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Field Report > Ignacio.

El juego. En este FR, Nacho aplica sus estrategias para lograr realizar una transición A1/S3 sólida, en un tiempo limitado: tan solo seis horas desde que se conocieron hasta que intimaron.

Desde un picnic en el parque hasta la cama

« Suelo pensar que mi fuerte es la noche, pero este sábado me pasó algo diferente. Supuestamente nos juntábamos con los chicos del curso a la tardecita, pero me quedé dormido. Me desperté a las seis de la tarde. Entonces llamé a Martín y me dijo:

–Es súpertarde. ¡Mejor andá a conocer a alguien a la esquina de tu casa!

Era una broma, pero lo pensé medio segundo y me dije: “¿Qué puedo perder? ¡Vamos!”. Así empieza uno de mis mejores juegos.

Me cambié y salí hacia el parque. Ya eran las 18:30. Abrí el primer set con un mate. Eran dos mujeres con un nivel de energía muy positivo y parecían divertidas. Una, de talla algo grande pero divina, tenía una voz muy sexy y una sonrisa que no se le borraba de la cara. Se había mudado poco antes al barrio, a pocos metros del parque. La otra, la que más me interesaba conocer, era su mejor amiga y vivía más lejos. Con ella conectamos muy rápido. Físicamente era muy linda y, por qué no decirlo, con una cola increíble. Más tarde, hablando un poco con ella, me contó que solía trabajar de promotora para costearse sus estudios en Comunicación.

Me aproximé con una frase muy simple. Iba con un libro de Murakami en la mano, como si fuera al parque a leer algo y las abrí, por supuesto, con un lenguaje corporal no invasivo, apenas girando la cabeza por encima de mi hombro para decirles:

–Chicas, me sumo a su picnic, ¿se animan?

–¡Obvio!

Apenas dijeron eso, me senté y me relajé completamente, como si estuviera en casa. Le pedí a la vecina que me sacara una foto con su amiga y nos pusimos a hablar de fotografía. Enseguida, ella dijo que tenía que irse a comprar un colchón antes de que cerrara el negocio (ya eran las 19:30 h). Como tenía que encontrarse con su madre y la promotora estaba divirtiéndose conmigo, me dejó solo con ella y se fue. Entonces aproveché y le dije:

–Quiero tomar algo, esperemos a que vuelva en ese café (señalé una cafetería frente al parque).

Lo pensó un segundo, le avisó por teléfono a su amiga y allí fuimos. Al poco tiempo, volvió la vecina, muy contenta de tener ya su nuevo colchón. Pensé que mi noche se terminaba ahí, pero ella quiso pasar al baño por lo que nos quedamos solos nuevamente y decidí cerrar con el intercambio de Facebook. Por las dudas, mis últimas palabras fueron:

–Te escribo un mensaje con una palabra secreta y vos me respondes con la contraseña. Yo te digo “Hola, competidora” y vos contestás “Hola, competidor amoroso”. ¿Dale?

Llegué muy contento a mi casa. A las 22:20 la vi conectada. Pensé qué haría si se daba la ocasión de volver a verla ese día. Comencé a chatear por Facebook:

–¿Llegaste, competidora?

–Recién, competidor amoroso.

–¡Misión cumplida! ¿Qué haces?

–Acá, con mi amiga. No me presta atención, está con el novio.

–¿No estás de más ahí?

–Puede que sí, pero todavía no me incomoda. El chico es muy caballero, no se andan tocando, jaja.

–Yo voy a comprar helado y a ver una peli, ¿te sumás?

–Mmmm…

–No, no; ¡si te gusta el voyeurismo te podés quedar a mirar ahí!

–¡Jajaja! Mmm, bueno, dale. Película y helado, pero no me puedo quedar hasta muy tarde.

–Hecho.

Entonces arreglamos para encontrarnos de nuevo. Compramos helado y fuimos a mi departamento. Vamos a aclarar algo: lo que cuento quizá parezca fácil de hacer, pero no lo fue. Tuve que esforzarme para lograr que ella entrara en confianza. A grandes rasgos, esto es lo que hice para generar confort: entramos y salimos del departamento varias veces con cualquier excusa (tirar la basura, comprar cigarros, etcétera). La idea era que no sintiera que estábamos encerrados ahí. Nos pusimos juntos a elegir música. Le pedí que guardara el helado en la heladera y que buscara unas cucharas, como si fuéramos amigos desde mucho tiempo antes. Después buscamos una película: El club de la pelea.

Sacamos el helado y nos sentamos en el sofá frente al televisor. Ella estaba bastante nerviosa, se le notaba; tenía cruzados los brazos y las piernas. Para no hacerla sentir incómoda, no hice nada hasta que no se relajó corporalmente. Esperé a que se descruzara y dejé que fuera ella la que tomara la iniciativa de ir a lo físico. Después de ver la mitad de la película, empezó a imitar a Brad Pitt y a pelearme en el sillón. Arrancamos con los besos y al rato ya estábamos en la cama.

Hagamos las cuentas: salí a las 18:30 de casa y el momento cúlmine llegó a las 0.30, es decir ¡seis horas después! Fue increíble. No esperaba nada parecido de una salida al parque. ¡Gracias, Martín!»

El juego de la seducción

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