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INTRODUCCIÓN

En un pequeño salón en el segundo piso de la Marpa House en Boulder, Colorado, varias horas después de haber terminado una intensa práctica de extensiones hacia atrás, Sri K. Pattabhi Jois, maestro de yoga indio de ochenta y tres años, dedicó tres horas de su tiempo a los alumnos, a quienes invitó a sentarse y a hacerle preguntas. Yo me senté a un costado del salón, ansioso por participar en la discusión y ver cómo sorteaba las preguntas en un contexto completamente diferente del de Mysore, India. Con su calma habitual, sonriendo y preguntándose si conocía a algún alumno de encuentros previos, Guruji se sentó delante de una pintura thangka tibetana que relucía detrás de él como una luna color azafrán.

Aquel día me impresionó la diversidad cultural que había en el salón. Entusiasmados practicantes estadounidenses de haha yoga se hallaban sentados en un salón en compañía de un brahmán, quien a su vez estaba sentado delante de una colorida pintura tibetana del buda de la compasión. Pasando la puerta, Richard Freeman, anfitrión de Guruji y respetado instructor de yoga estadounidense, recibía a los concurrentes, quienes se sacaban los zapatos, se postraban a los pies de Guruji y luego alzaban la vista para escuchar alguno de sus famosos dichos, como “Una por una, todas las cosas llegan”. Descalzos y ansiosos por conocer a este maestro de yoga indio, los alumnos pasaban a sentarse de piernas cruzadas en almohadones de terciopelo y se inclinaban ante él con respeto antes de acomodarse con la columna perfectamente alineada.

Guruji sonreía, a veces posando para alguna foto y a veces mostrándose algo tímido. Los alumnos desfilaron por el salón durante toda la tarde sin que la atención de Guruji se alterara.

Me sorprendió escuchar que muchos de los alumnos le hicieran preguntas simples, principalmente relacionadas con posturas físicas, ante las cuales él se mostraba indiferente. “¿Cuánto tiempo lleva lograr una buena extensión hacia atrás?”, preguntó un alumno; Guruji sonrió sin contestar. Otro le preguntó si podía recomendar alguna forma de realizar flexiones hacia adelante con menos presión en las rodillas. Guruji respondió con la tan esperada y ya famosa frase suya: “Muchas vidas, todo llega”.

Sin embargo, cuando le hacían preguntas sobre los movimientos de la energía, cómo trabajar con la mente, la kualinī o los textos esotéricos, se iluminaba y empezaba a citar śāstras –es decir, textos tradicionales– que había memorizado fiel y profundamente. A menos que uno supiera sánscrito, sus respuestas resultaban vagas e incomprensibles. Cuando a Guruji le entusiasmaba una pregunta, casi nunca respondía en inglés.

Me asombró la cantidad de fuentes diversas que citaba: el Yoga Sūtra, la Bhagavad Gītā, el Chāndogya Upaniad, el g Veda, el Yoga Taravali, la Haha Yoga Pradīpika y algunas otras referencias sánscritas que yo no conocía.

A medida que la tarde avanzaba y el encuentro se volvía más íntimo, noté que Pattabhi Jois se tocaba el corazón cada vez que hablaba de la respiración, del ser o de dios. En un momento, levanté la mano y le pregunté:

—Guruji, cada vez que habla de la respiración, de Dios o del momento presente, se toca el corazón. ¿Puede decir algo al respecto?

Permaneció en silencio un instante mientras echaba un vistazo al salón; luego, alzó la vista en dirección a mí y respondió entusiasmado.

—Cada vez que los alumnos respiran cuando intentan practicar yoga —dijo—, lo hacen hacia el corazón. Los alumnos respiran hacia el interior del corazón buscando a Dios aquí mismo. Dios está en el corazón. Los alumnos quieren encontrar a Dios, pero sin encontrarlo. Respiran hacia el interior del corazón buscando enemigos.

—¿Enemigos? —pregunté—. ¿A qué se refiere con “enemigos”? ¿Enemigos del corazón?

—Los alumnos encuentran enemigos en el corazón. Seis enemigos —respondió—. Kāma, krodha, moha, lobha, mada, mātsarya.

—¿Qué significan esas palabras? —pregunté.

Pero no logró hallar el equivalente en inglés. Alguien comentó que tal vez se refería a los celos, la envidia y posiblemente la codicia. Otro creía que hablaba del odio.

Luego otra persona hizo una pregunta y se cambió de tema.

Durante los siguientes días, no podía dejar de pensar en estos seis enemigos. ¿Qué eran? ¿Qué es lo que impide que el corazón se abra? ¿De qué son síntoma estos seis enemigos? ¿Cuál es la relación entre la respiración y lo divino? ¿Cómo era que estos enemigos actuaban como obstáculos para alcanzar la libertad? Eran muchas las preguntas que me surgían, pero no tuve la oportunidad de hacérselas a Pattabhi Jois porque su curso de dos semanas estaba terminando. Todo lo que había llegado a entender hasta ese momento era que los seis enemigos se referían a los seis venenos: kāma (deseo), krodha (ira), moha (delirio), lobha (codicia), mada (envidia), mātsarya (pereza). Estos seis venenos son síntoma de un corazón insatisfecho, de una vida signada por el sufrimiento.

Comenzamos a realizar posturas de yoga en un intento por aliviar el sufrimiento y encontrar una forma de llevar la vida con menos esfuerzo y más flexibilidad. El yoga es un camino para salir del sufrimiento, pero lo que hallamos luego de nuestra primera incursión o período de gracia es una matriz de patrones psicológicos y físicos habituales que se han apoderado de nuestra mente y nuestro cuerpo en obediencia a parámetros fuertemente condicionados.

Más adelante tuve la oportunidad de preguntarle a Pattabhi Jois cómo lidiar con los venenos del deseo, la ira, el delirio, la codicia, la envidia y la pereza, a lo que contestó con una respuesta que cambiaría radicalmente mi forma de comprender el yoga y la psicología en general: “Entendiendo el corazón a través de la comprensión de los cinco kleas. Al conocer los cinco kleas, no hay más veneno; si no hay más veneno, no hay más dukha”.

Con su antídoto de los cinco kleas, Pattabhi Jois hace referencia al Yoga Sūtra, que se le atribuye al sabio Patañjali y describe en detalle los cinco factores que nos hacen seguir girando en la rueda del sufrimiento condicionado. Los síntomas directos de deseo, pereza, codicia, envidia y demás venenos son manifestaciones de factores psicológicos más profundos: los cinco kleas. Estos cinco factores que aumentan nuestro descontento resumen brevemente las enseñanzas fundamentales de la psicología del yoga. Para llegar a las raíces del sufrimiento y sus correspondientes síntomas, hay que examinar los cinco kleas. Todas las prácticas de yoga, incluidas la meditación, las técnicas de respiración, la ética, las posturas y las prácticas devocionales, hacen que el practicante se conecte con el centro del corazón. A lo largo de este camino al corazón, sin duda se presentarán obstáculos. No se puede explorar el cuerpo sin explorar también la mente, porque cuando trabajamos los síntomas del descontento, empezamos a ver que la fisiología y la psicología son inseparables. Los cinco kleas describen la psicología del yoga en resumidas cuentas.

Avidyā puede definirse como “no participar de la vida tal como es”. Proviene de la raíz vidyā, que en latín deviene vidéo y, volcada al inglés como video, significa “ver”. Cuando colocamos el prefijo a- delante de una palabra en sánscrito, esta se convierte en lo opuesto; en este caso, a- significa no ver las cosas con claridad. La avidyā describe un estado de la mente y el cuerpo ajeno al momento presente y que ignora la realidad como lo que verdaderamente es.

Raga (apego) es el deseo de repetir experiencias agradables. Dvea (aversión) es la tendencia a alejarse de lo desagradable. Día tras día, de un momento a otro, nos movemos abruptamente entre raga y dvea, patrones reactivos de la mente y el cuerpo que nos impiden estar presentes, ya sea por querer aferrarnos al placer o por querer evitar el displacer.

Asmitā es la elaboración de las historias personales del “yo, a mí y lo mío”. Refiere a la construcción de un ser en torno al cual gira nuestro mundo perceptual. Cada vez que hay apego o aversión, surge una historia del “yo”. Estas historias del “yo, a mí y lo mío” se crean cuando identificamos el intelecto con la consciencia pura y generamos en nuestra experiencia una brecha entre lo que está ocurriendo en verdad y la necesidad profundamente arraigada de pasar por el filtro de nuestras historias personales aquello que está sucediendo. El hecho de que percibamos constantemente nuestra experiencia a través de la lente del “yo” nos separa de lo que está surgiendo en el momento presente y, en consecuencia, genera dukha, un sentimiento de falta y alienación.

Abhiniveśa es el miedo a soltar la historia personal del “yo, a mí y lo mío”. El miedo a la muerte abarca más que la pérdida de este cuerpo; llega hasta el corazón de nuestro apego más profundo: las historias del “yo” y la consecuente creencia en un ser sustancial y perdurable. El abhiniveśa es la sed de seguir existiendo. Es el miedo a soltar toda forma de apego y aversión. ¿Por qué? Porque la construcción del ser nos aleja de lo que está ocurriendo en el presente al separar la experiencia en “yo” y “eso”, en sujeto y objeto. Cuando soltamos la construcción continua de un ser o incluso la necesidad de ser “alguien”, somos libres de ser quienes somos. Cuando somos enteramente nosotros, nos olvidamos de la necesidad de ser el centro de nuestro mundo perceptual y así podemos comprender a otros y a nuestro entorno con mayor sensibilidad, compasión y franqueza.

En esencia, Pattabhi Jois describió lo que experimentan muchos practicantes de yoga a medida que su práctica madura, es decir, que no se pueden trabajar exclusivamente los aspectos físicos del yoga dejando de lado la dimensión psicológica de la práctica. Obviar el papel que desempeña la psicología para modelar y determinar nuestra forma de estar en el mundo sería pasar por alto las capas más profundas de la práctica del yoga, aquellas capas que a la larga nos hacen repetir las típicas secuencias de angustia y descontento. Sin duda, podemos experimentar ciertas transformaciones físicas que ocurren cuando realizamos posturas de yoga, pero caer en patrones habituales más profundos requiere un período de atención sin preferencias ni aversiones: una mente que pueda estar presente con lo que sea que surja en el campo de la consciencia. De lo contrario, nuestros patrones habituales más profundos producirán síntomas recurrentes, conocidos en sánscrito como granthi, que se refieren literalmente a los nudos de la mente y el cuerpo. En un principio estos nudos se dan a conocer por medio de síntomas que generan descontento, es decir, por medio de los seis venenos.

Los venenos, cuando permanecen inconscientes, conducen a acciones torpes que producen karma, aquella infalible actividad de causa y efecto que repercute en cada individuo y en la red de la vida como un todo. Las acciones que resultan de las condiciones sintomáticas descritas por Pattabhi Jois como “enemigos del corazón” generan sufrimiento tanto interno como externo. Pattabhi Jois dijo, en muy pocas palabras, que todas las formas de sufrimiento –físicas y psicológicas– son causadas por estos cinco kleas y que, cuando se indaga en la manera en que estos kleas operan, tanto sobre la esterilla de yoga como fuera de ella, el camino al corazón se abre. Si los kleas no se analizan y se deconstruyen, los síntomas de insatisfacción empiezan a dominar, de a uno por vez, nuestros modos de percepción y nuestras acciones básicas. Todos los síntomas se imponen porque necesitan atención. En lugar de comprender los seis venenos como síntomas de los que debemos deshacernos con una actitud resuelta, examinamos en profundidad las causas de estos síntomas, es decir, los cinco kleas, y, al hacerlo, convertimos los síntomas de nuestro sufrimiento en el propio camino.

Cuando Pattabhi Jois se tocó el corazón, acompañando el gesto con una simple respiración, para luego pasar a describir los enemigos que residen en el corazón –que no son más que los síntomas que se manifiestan cuando no vemos las cosas como son–, comprendí que la práctica del yoga no madura al sumar cada vez más posturas espectaculares, sino que lo hace por el solo hecho de prestar atención a los movimientos de la respiración en el área del corazón y al papel que la mente desempeña junto con el cuerpo, y no separada de él. Los cinco kleas describen la esencia del yoga: un camino hacia la liberación de nuestros ciclos habituales de descontento.

La tradición profunda del yoga

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