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Así nos enamoramos

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El amor no surge de la nada. Los factores que lo desencadenan son imprevisibles y, sobre todo, individuales y muy subjetivos. Pueden tener su origen en nuestra estructura fisiológica o bien en nuestros aprendizajes sobre el amor.

Respecto a lo que llevamos de serie por genes o por herencia influyen, entre otros:

Nuestra constitución innata

Algunas de las tendencias en nuestro carácter vienen codificadas en el ADN. Ser activos o tranquilos, introvertidos o extrovertidos, sin duda nos condicionará en nuestra elección, pero no siempre de la misma manera. Dependiendo de la combinación con otros factores, podemos preferir a alguien similar o, por el contrario, a alguien que nos complemente.

Los estados fisiológicos en un momento concreto

¿Hoy nos duele la cabeza? Difícilmente el sistema estará preparado para conquistar o ser conquistado. ¿Se está ovulando? Aumentan los niveles de testosterona y eso significa: «quiero enamorarme». ¿Tienes gripe? ¡A la cama!, pero para recuperarse.

El estado emocional

Sin que seamos muy conscientes de por qué, todos tenemos días mejores y días que no lo son tanto. Es algo normal, siempre que no sea ni muy intenso ni muy frecuente. Los días en que estamos bajos de ánimo, nos resultará difícil encontrar a alguien lo suficientemente guapo o bueno. Es más, incluso si alguien quisiera ligar con nosotros, no le tomaríamos en serio. Cuando estamos de buen humor, todo cambia. Nos sentimos llenos de energía, la vida es bella y somos más generosos. Entonces sí, nos queremos enamorar.

Además, nuestros pensamientos e ideas también pueden hacer saltar los mecanismos fisiológicos necesarios y el lío de hormonas ya descritos, y facilitar el inicio de una relación:

Lo aprendido en nuestra familia o con nuestros amigos

«Parece un buen chico o una buena chica; esta persona encaja con lo que aceptaría mi familia…»

Las creencias individuales

El maniático del orden se desencantará con quien deje el vaso tres centímetros alejado de su sitio; la persona desordenada puede enamorarse perdidamente de quien crea que traerá el orden a su vida.

Las necesidades personales

Nuestras emociones actúan como vasos comunicantes. Si, por ejemplo, acabamos de salir de una relación en la que la pareja era poco afectiva, en la siguiente se dará prioridad a quien tenga gestos de cariño o ternura; si estuvimos con alguien extremadamente controlador, se buscará a quien deje más espacio personal.

Así, con este combinado de lo que se desata en nuestro cerebro más una buena dosis de ideas y necesidades íntimas, a veces inconfesables, se produce ese no sé qué que qué sé yo, que yo qué séllamado enamoramiento que tanto placer nos da, al menos en esta primera fase.

Amor del bueno

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