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Capítulo 5

Iván ve que Argentum cae desde la terraza hasta el patio interno por la puerta lateral de la oficina. Es una puerta vidriada, para que entre luz. La oficina se anexó al laboratorio en una obra reciente, dividiendo el pañol de mantenimiento a la mitad, por esa puerta tenía acceso el jardinero. Ahora hay solo dos accesos al patio interno, la puerta original del pañol que ahora es de la oficina, y una nueva en la otra mitad que quedó para los empleados de mantenimiento. El resto de las paredes que rodea el patio son de los baños de los edificios linderos, tienen ventanas altas, de vidrio esmerilado que se abren con la abertura hacia abajo, por lo que salvo que justo entre el jardinero es un lugar seguro, el lunes estaba el pasto corto, seguramente desde el sábado, que es cuando cortan el pasto para no molestar con ruidos de maquinaria a los investigadores. Aterrizó tranquilo, fue idea de Iván y no se le escapan los detalles.

—Entrá, Argentum, trabé la puerta, no hay nadie —le dice Iván abriendo la puerta al patio.

—Si no hay nadie, ¿por qué me decís Argentum?

—Si tenés el traje te digo así, por las dudas alguien escuche, ¿no dijiste que hay que crear hábitos?

—Recórcholis, Robin, piensas en todo —le toma el pelo en español latino y se ríe mientras se saca la máscara.

—Dale, pelotudo, cambiate rápid… —Se escucha que alguien quiere abrir la puerta. ¡¡TOC, TOC, TOC!!

—¿Hay alguien ahí?, está cerrado.

—Es Karina, la secretaria —dice Iván agitando las manos—, sacate el traje rápido y ponete el guardapolvo, quedate sentado atrás del escritorio… ¡YA VA!

—¿Cómo me bajo el cierre, boludo?, ¿la capucha queda colgando?, no abras, ayudame.

—Tiene una solapita pegada con velcro, el cierre está acá abajo, nabo, te tengo que explicar el traje todavía, la capucha se separa. —Le baja el cierre y va para la puerta. Enrique se saca el traje rápido y a los tirones, lo arroja debajo del escritorio y agarra su guardapolvo del perchero.

Iván abre la puerta:

—Hola, ¿qué tal?, disculpá, es que cuando revelamos las placas tenemos que cerrar para que no entre luz.

“Mierda que sos rápido para mentir”, piensa Enrique, que se sienta en la PC del escritorio mientras se abotona el guardapolvo. Las placas son digitales, aparte el laboratorio tiene ventanas por todos lados, los vidrios son opacos, pero la luz entra, cualquiera con dos dedos de frente se daría cuenta.

—Pasá, pasá que ya revelamos —le dice Iván a Karina haciéndose a un lado, sosteniendo la puerta con una mano e invitándola a pasar con la otra de forma caballerosa. Karina pasa y para frente a la oficina, del otro lado del vidrio.

“No puede estar tan buena y yo en calzones”, no puede evitar pensar Enrique.

—Me pidió el Dr. Medina que les avise que jueves y viernes va a haber actividades extracurriculares, acá tienen los memos impresos. —Mira a Enrique, se nota que no tiene remera debajo del guardapolvo, él la saluda con la mano, con una sonrisa nerviosa, todavía en calzones y pisando el traje debajo del escritorio, ella le devuelve el saludo subiendo apenas la cabeza con una sonrisa apenas visible con expresión de no entender qué pasa.

—¿Te puedo preguntar algo? ¿Por qué te manda a vos y no manda un email? —pregunta Iván que siente que circula mucha gente por su lugar de trabajo.

—¿Les molesta que venga? —pregunta Karina mirando de nuevo a Enrique, que simula escribir en la PC.

—No, para nada, es que me llama la atención que sea tan arcaico, nada más.

—Yo le pregunté también, dice que quiere asegurarse que se reciba la información... Ah, y me dijo que si por estos memos se demora el informe del viernes que no hay drama, que lo pueden entregar la semana que viene.

—Bueno, gracias —le dice Iván—. Por ahí llegamos al viernes, vemos.

Karina se retira y Enrique se asoma por el marco de la puerta de la oficina para verla “irse”, como siempre.

—¿Te diste cuenta? —le dice Enrique no bien se cierra la puerta—. Cuando te preguntó si te molestaba que venga me miró a mí, se nota que estoy en cueros abajo del guardapolvo, para mí piensa que cerramos la puerta porque te estaba dando murra.

Iván lo mira juntando el entrecejo.

—¿Y por qué vos murra a mí y no yo murra a vos?

—Qué sé yo, boludo, es lo mismo, aparte vos sos más chiquito y más... Robin, jua. —Y salta hacia adentro de la oficina esquivando la patada de Iván.

—¿Qué mierda tengo de Robin, pelotudo?, ¿cuándo me viste disfrazado al lado tuyo?

—Te estoy jodiendo, bolas, ¿ahora te vas a poner homofóbico? —le dice Enrique siempre disfrutando que Iván se enoje.

—Robin no era gay, tarado, aparte, ¿homofóbico?, ¿no tenemos un montón de amigos y colegas que son gays?

—Amigos, sí, tenemos, colegas no sabía.

—¿Nunca fuiste al baño de Física? —Lo mira y se empieza a reír.

—No, queda relejos, ¿vos sí?, ¿qué pasa ahí?

—Una vez quería hacer número dos tranquilo y pensé que ahí no me iba a joder nadie, pero no voy más, está todo escrito con teléfonos y mensajes para encontrarse y sacarse lustre.

—Naaa, ¿en serio?, ¿acá en la facu?

—Sí, bolas, pero vamos a lo nuestro mejor, hoy no hicimos una goma.

—Sí, me di cuenta —le dice Enrique mientras se empieza a vestir.

—Igual nadie sabe que el informe lo terminamos el lunes, cualquier cosa estamos trabajando en eso, recién le cambié unas pavadas para que quede registrada la fecha en el archivo, por las dudas lo tengamos que enviar.

—Estás en todas, eh, sos... ¿Iron Man?

—¡Bue!, vamos mejorando, te tengo que explicar el traje, te olvidaste el cinturón.

—¿Cinturón? ¡Buenísimo!

—Mirá, el traje te lo podés poner solo, por acá al costado va el cierre, ¿ves? —Levanta el traje y le va mostrando—. Tenés bolsillos en la parte interior de los antebrazos, y en la espalda, donde hay una radio y un celular, uno es back up del otro, pero la radio solo tiene un alcance de 10 km.

—Y la radio está siempre abierta para que me hagas cagar todo y te diviertas, ¿no?

—No, tenés dos botones escondidos en la capucha, tocá, ¿ves?, te quedan arriba de la oreja; el de arriba es para activar la radio y el de abajo es para atender el celu. La radio la dejé abierta a propósito, pensé que te ibas a probar el traje en tu casa y quería hacerte una joda, no pensé que iba a haber una toma de rehenes y tenías que salir rajando.

—¡Ah, qué jodón que sos! —le dice Enrique cruzándose de brazos—, pero seguí que está buenísimo.

—En los mismos bolsillos están los cables de carga, así no hace falta sacarlos y por la espalda va el cable del auricular vinculado a los dos aparatos.

—¿No tiene bluetooth?

—No —le dice Iván con tono de que no moleste con pavadas.

—Pero tiene más onda con bluetooth —le dice Enrique para molestarlo.

—Siempre son más estables y seguros los cables y en el cinturón hay un powerbank, por las dudas, en el compartimiento de atrás.

Enrique frunce la boca como diciendo “¡qué fenómeno, mi amigo!”.

—¿Y el resto de los compartimientos? ¿Qué son?, ¿de esos tarjeteros de goma con cierres magnéticos?

—Sí, todavía están vacíos, vemos qué surge, en uno van a ir los concentrados de ATP... ¿Te diste cuenta de cómo se abrocha?

—Sí, veo, como un cinturón de seguridad, práctico... Te dije que Batman tiene un pijama tuyo, ¿no?

—Sí, antes de irte, dejate de joder, ¿qué te parece?

—Es espectacular, me encanta.

—¿Se te ocurre algún cambio?

—¿Puedo una pavada estética?

—Y sí, si lo vas a usar vos.

—¿Qué te parece ponerle la “A” o el Ag celeste y blanco en la hebilla del cinturón?

—Sí, tenés razón, me gusta, ¿ves que para algo servís? —Y le da palmaditas en la mejilla riéndose.

Enrique también se ríe, y aunque está acostumbrado, sabe que la genialidad de su amigo es incomparable y le dice:

—¿Qué hacemos?, ¿laburamos o vemos mi debut con traje?

—Debut con traje, a full —contesta Iván mientras lee los memos y Enrique va a la tablet—. Pero vamos a tener que hacerles las placas a los cobayos hoy sí o sí, no nos podemos rascar, mañana vienen los de inventario temprano y a la tarde tenemos visitas de estudiantes secundarios, hay que atenderlos, es un programa del Ministerio de Ciencia y Tecnología, que dice para “la motivación de los jóvenes hacia el mundo de la ciencia”.

—¡Qué bueno!, me parece muy bien... ¿y el viernes? —pregunta mientras pone el noticiero.

—El viernes… —Lee unos segundos, y sigue—: vienen unos japoneses interesados en lo que estamos haciendo, leyeron los papers preliminares que publica el Consejo.

—¿Qué Consejo?

—El Conicet, nabo, Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas.

—¡Ah!, decí Conicet entonces, nadie sabe qué quiere decir. ¡AHÍ ESTOY!

Se agarra de la mesada y sonríe mirando la Tablet.

—¡Mirá, Iván, las cámaras del banco!

Iván se acerca con pasos apurados, se para pegado a su lado con una mano en el hombro.

—¡Nooo, mirá cómo te disparó!, ¡le diste justo, Quique!, ¡qué peligro!

—Me madrugó lo del policía, ¿qué me iba a imaginar que era un cómplice?

—Ahí volaste para lucirte, es más fácil caminar, sos muy tribunero.

—Ja, ja, ja, sí, es que me vienen puteando en colores, y es la primera vez que sabía que me estaban filmando.

—Y... la verdad es que te viene bien un poco de buena imagen, con la señora de la caca del perro cruzaste una línea ahí.

—Sí, la llené de tierra, ja, ja, ja.

—Eso no es nada, el bombazo al montículo le debe haber dado un julepe bárbaro.

—Mirá —interrumpe Enrique—. Le están haciendo una entrevista al rehén que salió último, a ver qué dice...

—Sí, soy empleado del banco —dice el rehén.

—El policía era cómplice, ¿lo conocían? —pregunta la periodista.

—No, no, a los policías los rotan, no son siempre los mismos, pero eso no importa. —Mira a la cámara y dice—: Le quiero agradecer a Argentum por habernos salvado, fue impresionante, espero volver a verlo con su capa al viento.

—¿Te referís al hombre misterioso del que todos hablan?, ¿el que salió volando?

—Sí, se llama Argentum, parece macanudo, y desvió una bala.

—No desvié la bala, pibe —dice Enrique—. Le desvié las manos justito.

—Todos están hablando de él, ¿cómo sabés su nombre?

—Le pregunté, me dijo Argentum y que va a tener capa, debe haber salido apurado o algo.

—Hasta ahí, flaco, no sigas —dice Enrique cerrando los ojos.

—¿Qué pasa? —le dice Iván.

La periodista pregunta:

—¿Te dijo que va a tener capa este tal Argentum?

—Sí —responde el empleado del banco.

—Nooo —dice Enrique, Iván lo mira con curiosidad…

—Porque me dijo que ya le dijeron que se le marca todo el traste.

—No, no, no, flaco, ¡no podés decir eso! —dice Enrique abriendo los brazos. Iván se agarra del borde de la mesada y queda en cuclillas tentado.

—Bueno, pero parece que anda bien de atrás, ¿no? —dice la periodista bromeando.

—¡Si vos decís! —responde el rehén y empiezan a reírse.

—No, no, están hablando de mi culo, puedo volar y están hablando de mi culo. —Iván está de costado en el piso agarrándose el estómago, no puede parar.

—Dale, reíte vos, forro. ¡No puede ser tan boludo este pibe!

A Iván le toma unos minutos recuperarse, cuando vuelve a ver el video se fija en los detalles, a él nada se le escapa:

—Vení, Quique, mirá. —Enrique se acerca, ya está trabajando—. Mirá el panfleto que está atrás de vos, ¿lo ves?, ¿en el suelo contra la pared?

—Sí, ¿qué pasa?

—Ahí viene el balazo, pero vos mirá el papel — le dice Iván y saca la pausa del video.

—Lo prendí fuego.

—Sí, eso es un tema, hay que tener cuidado, tirás mucho calor si le das con todo.

—Y... ahí me asusté, menos mal que los rehenes estaban lejos.

Continúan trabajando hasta la una, leen la fluorescencia de los tejidos tumorales de todos los cobayos.

—¿Tenés hambre, no? —pregunta Iván.

—That´s my secret, cap, I´m always “hungry”. —Y lo mira como diciendo “¿entendés?”.

—I do, —responde Iván señalando a su amigo —I understand that reference. Voy a comprar comida, ¿cargás los datos en la compu?

—Dale, después de comer ponemos los sueros con colchicina, ¿qué decís de las lecturas?, ¿todos los días o cada dos?

—Yo diría todos los días, Quique, sabés que me gustan las curvas con muchos puntos —contesta Iván mientras se saca el guardapolvo.

—Sí, yo te iba a decir lo mismo, así que mañana y el viernes nos quedamos hasta tarde porque está complicado con otros compromisos, ¿no?

—Y el finde venimos un día cada uno a plaquear.

—Dale, guardamos las imágenes nomás, después hacemos las lecturas el lunes, ¿preferís el sábado para quedarte el domingo con los chicos?

—Sí, mejor, vienen mis suegros y voy a buscar a mi vieja para que venga a casa —dice Iván mientras se acerca a la puerta.

—¿Qué decía el correo que llegó? —pregunta Enrique.

—No, nada, era la pibita de tercero que estuvo con los de analítica, ¿te acordás, Pistore?

—Sí, la cerebrito.

—Dejó el celu para que le avise cuándo puede venir, que le pareció muy interesante y bla, bla, bla… ¿milanesa?

—¡Siempre!

Iván abre la puerta y está Karina justo por golpear.

—¡Uh!, ¡hola! —dice Iván incómodo, los pechos de la alta y escultural secretaria le quedan muy cerca de la cara y casi la choca, da un paso atrás.

—Hola, dice el Dr. Medina que quiere hablar con ustedes.

Enrique, que todavía no había entrado a la oficina donde está la PC, se frena a verla y no porque le interese reunirse con Medina.

—¿Ahora? —pregunta Iván.

—Sí, es para contarles de la empresa japonesa que viene el viernes, nada más, me dijo que si están ocupados no es necesario que vayan los dos.

—Bueno, gracias. —Karina se retira, Iván vuelve a cerrar la puerta y pregunta—: ¿Qué hacemos?, ¿vamos?

Enrique le hace el gesto de pechos con cara de sexópata como le hacía cuando lo cargaba por las prótesis de su hermana:

—Casi te chocás los airbags, ¿eh?, ja, ja, ja, no, andá vos, yo cargo los datos, ¿te parece? No quiero terminar muy tarde, hoy a la tarde voy a seguir tu consejo y llamar a Carla.

—Bueno, me parece bien, te vas a sacar muchas dudas... de la oficina de Medina voy para el bufé.

No pasa media hora que Iván regresa con un sándwich de milanesa para él, tres para Enrique y dos gaseosas, entra a la oficina que a veces funciona de comedor también, aunque si es un día que no tienen más que trabajo administrativo, comen en el laboratorio, donde hay más espacio, con la puerta trabada.

—¿Qué dijo Medina? —pregunta Enrique sin sacar la vista del monitor.

—Es una empresa japonesa, interesada en nuestro trabajo, quieren venir a ver cómo va avanzando porque quieren hacer la producción de suero, si todo sale bien, son tres de la empresa y uno viene con la hija de 22 que estudia biología molecular.

—Parece que nos tienen fe, ¿eh?

—Y… le dije que en el informe que le vamos a entregar probamos que llegamos a la toxicidad de una quimioterapia convencional, que estamos variando dosis y viendo, que de última queda como una alternativa para evitar cirugías.

—La verdad es que está buenísimo lo que estamos haciendo, yo ando distraído con el tema de Argentum, pero cuando nos ponemos a ver resultados, me apasiono... lástima que tardó tanto.

—Sí, yo pienso en tu vieja también, pero no hacía ni 4 años que habíamos arrancado, porque con lo que tenemos hoy, al menos hubiésemos ralentizado el tumor, mi mamá no es la misma desde que murió, la extraña mucho.

—Sí, yo me di cuenta también.

—Y… últimamente la ves vos más que yo, pero estoy más tranquilo desde que volviste al lado, con los pibes se complica.

—¿Y para qué están los hijos postizos?, como me dice ella. —Sonríe Enrique señalándose el pecho con ambas manos—, y largá los sánguches que estoy medio mareado, ya se me fue el efecto del concentrado de ATP.

Mientras comen, Enrique le dice:

—Che, ¿y si le decís a esa Pistore que venga cuando vienen los japoneses?, tiene la edad de la hija de uno de los tipos y como les tenés que explicar de todo… matás dos pájaros de un tiro.

—Tenés razón, es buena esa, ahora le mando un mensaje.

—Hay que estimular a la gente con esa curiosidad científica, y medio que no la traté bien el otro día, “El aluminio es muy polarizante, ¿no cursaste inorgánica?”

—Sí, cuando te bloqueaste temiendo que algún dictador haga supersoldados con tu accidente, que te vuelvo a decir, si fuese tan fácil lo haría conmigo mismo y volaría a tu lado.

—¿Te gustaría? —pregunta Enrique.

—¡Ni en pedo!, cuando me llevaste esa vez a caballito me cagué todo... No, dejate de joder, me subo a limpiar el tanque de agua y después tengo pesadillas del vértigo que me da… Aparte estar en la trastienda como hoy está muy bueno también, ¿o no? Me veo más ahí.

—Y a mí me viene bárbaro tu cerebro de back up. —Levantan las manos y chocan los cinco.

ARGENTUM

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