Читать книгу 4 grados bajo cero - Nacho García Nas - Страница 7
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CUERDAS
Siempre he pensado que las relaciones son cuerdas porque o te atan o te salvan. Tras muchos años de encuentros y desencuentros con mi primer amor desde la adolescencia, Sara, una soga que no dejaba de apretar a pesar de su ausencia, apareció Lidia como el cabo de una gran cuerda arrojada para salvarme y evitarme la caída. Me aferré a sus ojos y supe que ya nunca podría soltarme, porque, tal y como decía el recientemente fallecido Manolo Tena en Sangre Española: «...cuando tú estás, tus lazos son mi libertad…».
Llevo todo el día acordándome de esas conversaciones con Lidia poco después de conocernos, de la primera vez que naufragaron juntas nuestras bocas, de aquella ocasión en que nos perdimos con el coche por un rincón remoto y sudamos durante horas, del primer roce de rodillas en un cine, de los desayunos en que aún aprendía a desperezarse nuestra relación tras madrugadas en la cama sin dormir, del delicioso sueño arrastrado de hace unos años, tan diferente al actual, de los rayos de sol avisándonos de que el mar estaba a la temperatura ideal para beberse nuestros cuerpos, de las cenas regadas con vino siempre con una luna llena cerca a la que pedirle prestada una porción de queso para acompañar, de ese traje de felicidad recién estrenado, de ese siempre que hoy en día es de vez en cuando, de ese nunca que ahora siempre es depende, de dormirnos de costado, mirándonos, dejando que se independizaran de los labios las palabras más sencillas y dulces para irse a acariciar los oídos del otro, entregándole un pequeño reducto de paz en un mundo siempre en guerra. Pienso muchas veces en que no quiero que nada me arrebate lo que hemos creado juntos desde hace unos años, pero al mismo tiempo una marea de ilusión se esparce empapando cada rincón de mi alma. Es un día único en nuestras vidas y solo quiero estar a la altura. Si todo va bien, hoy nacerá nuestro hijo.
De pronto, se dibujan en el lienzo de la mente ligeros trazos de mis hermanos. Ellos ya pasaron por este camino y no sé qué sintieron exactamente cuando nacieron sus hijos, algo que nunca les pregunté. Caigo también en que, de algún modo, para mis sobrinos siempre he sido el tío divertido, un pequeño espacio de recreo entre indicaciones, obligaciones y prohibiciones varias, pero ahora estaré al otro lado. Y no sé si, acostumbrado a conducir solamente la sección de un programa, tendré tablas para codirigir todo el espacio. Todo ha pasado demasiado deprisa a lo largo de este año. Y la camilla de Lidia está entrando en quirófano mientras yo camino rápido sin soltar su mano. Quiero ser su conexión a la vida, darle tranquilidad y confianza… porque en este mundo no aspiro a otra cosa que no sea a convertirme en la cuerda que siempre la salve. El tiempo se detiene y estamos flotando en el interior de una esfera de luz… los tres. Supongo que es eso que llaman felicidad. Y así, durante casi dos horas, el pequeño se acaracola en el pecho de Lidia mientras yo la beso y le susurro algo bonito al oído. Y ahora, con Marc unido a nuestras vidas, la cuerda se convierte en una trenza que confío en que sea irrompible.