Читать книгу El ladrón de la lechera - Miguel Ángel Romero Muñoz - Страница 13

Оглавление

Capítulo 5

De vuelta a casa, Inocencio no paraba de darle vueltas a lo ocurrido. Pensaba en el gesto que Juanito había tenido con su familia y se emocionaba. Era increíble como un chiquillo podía pensar más en su familia que en sí mismo. Durante el trascurso del día se fue encontrando por el campo con sus compañeros y a todos les fue contando la historia. Ninguno aceptó el dinero, todos prefirieron que Juanito fuera ahorrando ese dinero para poder ayudar a su madre y en casa.

Inocencio no recordaba cuándo fue la última vez que tuvo los sentimientos a flor de piel como los tenía en ese momento. Se sentía emocionado, feliz, pero cuando leyó —no lo había hecho antes, porque no se había detenido a ver el papel— la tristeza lo desbordó. La vida que estaba llevando aquella familia, la infancia tan dura de aquellos hermanos no debía pasarla nadie, y menos por el maldito dinero. Aquello tenía que cambiar, aunque fuera lo último que hiciera en su vida. No podía permitir que siguiera aquella injusticia, y menos si estaba en su mano.

Recogió el ganado pronto y bajó al pueblo a comer en la taberna. No era habitual que bajara a mediodía, de ahí la sorpresa de Paco y de su mujer, pero tampoco le dijeron nada. Eran personas prudentes y sus clientes eran siempre bien recibidos, mucho más si encima eran amigos.

El tabernero lo notó un poco nervioso. Cuando lo vio sentado en la mesa escribiendo, le resultó extraño, pero decidió dejarlo tranquilo. Ya se enteraría por su amigo de qué iba todo aquello, y si no lo hacía, tampoco pasaba nada. Inocencio escribía y rompía los papeles que escribía; volvía a escribir y así durante toda la comida. Parecía un escritor más que un pastor. Al menos, eso pensaba todo el que lo veía, pero nadie quiso entrometerse en lo que le pudiera estar pasando a Inocencio.

Una vez terminada el almuerzo, se quedó sentado en la mesa durante un largo rato. Ya no escribía, ahora leía y releía lo escrito. Paco lo miraba, pero seguía sin querer molestarlo. No le dijo nada a Carmen, porque sabía que ella no se callaría, aunque estaba un poco intrigado con aquel papel que tanto rato le estaba dedicando Inocencio. De pronto, dio un salto de la silla y dijo:

—Paco, ponme una copita de pacharán. Del que tú haces casero.

—Eso está hecho, Inocencio.

—Por cierto, me gustaría hablar contigo. Tengo un problemilla y necesitaría que me dieras tu opinión. Sabes que los amigos escasean y los pocos que tiene uno hay que aprovecharlos.

—Por supuesto, Inocencio. Ahora cuando la taberna se quede más tranquila y Carmen pueda salir de la cocina me cuentas. En lo que yo te pueda ayudar, sabes que aquí me tienes.

Inocencio continuó en la barra repasando el papel. Si el tabernero estaba antes un poco intrigado, ahora estaba deseando que la gente se marchara para poder conocer lo que le sucedía y si era posible, el contenido de aquel papel que no dejaba de mirar su amigo.

Parecía que la gente empezaba a marcharse y los que quedaban ya estaban servidos. Pronto saldrían Carmen de la cocina y Paco de su intriga. Este último rellenó la copa a Inocencio y él se sirvió un vino.

—Inocencio, cuando tú quieras… Carmen ya se ha hecho cargo de la taberna. ¿Prefieres que nos sentemos en una mesa o nos quedamos en la barra?

—Prefiero que te salgas de la barra y te pongas aquí a mi lado. Así Carmen se entera de lo que os quiero contar, Necesito también la opinión de una mujer.

—Por supuesto.

Carmen se fue hacia el rincón donde estaban sentados. Ella no tenía ni idea de lo ocurrido anteriormente, por lo que su intriga era menor que la de su esposo.

—Bueno, me gustaría que me dierais vuestra opinión, pero primero debo contaros la historia completa y después el significado de este papel.

—Por supuesto, lo que necesites y esté en nuestra mano. Sabes que nosotros haríamos por ti lo mismo que tú harías por nosotros.

—Muchas gracias. Bueno, a lo que iba.

Inocencio comenzó prácticamente desde el principio. Fue relatando lo ocurrido en los últimos meses y cómo había conseguido capturar al ladrón de la lechera. Ese fue el primer momento en el que se sorprendieron los dos. Nadie había escuchado nada, ahora sí que empezaban a estar intrigados por saber quién sería el ladronzuelo y por qué lo de la lechera.

Después de haber contado con detalle lo acontecido aquellos días, empezó a relatar la historia de aquel chico y su familia, cómo la vida los había castigado a él, siendo tan joven, a sus hermanos y su madre. El giro fue radical para ellos. De sentirse indignados por el robo pasaron a sentirse tristes y se maldecían por estar tan cerca de una familia que necesitaba su ayuda y nadie se daba cuenta, tan cerca todos y, a la vez, tan lejos. Todos los conocían, pero nadie en el pueblo podía imaginar el calvario por el que estaban pasando después de la muerte de su padre.

Paco se emocionó mucho y se entristeció. Carmen expresó lo mismo, pero añadió indignación por no saber nada y, por tanto, no poder ayudar a sus vecinos. La historia ya empezaba a calar, así que Inocencio prefirió parar de hablar y comentar con sus amigos, para ver qué opinaban ellos. Eso le ayudaría a encaminar la decisión que quería tomar. No solo había provocado emoción en ellos. Antes de que Inocencio les contara su propósito, decidieron que ayudarían a los Rodríguez. No sabían cómo, pero entre los tres buscarían la forma más adecuada.

Después de compartir opiniones decidió continuar y acabar con la historia y, por supuesto, empezar con su propósito. No había terminado de hablar Inocencio cuando ya estaban los dos llorando, emocionados como si el gesto, el regalo, fuera para ellos. Ya sabían que era un tipo especial, pero aquel gesto lo confirmaba. Paco se abrazó y Carmen se salió de la barra para darle un par de besos y un abrazo. Los tres se sumergieron en un mar de lágrimas. Aquello no pasaba todos los días. Nadie estaba acostumbrado a tanta generosidad.

Por fin pudo terminar Inocencio y no tuvieron que hablar nada más. Ellos lo apoyarían en todo y también aportarían algo, pero a su debido momento, como habían concretado.

El ladrón de la lechera

Подняться наверх