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1 El descubrimiento

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A la noche siguiente, mientras Eva y los niños dormían, a Marcos, que estaba tomándose una cerveza en el salón y navegando por Internet, se le vino a la cabeza aquella extraña pregunta que Juan, el camarero, les hizo: «¿Vosotros sois swingers?». Se preguntaba cómo se escribiría la dichosa palabreja: singer, suinguer… Lo intentó en Google y el corrector hizo su trabajo a la perfección: swinger. Esa era la palabra que buscaba. En menos de un segundo apareció ante sus ojos una lista interminable de enlaces a páginas sobre esa temática. Pulsó en la Wikipedia y comenzó la lectura:

«Swinger o swinging (del inglés swing, “oscilar, columpiar”) es una palabra inglesa que define la actividad sexual no monógama que se experimenta en pareja. La expresión equivalente en castellano sería “pareja liberal”, que refiere al comportamiento que reconoce y acepta la ampliación del horizonte sexual de la pareja; incluye un amplio rango de actividades eróticas y sexuales realizadas entre una pareja y una o más personas. La palabra “swinger” se refiere a aquellas personas con amplio criterio que deciden ejercer su libertad sexual en pareja de una forma responsable y organizada. Aunque muchos, cada vez menos, confunden la definición de swinger con el intercambio de parejas, esto no debe ser así, pues realmente hay muchas formas de vivir el concepto swinger, y el intercambio de parejas solo es una opción, no una obligación en este estilo de vida.

Las actividades principales incluyen: practicar sexo con la pareja mientras un tercero o más personas observan; practicar sexo con la pareja en la misma habitación o lugar en el que otras parejas swingers se encuentran teniendo sexo; besar, acariciar o practicar sexo oral con una tercera o cuarta persona (intercambio light o soft swing); practicar la penetración con alguna persona además de la pareja (intercambio completo o full swap).

Estas parejas creen que incorporar a otros en sus relaciones sexuales mejora el vínculo de la pareja en lo sexual (inexistente en lo emocional) al poder experimentar fantasías juntos, tener una variedad de parejas sexuales y eliminar el engaño por infidelidad. Tienen una regla que restringe la implicación emocional con todo compañero sexual.

La principal directiva en este tipo de actividades es “No es no”. Esto significa que el rechazo a una proposición sexual no requiere justificación y debe ser siempre respetada. En los clubs swingers, el uso del preservativo es obligatorio. Los acercamientos se realizan mediante leves caricias en zonas no erógenas; si estas son permitidas, se entiende el consentimiento tácito para continuar. Las reglas pueden resumirse en las siguientes: respeto, higiene y, sobre todo, mucha discreción.

La comunidad swinger también tiene su bandera, creada por Ted Williams. Las argollas rojas representan la pasión y unión inquebrantable en la pareja; el fondo amarillo representa la luz y el fuego del deseo, y el azul, el color de la inmensidad del cielo».

Tras la lectura, la cual le pareció muy esclarecedora, comenzó a darle vueltas y a elucubrar. Se preguntaba si sería buena idea proponerle a su mujer una experiencia así. Estaba seguro de que de la hermosa boca de Eva saldría un enérgico y rotundo no. Pero, por otro lado, quién sabía… ¿Y si le daba curiosidad el tema? La noche anterior no puso mucho impedimento en que invitara al camarero a unas copas, y estaba bastante a gusto hablando con él. Además, tampoco haría falta llevar a cabo ningún intercambio de parejas, tan solo visitar algún local, hablar con la gente, ver el ambiente, etcétera.

Antes de comentarle nada a su esposa, debía cerciorarse bien de dónde, supuestamente, iban a meterse. Así que buscó en la lista de enlaces y encontró la web de un local liberal. Estaba a tan solo cincuenta kilómetros de Cádiz, ciudad en la que Eva y Marcos residían. Entró en la página y comprobó que era algo parecido a una red social, así que decidió darse de alta como usuario con pareja —también había usuarios que eran chicas o chicos solos—. Después de crear la cuenta, pudo ingresar a todo el contenido disponible. Ante sus ojos se abría un nuevo, desconocido y excitante mundo por explorar. Centenares de parejas tenían su perfil en aquella web, y subían fotos, vídeos, comentarios y demás. La finalidad de esa red social liberal era, sin duda, atraer clientes al local, pero también cabía la posibilidad de quedar con las diferentes parejas en otros lugares.

Marcos pulsó al azar en un perfil para ver la información y las fotos: «Juan y Ana. Pareja de 44 y 40 años, sana, sin malos hábitos, busca intercambio light con pareja afín». En su álbum de fotos aparecían los susodichos vestidos provocativamente, en ropa interior, desnudos y realizando varias posturas sexuales.

Eran demasiadas emociones para el primer día, así que apagó la tableta y se fue irremediablemente al servicio, a entregarse por entero al noble arte del onanismo.

El caso Passion

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