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Prólogo

“ANTES ERA DE LOS QUE SOLO LEÍAN…

AHORA ESCRIBO”

Hoy, con la aparición de este libro, se convertirá en un día histórico e inolvidable para la mayoría de los que escribieron esta obra.

Hoy, ustedes, los escritores de estas páginas, dejan para siempre el rol de espectadores para convertirse en protagonistas.

En uno de mis libros escribí esta frase: “Dios te hizo protagonista, resístete entonces a ser un degustador de mensajes y un aplaudidor de otros”.

Usted, querido autor de este libro, ha tomado la trascendental decisión de dejar de lado la baja autoestima y responder a esa animosa palabra del Señor que dice: “Todo lo que te venga a la mano… hazlo!”

Le voy a confesar una postura un tanto polémica que defiendo desde hace mucho tiempo porque ha sido de enorme ayuda para mí y para otros tantos a los cuales se la compartí. ¿Qué afirma esa posición?

Que sentirse un poco inadecuados y poco capaces para determinadas tareas –como ser esta de escribir un libro- es la mejor condición para avanzar exitosamente en los proyectos del Señor, porque nos obligará a depender en todo de nuestro Dios. Y depender de Dios con toda humildad, y no confiando en nuestros talentos personales, es seguridad de éxito en todo lo que se haga.

“Señor, yo deseo con todo mi ser escribir este libro, pero sé que no lo podré lograr solo, te ruego que vengas en mi auxilio”. Esa es la frase que nuestro amado Dios espera de todos nosotros en todos los ámbitos de la vida.

A lo largo de muchos años militando en la fe, me he dado cuenta de que Dios parece deleitarse en escoger hombres y mujeres que, al mirarse a sí mismos, no encuentran nada que les haga pensar que son las personas capacitadas para la tarea.

Da mucha pena que, por no creer en esta postura que les comparto, de que en sociedad con Dios podemos hacer proezas, en la mayoría de las congregaciones, un altísimo porcentaje de sus miembros permanecen inactivos por años, mientras que unos pocos llevan adelante el trabajo.

Son muchos los que se han creído las mentiras que les taladran los oídos que dicen: “Yo no tengo ningún ministerio… Dios no me llama para nada… yo solo soy un cristiano del montón…”. Entonces vienen cada domingo a la iglesia y se convierten en degustadores de mensajes, en catadores de sermones… en “plateístas”, en fans seguidores de “estrellas”.

Pero la gran verdad es esta otra: en el Cuerpo de Cristo hay un lugar reservado para usted. Allí está escrito su nombre porque hay una tarea celestial que lo espera. Si usted no la toma, ese lugar seguirá vacío. Y la Gran Tarea que Dios nos encomendó a la totalidad de sus hijos seguirá incompleta.

Felizmente hoy, con la aparición de esta Antología, usted ha comenzado a revertir su condición pasiva. Hoy ha renunciado a ser parte de la audiencia evangélica. Ha dejado el sitio de los que siempre leen para ocupar el de los que ahora escriben.

¡Qué bueno que ha vuelto a creer que es un honroso hijo de Dios!

De ahora en más no se rebaje de esa altísima condición.

Marcelo Laffitte

Director de M. Laffitte Ediciones

Antología 10: Planes divinos

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