Читать книгу Vivencias cortas vividas de la vida - Miria Véliz Hernández - Страница 18

El sendero de la vida

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Ya era hora, iba caminando hacia la última etapa de su vida, su triste futuro.

Afuera estaba todo gris, como el impermeable que llevaba puesto, con movimientos de manos y cabeza, recordaba a sus hijos René, José y Esperanza, hoy profesionales todos; médico, ingeniero y contadora, con un futuro alentador para toda su familia.

Llovía torrencialmente y su caminar era lento, cansado, agotado, somnoliento con ojos que mostraban el esfuerzo y sacrificio en ellos. Se podía apreciar, la vida de un hombre bueno y generoso que entregó su existencia en beneficio de quienes lo rodeaban, hoy ya nada queda, solo rumiando su soledad, observando las paredes con imágenes que se proyectan en las murallas, su rostro agrietado por el tiempo recibe el líquido de sus ojos, es un remanso a la sequedad de su cara que deja entrever un anciano de ochenta y cinco años.

Seguía caminando y recordando los años de felicidad junto a su esposa Jeanette, con quien emprendiera este caminar, Jeanette, mi Jeanette, como él solía decirle, supo demasiado tarde del cáncer que la llevó a la tumba.

El mundo se derrumbó, llegó la noche al hogar de los Zárate-Muñoz.

Cruzó la vereda con lágrimas en sus ojos, así también las imágenes más vivas de sus seres queridos que le quedaban, sus hijos mostraban su ingratitud, nunca más visitas, saludos, nunca más fueron a saludar a su viejo. Ellos construían su vida mirando su espacio y su grupo, no había espacio para este anciano.

Así somos los seres humanos, pensaba, creemos que se nace y no sabe cómo se llega al matrimonio, ingratitud, mal agradecidos, no sé cómo llamarlos para definirlos.

Seguía caminando, se detuvo y volteo su mirada al pasado tan solo por un instante. Sus ojos se llenaron de lágrimas que rodaban por sus mejillas y se confundían con la lluvia.

Vivencias cortas vividas de la vida

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