en un arco hasta que la abre.
El delincuente obliga al policía a acompañarlo al medio del hall, y grita bien fuerte desde adentro, hacia la puerta, a los policías apostados en la vereda de enfrente:
—¿Qué mierda pasa ahí que hay tanto revuelo?, quiero la cuadra despejada ahora, ¿me escuchan?, si no empiezo a bajar gente, váyanse ya de ahí. —En ese momento apunta el arma hacia la calle.
“¡Esta es la mía!”, piensa Argentum dando un salto repentino hasta la base de la escalera, cae enfrentado al ladrón, junta sus brazos con las palmas hacia adelante, y ¡FUOOM!, tira un golpe de energía, vuela el arma contra la pared, el delincuente y el policía se revuelcan en el piso.
Él apuntó directamente al arma, para evitar dañar al rehén, los revuelcos de ambos fueron efectos secundarios de la acción por los nervios. El arma rebota en la pared y se desvía hasta casi la línea de cajas, deslizándose por el suelo. Uno de los rehenes, aprovechando la separación del delincuente con el oficial por el golpe de Argentum, se estira hasta el arma y la empuja por el suelo hacia el policía.
“Buena idea”, piensa Argentum, que baja los brazos y se relaja.
El policía toma el arma, todavía en 4 patas, empieza a erguirse empuñándola. Por detrás también se va levantando el delincuente:
—Cuidado, atrás —grita Argentum al oficial, que levanta el arma, pero apuntando hacia él, con el ladrón a sus espaldas.
—No, no, tranquilo, vine a ayudar —trata de explicarle Argentum agitando las manos delante de él.
—Me di cuenta —contesta el oficial que lo sigue apuntando. Argentum abre bien grandes sus ojos, ¡PUM!, se escucha el disparo, en el momento en que tensa todo el cuerpo. ¡WUOOOOSH! y hace un arco ascendente con los brazos y las palmas hacia arriba, el tiro pega en el techo y los dos delincuentes chocan contra la pared detrás de ellos, quedando inconscientes.
Argentum no sale de su asombro, siente sus propias palpitaciones, los policías de la vereda de enfrente se asoman boquiabiertos por sobre los patrulleros, bajando sus armas.
“Tengo que hacer un poco de circo para la foto —piensa Argentum viendo que ya está todo solucionado—, hasta ahora los pocos que me vieron en acción me tienen bronca, tengo que cambiar esa imagen”. Despega los pies del piso, levanta la mano derecha apuntando a los delincuentes desmayados y avanza levitando hacia ellos, de reojo ve a los rehenes estupefactos. Si no fuese por el mosquitero pintado que le tapa la boca, se vería su sonrisa.
Desciende cerca de los delincuentes y sigue apuntándoles, gira la cabeza mirando a los rehenes:
—Ya no hay peligro, pueden salir.
Algunos rehenes salen corriendo por la puerta todavía abierta, otros salen despacio mirándolo asombrados, un par de “gracias” se escucharon también, se sentía orgulloso de cómo resultó su bautismo de fuego, a pesar del susto que se pegó.
—¿Quién sos?, ¿cómo te llamás? —le dice el último de los rehenes a su espalda, un joven con camisa de mangas cortas y corbata, se nota que es uno de los empleados del banco. Argentum se pone de costado para verlo sin perder de vista a los ladrones, y levitando, ya que está, gira y retrocede dando la espalda a las cajas.
—Argentum.
—¿Y sabés volar?
—Sí, por supuesto.
—¿No tenés capa?
—Eh... estoy en eso, ya pronto voy a tener, gracias, ¿te parece que me quedará mejor?
—Y… se te marca todo el traste, flaco… con todo respeto, ¿eh?, no lo tomes a mal, pero para mí la capa te va a quedar mejor, se te mete adentro esa tela.
—Sí, ya me lo hicieron notar, gracias igual —le contesta Argentum mientras agarra a los delincuentes y los levanta de la ropa.
Sale el rehén y Argentum unos metros detrás con los delincuentes conscientes, muy confundidos y golpeados, caminando a los tumbos, los lleva como marionetas.
Busca al pelado de traje marrón:
—¡Comisario! —El comisario lo ve todavía muy sorprendido, se queda un instante inmóvil hasta que avanza hacia él.
—Eh, sí, sí, acá, yo soy el comisario... Ramírez, ¡los ganchos, querido! —le dice mirando a su oficial principal mientras sigue caminando hacia Argentum.
—Les entrego a los delincuentes para que procedan, señor. —El policía del banco era cómplice.
—Sí, sí, vimos todo a través del vidrio —le dice mientras unos oficiales esposan a los maleantes—. Como comisario de la ciudad corresponde que le diga que, a pesar de estar agradecido por lo que hizo, le ruego que no se arriesgue tanto, debe dejar que la policía actúe… aunque veo que no corrió mucho peligro, ¿no?
—Siempre hay peligro, comisario, y no quise ofender a las fuerzas de seguridad, solo vi una oportunidad de ayudar, nada más; como ve, puedo hacer cosas que otros no, si le puedo ser útil en algo, un placer.
—Esteee... Bueno, muchas gracias... ¿Podés ir a la comisaría con tu DNI?, es para el papeleo… entenderás que hay que hacer un informe.
—Me llamo Argentum, comisario, solo le puedo decir eso. —Empieza a elevarse—. Espero que no me necesiten, pero estoy disponible para ayudarlos en lo que sea, ¡saludos! —Se despide y acelera desapareciendo por el aire detrás de los edificios.
—Hola, ¿me escuchás?
—La puta que te parió, Iván —grita Argentum estremeciéndose en pleno vuelo—, me hacés cagar todo, ¿no tiene un ringtone esto?
—No, boludo, está en silencio, si estás escondido te mando al frente, ¿volvés al laboratorio?
—Y… debería, todavía es temprano, ¿o me cambio en casa?
—Acercate del lado del bosque que te tapan los árboles y después de la terraza bajá al patio interno, tengo el bolso con tu ropa acá.
—Okey, dale, vos cerrá la puerta del laboratorio por las dudas.
—Estás en todos los canales, necesitás capa ya, cuando levantaste vuelo tenías como un metro de tela en el túnel, ja, ja, ja.