Читать книгу El juego de la seducción - Martín Rieznik - Страница 17
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El juego. En este FR Leo conoce a una mujer de nacionalidad alemana en un bar y genera atracción dando pistas constantes de su VS.
Museo, Rosedal y sexo con cantante alemana
« El martes pasado estaba almorzando con mis amigos en el bar de siempre. El lugar se veía medio vacío, pero nuestra mesa estaba llena. Éramos como diez y estábamos ya de sobremesa cuando de pronto veo que entra una rubia, alta, de ojos azules, que se sienta sola en una pequeña mesa junto a la ventana.
Trato de hacer contacto con la mirada, pero ella está ocupada en la comida. Mientras hablo con mi amigo Ignacio (periodista), no puedo dejar de mirarla. Me siento seguro, sé que voy a acercarme, no pienso mucho en qué decirle, solo me centro en ir y hablar. Justo en ese momento, Ignacio se levanta y se despide. Yo estoy terminando mi café, así que me digo “Voy, sí o sí”. Primero me dirijo al baño y en el trayecto saludo al personal del bar. Al salir, me acerco a la rubia y le pregunto:
–¡Eh! ¿Qué tal la comida? ¿Necesitás algo? (Lenguaje corporal sólido, tono de voz congruente).
–Bien, bien (con un tono europeo raro).
–Bueno, cualquier cosa que quieras o necesites decime, mirá que soy como el dueño acá.
Ella sonríe.
–¿Ah, sí? Mmmm... Yo no hablo muy bien español.
–Ok, ¿de dónde sos?
–De Alemania, de Colonia.
–Ah, ok, ¿qué estás haciendo?
–Estoy recorriendo, me interesa la música.
–Qué bien, tengo un lugar mágico para mostrarte que te va a encantar conocer. Nos comunicamos y arreglamos.
–¿Lugar mágico?
–Sí. ¿Tenés Instagram?
Toma una servilleta y me escribe su usuario de Instagram. Le digo que me esperan mis amigos, que tienen sus cosas guardadas en mi auto y la saludo.
Cuando salgo, quienes habían visto todo el movimiento no lo podían creer... El daygame (juego de día) fue uno de mis objetivos principales cuando ingresé a LevantArte.
A las pocas horas, ese mismo día, desde el gimnasio, empezamos a chatear.
–¡”Alemanian” girl!
–Eh, ¡qué rápido!
–¿Qué tal estuvo el almuerzo?
–Muy bueno para mí... “Yo acostumbrada a la carne de Alemania”.
–Noté en tu perfil que te interesa el arte y, sobre todo, la música.
–Sí, soy cantante.
–¿Cómo es tu agenda de esta semana? ¡Conozco un lugar muy bueno!
–Todavía no lo sé... Tal vez voy a Río en el fin de semana... ¿qué lugar?
–Un lugar especial de la ciudad.
–Ahá...
–¿Fuiste al Museo de Arte Moderno? Es cerca de ahí.
–Todavía no. ¿El museum?
Quedamos en encontrarnos al otro día a las 15 hs. en la puerta del museo.
Yo había ido poco antes a ver la exposición de un artista venezolano, Carlos Cruz, un genio de los colores. Entré saludando a la gente del museo como si yo fuese conocido, “Hola, ¿cómo va?” a todo el mundo. Hablamos de música y ella me contó algunas historias de su viaje.
Después de ver la muestra, fuimos al bar del museo, tomamos un café y de ahí al parque de enfrente. Le conté que, mucho tiempo atrás, el museo había sido una residencia y que esos eran los jardines de una mansión típica de la burguesía del siglo XIX. Hice un poco de role playing para tomarla del brazo:
–Imaginá que vos y yo somos ahora los dueños de este jardín...
Íbamos caminando y sacándonos fotos; en cierto momento, le señalo un grupo que caminaba por allí:
–¡¿Qué hace toda esa gente en mi jardín?!
–No sé, vamos por el puente.
Antes de cruzarlo, le digo:
–En un minuto te voy a dar un beso, todavía tenés tiempo de escapar corriendo...
Me sonrió y no supe si había comprendido mis palabras, pero como se quedó conmigo del brazo, cuando subimos al puente la tomé de la nuca suavemente y nos dimos un buen beso. Después, estuvimos un tiempo tirados en el parque hasta que se fue el sol y empezó a hacer frío.
Nos vimos un par de veces más y la pasé genial. Nunca supe qué parte de lo que hablamos entendía y qué parte no, ¡pero, físicamente, compartimos el mismo idioma!»