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Nasáh es poner algo o a alguien a prueba. Si analizamos lo que es una tentación, resulta teniendo el mismo sentido: es lo que nos pone a prueba, lo que trata de sacarnos de nuestros fundamentos. El que cede cambia de camino; quien no, se mantiene firme y ya sabe que hay un elemento falso que puso en peligro su fundamentación. Pero lo que nos tienta no nos define, solamente nos confronta, nos detiene en el camino y nos ofrece otra ruta. Así, las tentaciones son experiencias que nos ponen a prueba y nos hacen ver y saber cuál es nuestra fortaleza, o cuál nuestra debilidad. Y como dice el baal Shem Tov, el gran rabino jasídico, es propio de D’s el estar probandonos17. Si no lo hiciera, el hombre perdería la noción de D’s, que en última instancia es la voluntad buena, la que no permitió el error. Si D’s no nos probara, ¿cómo saber que vamos por el camino correcto?

Bien sabemos que con el casi sacrificio de Isaac, el ser humano deja de sacrificar seres humanos (al menos el ser humano que construye la Biblia), y pasa a sacrificar animales18. Y si bien Abraham fue puesto a prueba, una prueba (podría llamarse así) no llevada a cabo lo mejoró como hombre. Se dejó tentar de D’s, diría, para no dejarse engañar a sí mismo. Abraham, en todo su recorrido, se está encontrando con D’s; algunas veces se le ha perdido (por ejemplo, Abraham obliga a Sara a presentarse como su hermana ante el faraón), pero ha retomado el camino. Hay que tener en cuenta que es un hombre que viene de Caldea, que allí pasó su niñez y que algunos de los valores con los que se mueve provienen de la casa paterna. Abraham no es una persona que haya borrado su pasado, sino que lo está cuestionando. Y así, mucho de lo vivido se le aparece de nuevo, como pensamiento o como acto. Y, en este punto, se confronta: si está avanzando, no puede retroceder. Y más cuando avanza para no seguir cometiendo errores, para ser más él en un D’s que carece de figura y de nombre, que lo ha creado todo, lo que se ve y lo que no, y a la par ayuda a descubrir lo necesario para vivir sin temor.

La gran prueba de ese Ser que se le insinúa es poner en manos y conciencia de Abraham lo que sería su pasado sin D’s: matar al primogénito sería el final de los dioses de barro (un último sacrificio bárbaro), pero, a la vez, es también un presente que indica un principio en el que aparece la conciencia de la vida en calidad de reemplazo sobre la tierra, de inicio de la muerte del padre mientras el hijo toma su lugar19. De aquí que Freud en sus teorías psicoanalíticas, quizá con base en la imagen de Abraham sacrificando a Isaac, establezca aquello del temor al padre, que representaría alguien en posición permanente de sacrificar a quien es su carne y su sangre20. Claro que esto que especulo también es susceptible de ser tomado del paters familias romano: esta figura podía vender o disponer de la vida de su hijo cuando quisiera.

Pero no enredemos el asunto y planteemos el hecho no como algo histórico, sino como metáfora21. En Abraham (al que le agrego ya su calidad de padre de pueblos) todavía hay memoria de su crianza en Harán. Según la tradición de esa ciudad (y de muchas de los alrededores), los primogénitos eran sacrificados a los dioses22. Esa idea la tuvo el patriarca desde niño, y no como imaginación, sino en calidad de hecho, sabiéndolo quizá por su familia o por los que compraban dioses de barro a Téraj. Además, los segundos hijos lo contaban: habían escapado al sacrificio. Y si bien la Biblia no cuenta lo que digo, hay rastros arqueológicos que lo certifican, como bien lo presume el arqueólogo Leonard Woolley, que entre 1922 y 1934 excavó esa zona. Woolley fue financiado en esta tarea por el Museo Británico y la Universidad de Pensilvania23. Pero esto viene poco al caso, pues Bereshit (Génesis) no es un libro de historia, sino uno doctrinal, que pone ejemplos para que haya una reflexión válida que mejore al hombre24. Como metáfora (o glosa, si se quiere, o parábola), entonces, el asunto es otra cosa: Abraham, que todavía conserva raíces, quizá tomó al hijo para seguir la tradición pagana, pero desistió de ella y creó una ruptura: no habría más sacrificios humanos.

Este acto de conciencia lo pone ante un D’s nuevo, que no reclama la sangre del hombre, sino sus actos buenos, esos que no causan dolor y conducen a la belleza. Y en esta conciencia, D’s lleva a que el hombre mismo se cuestione y dé una respuesta adecuada. Lo que Abraham entiende del mundo no solo le llegará de D’s. Llegará también de su criterio, de los juicios que haga y de lo bueno en sí y para sí que logre: esto será lo que le ofrecerá a D’s. En esa conciencia de lo adecuado, Abraham conoce la libertad del obrar bien, del evaluar lo malo como error y tomar lo que es bueno como acierto; en este caso, la vida que, para él y Sara, ha sido un milagro. En uno de sus aforismos, Franz Kafka dice: “Cuando todo parece terminado, surgen nuevas fuerzas, esto significa que vives”. Y esa tentación de D’s es la renovación, el camino que se abre y lleva al valle y al curso del río.

Siguiendo lo anterior, que D’s tiente es bueno, pues su tentación lleva al orden, a la nueva esperanza y al agradecimiento. Y si algo podemos decir de Abraham, que en el camino yerra, se levanta y cae, es que es un hombre agradecido y en este agradecer levanta un altar como señal; altar que es un desapego de su pasado en Harán y un paso adelante en la concepción de D’s. Diría que D’s es una conciencia que da conciencia a sus criaturas, acercándolas a él, acogiéndolas25. Y en esta acogida, en los sitios donde Abraham pone su altar, ya D’s hace más parte de él. Y no para ser D’s, sino para tener claridad en la vida y no temer a la muerte.

Nasáh es poner a prueba. Y es este ponernos a prueba lo que valida nuestro paso por la tierra y nos lleva a ser la vida misma a través de la pregunta. En su trasegar, Abraham se fue haciendo vida, de aquí sus altares, y ser vida con sentido fue y es la tentación de D’s.

De su exposición, padre Hernán, me gusta mucho aquello de las preguntas de Isaac. Hablemos de estas preguntas.

Abraham hace camino al andar

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