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¿Puedo quererte?: Cuando no podemos dar nuestro amor a alguien

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¿Cuántas veces nos hemos enamorado de personas con las que, por alguna razón, no era posible desarrollar una relación afectiva? Desde los amores platónicos con actores, modelos o personajes públicos, a los sentimientos que surgen hacia personas más cer­canas pero con las que, por algún motivo, hay poco que hacer. Y hemos sobrevivido a la experiencia.

Hay unos condicionantes muy obvios que nos impiden llevar a la práctica la posibilidad de amar a alguien: una distancia física significativa y permanente; una oposición familiar al más puro estilo Romeo y Julieta que todavía ocurre hoy en día; una inconveniencia o imprudencia laboral; tener ya un compromiso adquirido con otra persona y, la más importante: que el otro no nos quiera de la misma manera o, simplemente, de ninguna.

Cuando nos enamoramos, estamos en pleno estado de arrebato. Sentimos que la persona que ha descorchadotodos los circuitos hormonales de nuestro organismo ha de ser para nosotros. Nos convencemos de que somos los únicos capaces de hacerla feliz y creemos que con nadie nos sentiremos como con ella. En nuestro cerebro, la atención ya se ha convertido en una lente de aumento que habrá que continuar enfocando de manera adecuada.

También solemos tener la sensación de no poder evitar lo que sentimos. Ya hemos visto que las reacciones que el cerebro desencadena en nuestro cuerpo son tan inevitables como necesarias. Como también lo es el hecho de que hemos de ser capaces de dirigirlo y controlarlo haciendo que la razón y la emoción trabajen de forma conjunta y equilibrada.

Cuando no podemos dar nuestro amor a alguien, la razón ayudará a la emoción a dirigir su atención a otro objetivo más accesible y satisfactorio; a moderar la intensidad de los sentimientos y, finalmente, a aceptar que si no se puede, no se puede. Y no perder la vida y la felicidad en lo imposible.

En este momento, invertir la situación puede ser de gran ayuda. Podemos plantearnos lo siguiente: ¿qué hacemos cuando alguien, en estado arrebatado, se empeña en que seamos el amor de su vida y, sin embargo, nosotros no queremos saber nada? Por lo general, seremos considerados y esperaremos a que el objetivo de sus afectos cambie cuanto antes hacia alguien que esté disponible. Desearemos que esa persona sea capaz de modular lo que está sintiendo con la realidad objetiva que es que, por nuestra parte, no hay nada que hacer. Si no logra que su razón module su emoción, nos pondrá en una situación muy incómoda y sufrirá sin necesidad.

Conclusión:intentaremos no insistir demasiado cuando nos dicen que no y tendremos presente que a nosotros no nos gusta que nos abrumen con sentimientos cuando ya hemos dejado claro que no son recíprocos.

Según el entrenamiento que hayamos recibido en nuestra infancia en lo que llamamos tolerancia a la frustración, nos resultará más o menos fácil sobreponernos a un rechazo o a la imposibilidad de vivir la relación que nos gustaría. Bien pensado, ¿para qué mantener una relación con alguien que no nos quiere?, ¿por qué obsesionarnos con alguien que no tiene entre sus planes el hacernos felices?

Amar, lejos de ser un capricho personal que no atiende a las necesidades del otro, es una conducta que necesita cierto grado de madurez emocional para ser placentera. Y la madurez no tiene nada que ver con la edad.

Amor del bueno

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