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Ve hacia ti mismo P. Hernán
ОглавлениеLas narraciones sobre Abraham en el libro bíblico del Génesis comienzan con un llamado: “Ve hacia ti mismo”1 (Gn 12,1) y se acercan al final con la misma frase: “Ve hacia ti mismo” (Gn 22,2)2. En el primer caso, se une a la orden de dejar su tierra, su patria, la casa de su padre, arrancarse de sus raíces, de sus orígenes, romper con el pasado. En el segundo caso, se le pide a Abraham sacrificar a su hijo Isaac, renunciar a la promesa divina, a su futuro3.
En ambas ocasiones, tanto al inicio de su peregrinación desde Mesopotamia a la tierra de Canaán como al final de su vida, en este último territorio, Abraham “partió sin saber para dónde iba” (Hb 11,8); en Gn 12,1 partió hacia una tierra, en Gn 22,2 hacia un monte; y en las dos ocasiones los lugares precisos y las circunstancias concomitantes le serán reveladas mucho más tarde. “De un extremo al otro en la historia de los relatos de Abraham, él va sin un norte fijo, desorientado” (Midrash Rabbà)4.
Abraham debe comenzar cada vez de nuevo, ponerse en camino hacia lo desconocido, renunciar a las garantías y seguridades del pasado, a las promesas del futuro, desde el comienzo de su faena con el Señor hasta el final de la vida5. Esta es la desorientación de la cual habla el Midrash: embarcados hacia una realidad de la cual poco o nada se conoce6. Hacia la tierra, pero ¿cuál tierra? Hacia un lugar que no es ningún lugar, una tierra que no es tierra. El viaje es una aventura de nunca acabar y tal vez por ese motivo no es tan diáfano “el lugar”.
La tierra en realidad no es tierra propia, deberá comprar un campo, es y será siempre “una tierra de paso”, va a residir en esa tierra como forastero. ¿Cómo traducir esa expresión hebrea lek leka de Gn 12,1? Si tomamos palabra por palabra sería “ve a ti”, a ti mismo, vete, váyase. Te conviene caminar, es mejor partir.
Quizá la expresión hebrea permite también traducir “ponte en movimiento hacia ti mismo”7. De ordinario, la búsqueda del Señor, en la Biblia, es a la vez una búsqueda de sí mismo, es decir, de la identidad personal en la comunidad. Ambas son unas búsquedas inagotables. Abraham nos regala un dato: él no se instala para siempre en un único lugar, parece no soportar la monotonía; está siempre en movimiento porque se orienta hacia el Señor y hacia “sí”, hacia el más allá dentro de la historia.
Esta decisión forja en Abraham el itinerario de una búsqueda constante, como si fuera más importante degustar el camino, la aventura, la marcha diaria que el destino hacia el cual se dirige (hacer camino al andar). Abraham es consciente de cada paso8, no le importa mucho el lugar final porque disfruta cuanto hace a lo largo del camino. Estamos de camino y el destino es desconocido: por esa razón la atención se centra en el cómo ponerse en camino9.
¿Cómo comienza Abraham? Según el libro del Génesis, estamos delante de un hecho, si no escandaloso, sí muy sorprendente. El patriarca comenzó tarde, quizá muy tarde, “Abraham tenía setenta y cinco años” (Gn 12,4). No se termina antes de comenzar. Nuestro héroe es capaz de ponerse en camino incluso cuando parece terminar su vida. Por esto sorprende mucho más que él no sepa a dónde lo conduce aquel camino, aunque sí sabe cómo obrar durante la caminata.
Dios lanza a Abraham hacia una aventura de la cual él no conoce su meta, mientras las sombras del crepúsculo se alargan sobre su existencia (Gn 12,1-3). A esa edad (75 años), la mayoría de los protagonistas bíblicos han terminado sus labores10. A esa edad, Jacob hacía rato había regresado de su estancia al lado de su tío Labán, era padre de una numerosa familia y rico, dueño de muchos esclavos, esclavas y animales (Gn 40,43)11. A esa edad, José era gobernador de Egipto y había salvado a su familia de la carestía. David ya había muerto después de ser rey a los 30 años y de reinar por 40 (2S 5,4-5; 1R 2,11). Salomón ya había construido el Templo de Jerusalén y varios palacios. Solo Moisés contemporiza con Abraham, pues según Ex 7,7, el hombre de Dios tenía 80 años cuando Dios lo llamó a liberar a su pueblo de la esclavitud en Egipto12.
Abraham tiene 75 años cuando parte desde Harán hacia la tierra de la promesa (Gn 12,4). Luego de 10 años en la tierra de Canaán, Sara, siempre estéril, le propone tomar como segunda esposa a su sierva Agar (Gn 16,3). El patriarca tendrá 86 años cuando nace Ismael, su hijo de Agar (Gn 16,16)13. Tendrá 99 cuando Dios le anuncie el nacimiento de un hijo con Sara y le pida circuncidarlo (Gn 17,1). Y tendrá 100 años cuando nazca Isaac (Gn 21,5). El nacimiento de su hijo tiene lugar 25 años después de su partida hacia la tierra de la promesa14. El patriarca muere de 175 años (Gn 25,7), es decir, 100 después de haber dejado su tierra para asentarse en Canaán. La unidad de base es el número 100, con sus submúltiplos 25 y 10. Quizá por esa razón, en el relato los datos más importantes tienen cifras redondas. Todo parece intencional para subrayar la importancia de los eventos más significativos de la vida del patriarca15.
El itinerario de Abraham está lejos de ser un movimiento sin incomodidades desde una estancia tranquila hacia otra confortable. Más bien, la “biografía” de Abraham, a partir de Gn 12,1-3, es bastante agitada tanto como aquellas de héroes más jóvenes como Jacob o David16. Abraham, ya en edad avanzada, vive una serie de experiencias o de pruebas más apropiadas para los jóvenes. Se verifica, por ejemplo, en dos sectores importantes: el anciano Abraham busca una tierra (una casa, diríamos hoy) y debe hallar un heredero, pues no tiene descendencia (Gn 11,30). Abraham es el varón del camino cotidiano.
Por el camino encontramos rostros, signos, hechos concretos capaces de suscitar no solo nuestra atención, también la preocupación y nuestra responsabilidad. Estar despiertos para asumir los desafíos del camino, de quienes comparten con nosotros la vida, hace de Abraham y de nosotros personas del amanecer. Nos despertamos pronto cada día para afrontar con responsabilidad las fatigas de cada jornada. Abraham comienza siempre de nuevo cada mañana. él está siempre dispuesto a volver a iniciar. ¿Tenemos la fuerza de levantarnos pronto, como Abraham, cada mañana?