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El amor como sentimiento: Te quiero con todo mi… cerebro
ОглавлениеCuando creemos estar enamorados, sentimos mariposillas en el estómago, andamos todo el día con una sonrisa boba o estamos en las nubes incapaces de poner el pie en el suelo. ¿Cómo surgen esas reacciones? La respuesta no está en el aire, ni en el estómago ni en el corazón, sino que la tiene nuestro cerebro.
Al enamorarnos, los circuitos de placer del cerebro empiezan a segregar dopamina a raudales y queremos más, mucho más de lo mismo. Tanto, que los posibles defectos del otro no existen. ¿Defectos? ¡Pero si es perfecto!
La sensación de placer es tan grande que la atención, como si fuera una lente de aumento, a veces se distorsiona y se focaliza tan sólo en lo que nos gusta para producirnos ese bienestar. No nos interesa nada más y por eso no somos capaces de verlo. ¿Para qué? ¡Si es genial! ¡Quiero más!
Llegamos a una primera y grata conclusión: en nuestra estructura biológica, el amor es una fuente de placer, no de sufrimiento. Este último suele ser producto de errores en el aprendizaje, que veremos más adelante.
Por si fuera poca la ceguera que produce la dopamina, nuestro cerebro adereza la situación con unas dosis de testosterona, que regula el impulso sexual y la atracción física. Con este cóctel, ya estamos listos para perder la cabeza. En nuestra mente tan sólo somos capaces de ver las maravillas del otro y, además, con fuegos artificiales.
Aún tenemos una tercera hormona en juego, la oxitocina, encargada de prolongar los vínculos afectivos. Está presente en las primeras fases del enamoramiento y en las parejas de larga duración. En ambos casos hay abundancia de caricias y, en general, mucho contacto piel con piel. Las parejas que con los años siguen tomándose de la mano, de la cintura, pasean juntos del brazo y se hacen caricias más allá de la intención únicamente sexual, están favoreciendo la satisfacción recíproca a la vez que aumenta la calidad de la relación.
Todo esto y mucho más es lo que ocurre en nuestro cerebro cuando sentimos que estamos enamorados. Esta cascada de hormonas es totalmente esencial para que podamos iniciar una relación afectiva y resulta imprescindible para llegar a conocerse mejor.