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La acción: Trabajar para resolver

“No importa la lentitud con la que avances, siempre y cuando no te detengas”

-Confucio-

Como mencioné anteriormente, la mayoría de las veces los problemas que padecemos se mantienen estables, debido a que postergamos enfrentarlos por miedo o incomodidad.

¿Quién no ha pasado meses soñando que cierta dificultad no estuviera? O, tal vez, fantaseando que encontraría la respuesta a aquello que lo angustia de casualidad, a la vuelta de alguna esquina. Todos hemos pasado por situaciones como éstas, y creo que, por lo menos en mi caso, nunca apareció una solución mágica. Entonces, ¿Por qué actuamos de esa manera? Puede ser debido a que no nos sentimos preparados para enfrentar la situación. Pensamos, por ejemplo, que para hacer algo que nos atemoriza, primero debemos dejar de temer; o, si nos faltan ganas para emprender un proyecto, deberíamos encontrar suficiente motivación para comenzar el trabajo real.

El pensamiento que se encuentra en la base de estas postergaciones es:

//Para perseguir mis metas debo sentirme preparado, y mis emociones y sentimientos deben estar en sintonía//

Esquemáticamente, se ve de esta manera:

Tengo Valor ------ luego ------> Enfrento el problema

Tengo ganas ------ luego ------> Actúo

Estos pensamientos provienen del sentido común y, debido a esto, es tan difícil de cuestionarlos, ya que se presentan como obviedades. Sin embargo, crean el inconveniente de que se agrega un problema al problema: si antes teníamos que llegar a una meta, ahora tenemos que conseguir el recurso anímico (paso 1) y luego lograr nuestro objetivo inicial (paso 2)... y así nos vamos distanciando cada vez más de nuestros deseos. Como consecuencia, nos sentimos mal por dos razones: no conseguimos alcanzar lo que queremos y nos apenamos por no contar con lo que hace falta para alcanzarlo.

Un inconveniente adicional de esta postergación, es que mientras más evitamos enfrentar nuestros problemas, suelen volverse más difíciles de resolver. ¿Quién no dejó los platos sucios de la noche anterior, y luego, casi mágicamente, se acumularon y fue necesario más determinación para empezar a limpiar? ¿O la ropa sucia? ¿O los intereses que se acumulan al no pagar en fecha las deudas? Así, quedamos atrapados en una espiral donde, al evitar enfrentar el problema, éste se vuelve más y más complejo. El esquema es el siguiente:


Ahora bien, si estamos atentos a lo que nos dice la experiencia, podremos notar que:

Ni las ganas vienen solas, ni los miedos se desvanecen espontáneamente, sin antes actuar. Si esperamos al “momento ideal”, seguramente pasaremos nuestras vidas postergando, viviendo en nuestros sueños en vez de hacerlos realidad.

No existen situaciones perfectas, sólo existen las reales; y son las únicas sobre las que podemos decidir actuar (o no).

En este punto, vamos entendiendo que las dificultades sólo se superarán cuando nos pongamos en marcha. Tomamos los miedos, dudas y desganos y los llevamos con nosotros en el camino hacia nuestros sueños.

//El camino para superar las adversidades es actuando sobre ellas//

La solución se debe buscar en el presente, no en el pasado. El pasado puede llevarnos a comprender cómo llegamos hasta donde estamos, pero jamás nos sacará del problema.

Si no cambiamos de enfoque terminaremos enredados y dando vueltas, buscando el inicio de nuestro malestar sin que nada cambie. Las soluciones deben buscarse de cara al presente, descubriendo las herramientas que tenemos para solucionar nuestros problemas, armando un plan de acción y poniéndolo en práctica.

Saliendo de la evitación

Nos viene quedando claro que, para poder resolver los problemas, debemos dejar de evitarlos y comenzar a actuar. Pero ¿Cómo avanzar donde antes no pudimos?

Sabemos que el miedo o el desánimo pueden paralizarnos. Romper la inercia y enfrentar los problemas no siempre es fácil. De hecho, la mayoría de las veces las personas tenemos un conocimiento acertado de la fuente de nuestro malestar y de la mejor forma de resolverlos. No obstante, solemos recurrir a psicólogos, amigos y consejeros en busca del “cómo” llevar adelante nuestro deseo. El problema no resulta de lo que debo o no hacer, sino en cómo llevarlo adelante.

Para salvar estas dificultades existen dos técnicas que resultan de gran utilidad para romper la inercia que nos mantiene inactivos y estancados. Ellas Son:

Estrategia 1: Dividir el problema

“Un viaje de mil millas comienza con el primer paso”

-Lao Tsé-

Algunas veces nos cuesta salir de la zona de confort y vemos el proceso de cambio como muy difícil o pensamos que requerirá grandes cantidades de esfuerzo. Es por ello que tendemos a posponer la puesta en práctica de soluciones y nos quedamos estancados en el pensamiento, ya sea buscando culpables, justificando nuestro malestar o rumiando sobre el comienzo o el por qué estamos pasando por esto.

La inercia es difícil de romper. Sin embargo, podemos empezar a llevar cambios en nuestra vida si lo hacemos de forma gradual. Aunque es cierto que la mayoría de los problemas en que nos estancamos son complejos, podemos, con pequeñas modificaciones graduales, llevar adelante una transformación extraordinaria. Los pequeños cambios a modo de cascada suelen romper la inercia y movilizar una reacción en cadena, llegando a modificar nuestra situación a gran escala.

Lo que buscamos mediante esta estrategia es facilitar que tus metas sean accesibles sin demasiado esfuerzo y dolor, incorporando a la rutina pequeños cambios que se traducen en grandes resultados.

//Para ganarle la batalla a un problema que parece superar nuestra capacidad, debemos dividirlo en problemas más pequeños y fáciles de abordar//

Aquí la frase “divide y triunfarás” se aplica perfectamente a tus problemas. Cuando sean lo suficientemente grandes para vencerlos, buscá dividirlos y abordarlos por partes gradualmente.

Las grandes dificultades se presentan frente a nosotros como enormes muros imposibles de sortear. Intentamos tomar más y más distancia para dar un salto lo suficientemente alto para llegar al otro lado, pero seguimos dándonos contra la pared. Sin embargo, si aprendemos a mirarlos de cerca, notaremos que todo problema se encuentra compuesto por pequeños eslabones que podremos romper poco a poco.

Debemos aprender a mirar de cerca los problemas, de forma que podamos divisar detrás de su fachada sólida y compacta las múltiples fracciones que lo componen, atacando al problema de a partes y superando la dificultad de forma amena, sin demasiado esfuerzo.

Estrategia 2: Gradualidad

“Empieza haciendo lo necesario, luego aquello que sea posible y acabarás haciendo lo imposible” -Anónimo-

La gradualidad jugará otro importante papel en el desarrollo de este libro. No solo hay que dividir los problemas, sino también ir enfrentándolos gradualmente, desde los más fáciles a los más complejos.

Esta estrategia resulta de gran utilidad para superar retos y sus beneficios se aplican a una enorme diversidad de situaciones.

Compromiso

“El compromiso es un acto, no una palabra” Jean Paul Sartre

Ahora que ya hemos visto las herramientas principales para poder romper la inercia, cabe destacar que toda intención genuina de ir tras una meta debe ir acompañada de un compromiso a esforzarnos en conseguirlo. Sin esfuerzo no hay resultado, o por lo menos ninguno que valga la pena.

El compromiso implica la actitud de ir tras lo que deseo, pese a sentir miedo y pese a la flojera que implica esforzarme. Como habíamos visto anteriormente, algunas veces se piensa que uno sólo puede actuar cuando las emociones están en consonancia con su deseo. Solo me voy a esforzar cuando tenga suficientes ganas, o voy a ir tras mi meta siempre y cuando mi inseguridad no sea intensa. No obstante, si esperamos el momento ideal, la vida pasará y nos quedaremos estancados. Muchas cosas, sobre todo las importantes, hay que llevarlas a cabo pese al miedo, pese al desgano o lo que sea que te tire para atrás. Debe haber un compromiso más importante que haga valer tu esfuerzo. Sin ello jamás tendrás la fortaleza para salir de tu zona de confort.

Para hacer frente a estas adversidades tu deseo debe ser genuino y poderoso. Cuando decimos “quiero ser una estrella de rock”, pero no estamos dispuestos a esforzarnos al máximo, seguramente este no es un deseo genuino. No lo queremos realmente. Siempre que elijas llevar adelante un proyecto tenés que decidir si estás dispuesto a trabajar tan duro como lo requiera para alcanzar ese objetivo; en caso de que no sea así, no es un deseo verdadero.

Aceptación: Todo no se puede

Dijimos que la única forma de solucionar los problemas es actuando sobre ellos. Todo tiende a mantenerse igual, si no ponemos “manos a la obra” sobre el problema seguirá ahí firme. Sin embargo, también se deben conocer los límites de nuestra acción. La inteligencia emocional engloba también el arte de saber cuándo detenerse y aceptar lo que no podemos cambiar.

Me gustaría decirte, como muchos otros hacen, que “todo se puede resolver”, sin embargo no es cierto. Algunas cuestiones escapan a nuestras posibilidades y no tenemos potestades sobre ellas, cuando este es el caso estamos ante el desafío de aprender a aceptar.

La aceptación no debe equipararse a una actitud pasiva, soltar implica la valentía de reconocer que no somos infalibles, aceptar la confusión y la incertidumbre que depara la vida. Es librarse de la falsa sensación de seguridad, basada en la negación, reconociendo la vida tal como es. Creer que todo es posible no es más que una visión infantil, sostenida por el miedo de ver que el mundo no siempre es como esperamos.

Esta es una perspectiva realista, algunas veces se nos dice que debés mirar el vaso medio lleno, sin embargo el propósito de la terapia psicológica es construir una idea realista de la situación en que se está. La persona, después de todo, es un organismo viviente que se adapta al medio en que se encuentra, y para poder adaptarse correctamente es necesario poder interpretar el contexto de forma realista, ni positiva ni negativa, a la realidad hay que verla como es. Cualquier postura que deforme la realidad, sea positiva o negativa, es un intento de escapar de la realidad y en última instancia nos aleja de nuestros objetivos.

Esto también nos lleva a asumir que por más que nos pese no es posible lograr siempre todo lo que nos proponemos. Otra frase equivocada es “si querés, podés” ¿?

Incluso si lo pensamos es una postura cruel. Imaginate que tu padre falleció debido a una enfermedad grave, pese a tus esfuerzos y cuidados y, tras haber recurrido a todo especialista que se te ocurrió, ¿Se supone que falleció por tu culpa? ¿Por qué no hiciste lo necesario? ¿No lo querías tanto?

No, simplemente no estaba a tu alcance hacer más por él. Tenemos que tener cuidado con este tipo de pensamientos que, aunque parecen inofensivos, pueden generarnos grandes sentimientos de culpa.

Soltar lo que no podemos hacer también nos permite ahorrar energías para dirigirlas en emprendimientos y metas realizables.

Saliendo de tus círculos viciosos

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