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El mensaje II: el viaje de Manuel

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Sus pensamientos y su mente se cansaron de viajar por el tiempo, y a través del tiempo. Manuel ya había caminado, caminado descubriendo pequeños horizontes.

Fue un viaje maravilloso, ya que Manuel, como lo mencioné anteriormente viajó a través del tiempo, un privilegio que se le había otorgado, traspasar del umbral de la vida y la muerte.

¡Un privilegio de pocos!

Viajó como a él le gustaba, por túneles y disfrazado. Llegó por los mismos hasta el mineral de Chuquicamata.

Mina que había sido a rajo abierto, la más grande del mundo, hoy los chucos trabajaban bajo tierra.

Cuál sería su asombro ante tanta modernidad.

De pronto vio la luz, el sol quemaba su pálido rostro, ese sol abrasador, el viento le acaricia y abrazaba dándole la bienvenida.

Pero su misión esta vez no era en el mineral, sino que en la ciudad vecina llamada Calama.

Llegó a la plaza de nuestra ciudad, donde las campanadas de la iglesia parecían aplaudirlo, a tan ilustre visita.

Mientras el sol bañaba con sus cintas de fuego los paisajes gigantes vestidos de metal.

Ya estaba en la ciudad, y encaminó sus pasos a la población que llevaba su nombre.

Entonces, golpeó mi puerta y entró a mi casa, su figura alta, delgada y su rostro pálido, se presentó ante mí. Recorrió con su mirada todo lo que la vista pudiese alcanzar, ya que el tiempo era oro. Caminó y se detuvo, se puso de pie frente a mi biblioteca, se sentó, tomó un libro de Historia de Chile y comenzó a leer y no lo podía creer, lo que había sucedido después de su muerte y se entristeció al saber cómo habían terminado los hermanos Carrera.

Con los cuales desde pequeños vivían cerca, eran amigos, hubo un tiempo que estuvieron alejados, pero el cariño y admiración permanecía.

Me contaba que su amor platónico fue doña Javiera Carrera.

Su espíritu libertario y de lucha eran su sello y en el apasionamiento en su relato, tenía buena oratoria.

Me contaba que hace siglos había venido a nuestra ciudad por primera vez, con un mensaje al último sobreviviente de la batalla de Topáter, veía con alegría y orgullo que su mensaje fue recibido, ya que Calama hoy era una gran provincia.

Hoy, su mensaje era de paz, en estos tiempos tan difíciles, tiempos de pandemia, tiempos en que el mundo es un caos, tiempos de recogimiento, donde se aprendió a compartir. Donde estábamos en cárceles de cristal, sin tener culpa.

Nos instó esta vez a seguir adelante luchando, a ser los mejores, porque sea como sea Calama es el motor y corazón de Chile.

Dicho este mensaje, se dispuso a recorrer la ciudad y los pueblos del Alto Loa.

Ya casi anocheciendo, cuando la señora Luna se disponía a dar su saludo en conjunto con las estrellas. Comenzó su viaje de retorno por este desierto hermoso, por este Norte Grande tan bello y tan nuestro.

¡Buen viaje Manuel! ¡Hasta Pronto!

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