Читать книгу Antología 10: Planes divinos - Michelle Gonzalez - Страница 11
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Yo te vestiré de blanco
Si esperamos en Dios, si confiamos en sus promesas, podremos disfrutar del perfecto plan que Él creó para cada uno de nosotros.
Por Alexandra Escorcia
“Yo te vestiré de blanco” fueron las palabras que recibí de parte de Dios en una de las primeras ocasiones que tuve la experiencia de escuchar la voz del Espíritu Santo hablando a mi vida. Quiero contarles parte de mi historia, que relata los hermosos detalles que Dios tuvo conmigo, de un Padre amoroso que vistió a su hija de blanco, cumpliendo Su promesa. Salmos 139:16 (NTV) dice: “Me viste antes de que naciera. Cada día de mi vida estaba registrado en tu libro. Cada momento fue diseñado antes de que un solo día pasara”. El plan de Dios para nosotros está maravillosamente planeado.
Esta es la historia que ocurrió cuando yo era una jovencita, y me aparté de los caminos del Señor por iniciar una relación con un joven no creyente. Este relato también incluye cómo la gracia y el perdón de Dios me rescataron, y Él restauró mi historia.
Para ti joven, que tienes en tus manos este libro, quiero decirte que Dios ha planeado tus días de manera única, detallada, y especial. Cada día de nuestra vida, es una pieza de un plan completo hecho en los cielos, para glorificar el nombre de Dios. Cuando somos jóvenes, pensamos ¿me casaré algún día? ¿Tendrá Dios en mente a esa persona especial para mi vida? ¿Es importante ese aspecto para Dios? ¡Por supuesto! El día que Dios diseñó nuestro camino, Él pensó en esa área tan fundamental de nuestra vida, pensó en nuestro futuro cónyuge.
Cuando tenía diecisiete años empecé a servir al Señor, y recibí por primera vez un llamado a predicar Su Palabra. Estaba viviendo un tiempo maravilloso con Dios. Recuerdo un día que me pasó algo inesperado e inolvidable. Saliendo de una de mis clases de liderazgo de la iglesia, Dios me habló. Ese no había sido un buen día, y yo iba caminando enojada, hablando mal de mi maestro de la escuela de liderazgo. En ese momento, Dios me calló con estas palabras: “No hables así de él, porque ese joven será tu esposo”. Fue una experiencia muy increíble, tuve tanto temor que ¡nunca se lo conté a nadie! Estaba con un temor real. Así que nadie lo supo hasta un buen tiempo después.
Saliendo del camino diseñado
A pesar de esta palabra que recibí de Dios, de que Él ya tenía a alguien para mi vida, no lo creí. Y cometí un grave error: inicié una relación de noviazgo con un joven que no conocía a Jesús. Un buen amigo de la escuela secundaria, muy buena persona, y amable. Me alejé del Señor, y aunque nunca dejé de ir a la iglesia, mi corazón no estaba en sintonía con el corazón de Dios. Había caído en una trampa, cedí a mi propio razonamiento sin consultar a Dios, y fui desobediente.
Pensar que podía llevar una relación de noviazgo con alguien que no compartía el mismo amor, pasión o interés por los caminos del Señor, fue un grave error. Creer que podemos acercar a alguien a Cristo a través de una relación, es una grave equivocación. Tampoco debemos olvidar que Satanás va a seducirnos para que el plan de Dios en nuestras vidas no se cumpla. Tener una relación con una persona inconversa nos aleja del plan y el propósito de Dios. Empezamos a vivir lejos de lo que la Palabra de Dios dice, y nos lleva a vivir una vida fuera de Su perfecta voluntad.
Durante este tiempo dejé de tener una relación cercana con Jesús, de orar y leer Su palabra. Dejé de servir, dejé de crecer espiritualmente, y de asistir a eventos de la iglesia; solo asistía los domingos. No tenía amigos cristianos, y evitaba estar cerca de personas que servían a Dios.
¿Qué había pasado con aquella palabra que había recibido un año atrás? ¿Dónde estaba esa pasión que sentía para servir? ¿Y el llamado que Dios me había hecho? ¿Por qué una relación con alguien no creyente es tan desastrosa? Los hijos de Dios deberíamos siempre querer hacer lo que es correcto para vivir agradando a Dios. Y tener un noviazgo con alguien inconverso, probablemente nos lleve a lo contrario.
Recuerdo que una vez, estando con mi novio no creyente, él me dijo: “Yo creo que, si nos casamos algún día, nuestros hijos no irán a la iglesia contigo. Tendrás que ir tú sola, hasta que ellos estén grandes y decidan si quieren o no quieren ir”. Cuando escuché estas palabras, ¡me dolió tanto el corazón al imaginar ese panorama de mi vida! Sacudió mi ser.
Así que la pregunta interna fue: ¿Quieres esa realidad para tu vida? Yo sabía que no quería eso. Tenía que tomar una decisión radical. Pero ¿estaba dispuesta?
Pasaba el tiempo, y yo alargaba mi decisión. Estaba en esa relación porque realmente estaba ilusionada, y enamorada de esta persona. Pero yo sabía que no era la voluntad de Dios para mi vida. Ciertamente Dios tiene planes maravillosos para nosotros, pero son nuestras decisiones las que permiten u obstaculizan que ese plan de Dios se realice o no. Es muy importante rendir nuestra vida al Señor, incluyendo el área de los sentimientos.
Las oraciones mueven la mano de Dios
En toda esta historia, hubo alguien que oró por mi vida todo el tiempo: mi madre. Ella permaneció orando al Señor para que la voluntad perfecta de Dios en mi vida se cumpliera. Nunca dejó de orar. Si por casualidad, una madre está leyendo estas palabras, le digo que no deje de orar por su hijo o hija pródigos. Dios escucha e interviene poderosamente, y da la victoria absoluta.
Estoy segura de que fueron las oraciones de mi madre, las que empezaron a inquietar mi corazón. Había una gran angustia inexplicable dentro de mí cuando estaba con mi novio. Me sentía vacía totalmente, y Dios empezó a poner a mi lado personas que se interesaron por mí, que me aconsejaron abandonar esa relación, en amor y sin juzgarme. Doy gracias a Dios por los amigos. Por aquellas personas que Dios pone a nuestro lado en momentos donde probablemente nadie quiere estar cerca. Más si eres la joven que anda lejos de Dios. Pero de pronto, hay unos cuantos que se acercan, y pueden impactar la eternidad de alguien.
Hubo una persona que tomó su tiempo para contarme su testimonio, que había tenido una relación con una persona que no conocía al Señor, y lo muy doloroso que fue al final, y un día me invitó a un gran evento evangelístico. El evangelista argentino Alberto Motessi estaría en la plaza de Managua, sería un evento masivo y especial. Ese día decidí ir, tenía muchas expectativas de lo que Dios hablaría a mi vida, aunque en mi mente creía no merecerlo.
Fue un tiempo especial, la prédica pasó, y la verdad no la recuerdo. Pero sí recuerdo muy bien que al final, el evangelista hizo una convocatoria adicional. Después de hacer la invitación para aceptar a Cristo, dijo lo siguiente: “Hoy quiero hacer un llamado especial a los jóvenes que se han alejado del Señor, y sienten que le han fallado. Hoy es el día en que Dios te está llamando para que vuelvas nuevamente a Él”. No pasé al frente, no tenía fuerzas, pero ese día le rendí nuevamente mi vida al Señor, y le prometí servirlo el resto de mis días.
Un nuevo comienzo
Terminé esa relación cuatro días después, un 23 de diciembre (aunque sinceramente le pedía a Dios que fuera después de Navidad). No fue fácil, pero Dios me ayudó. Lloré un tiempo y esperé que Dios sanara las heridas, me restaurara, y pronto comencé a servirlo nuevamente. Si yo no hubiera tomado esa decisión, seguramente mi vida hubiera sido muy diferente.
Estoy agradecida de haber escuchado al Señor y confiar en Sus planes para mi vida en el área emocional. Dios está interesado en nuestros sentimientos. Porque nuestro matrimonio, como hijos e hijas de Dios, es un instrumento para bendecir generaciones futuras. El plan de Dios es generacional.
Empecé a servir al Señor, y oré que esta vez fuera Él quien guardara mi corazón hasta que fuera el tiempo. No quería volver a fallar. Quería esperar por mi esposo. Entregué mi soltería al Señor, y mis días eran para servirle. Con el tiempo, fui tomando liderazgo en el equipo de jóvenes adultos de mi iglesia, al punto que llegué a ser parte del liderazgo principal del pastor de jóvenes. No lo esperé ni lo busqué, fue Dios abriendo las puertas para servirle más y en excelencia, dando clases de líderes, dirigiendo células, y siendo mentora para otros jóvenes.
Un día, decidí tomarme un tiempo con Dios, para orar y buscar Su presencia. Estaba a punto de irme de viaje a Costa Rica, a un congreso de mujeres. Estaba tan entusiasmada, feliz. Y durante este tiempo a solas con Dios, Él habló nuevamente a mi vida: “Yo te vestiré de blanco”. Cuando Dios habló esas palabras, inmediatamente entendí que Él tenía planes para mi vida, y que pronto me casaría.
Estaba contenta de saber que esa área de mi vida Dios la tenía muy presente. Era como susurrarme: “Yo sé tu anhelo y tu deseo de casarte”. Entendí que sus planes para mí, los que Él tenía desde un principio, no habían caducado o expirado por mis malas decisiones del pasado, sino que Él redimiría mi futuro a pesar de cualquier error o falla que hubiera cometido. Ese día lloré de alegría y felicidad, al saber que Su perdón era indiscutible. Su dulzura y amor por mí eran más fuertes que el remordimiento o culpa por mis errores. Por Su gracia, Dios ya había establecido en los cielos un plan maravilloso para mi vida.
Durante este tiempo, sirviendo al Señor, empecé a tener más acercamiento con mi líder inmediato, quien era en ese momento el pastor de jóvenes adultos de nuestra iglesia. Comenzó una amistad muy bonita, primero fue meramente ministerial, pero luego fue floreciendo una amistad hermosa. Este joven era mi maestro en la escuela de liderazgo, de quien, a mis diecisiete años, Dios me había hablado. Sí, el mismo joven del cual Dios un día me había dicho que sería mi esposo.
Cuando veo hacia atrás, me doy cuenta de que cada día y cada situación en nuestras vidas, no son casualidad, no son meras coincidencias. Es el plan de Dios realizándose ante nuestros ojos. Dios ha escrito detalles exclusivos de nuestras vidas en los cielos. Él los cumple y los realiza, sin necesidad de nosotros tener que manipularlos de alguna u otra manera.
“Yo te vestiré de blanco”, se hizo realidad. A tan solo un mes de nuestra relación de noviazgo, una amiga muy querida me dijo que tenía un vestido de novia nuevo, con todo lo necesario, muy hermoso y que, si ese vestido me quedaba, era mío. Asombrosamente, ¡me quedó como si una costurera lo hubiese hecho para mí! Ese día llegué a mi casa con un vestido de novia hermoso, comprado en USA, solo para mí. Dios me vistió de blanco. ¡Él ya tenía listo mi vestido!
Nuestra boda fue diez meses después de habernos comprometido. Hoy en día tenemos casi trece años de casados, con dos hermosos hijos. Nos amamos, honramos y respetamos. Y lo principal es que ambos amamos y servimos a Dios. Él es nuestra prioridad, y así se lo estamos enseñando a nuestros hijos.
Los planes de Dios para nuestras vidas se llevan a cabo cuando estamos dispuestos a obedecerle. Mi oración al Señor por ti es que Él te dé paz en la espera de tu futuro cónyuge, si aún estás soltero o soltera. Pido al Padre que sea el diseño de Dios en tu vida cumpliéndose delante de tus ojos. Si estás en una relación fuera de la voluntad de Dios, te animo a escoger lo mejor de Dios, a ser valiente en dejar ir lo que no agrada al Señor. Entrega al Señor tu corazón, y guárdalo para la persona que desde el principio fue creada para ti.
Alexandra Escorcia nació en Nicaragua. Actualmente vive en Austin, Texas, USA, con su familia: su esposo Daniel y sus dos hijos, Ethan y Elizabeth. Graduada en Biblia y Teología en Southwestern Assemblies of God University en Texas. Ha servido al Señor por 17 años en distintas áreas en la iglesia local.
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