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Belén Serre Suarez, Argentina Mi hogar: escenario de la vida

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La vida se transforma, se rearmó y crecimos.

Hace unos meses atrás todo esto era impensado, levantarme todos los días y partir al trabajo era común, dentro de lo cotidiano, donde el abrazo, el beso, el saludo, las clases físicas eran habituales, hasta por momento me quejaba y rezongaba de las pequeñas y grandes cosas de los quehaceres frecuentes.

Disfruto mucho de mi trabajo, de estar donde estoy, elijo dónde quiero estar.

Un día todo esto cambió. ¿Cambió para bien o cambió para mal? Pregunta que hago todos los días.

Pero si sé que esta vida se transformó, que ya no será esa vida que todos teníamos. Ni siquiera la mía.

Sentir una gran incertidumbre, tener miedo de lo que pueda pasar. Sentir que uno no está capacitado para transitar el teatro desde lo virtual. Mi cabeza se llenó de preguntas, pero no aparecían respuestas.

Al principio de esta cuarentena sentí que mi alma creativa no estaba presente, entonces fue en ese momento que me pregunté ¿Qué estaba pasando? De pronto “encerrados” en casa sin poder salir, no era una decisión de uno sino era a nivel general, eso era lo que me pasaba, no estar con esa libertad que la creatividad tanto necesita; un eslabón principal a la hora de crear y hacer.

Desde ese momento tuve que tomar la decisión de seguir como estaba o tomar la ruta de la transformación, de la creación desde otro lugar, aunque debo confesar que todo me angustio, porque gran parte de mi trabajo es con la sociedad, con la gente, y esta pandemia no me permitía seguir de esa manera.

Sabemos que el teatro es físico cerca muy cerca, sentir que el otro está y que yo estoy para el otro.

Pero todo se transformó y debíamos estar unidos, juntos, creando desde la pantalla, sintiendo que se puede y que, si bien “no es lo mismo”, como vengo escuchando desde hace mucho tiempo, es lo que hoy disfrutamos y sentimos.

Mis días de trabajo se transformaron frente a una computadora, ella y la creatividad siempre están presentes. No bajé los brazos, sentí que podía transformar todo esto y que, si bien me costó, acá estamos intentándolo, disfrutándolo, y anhelando el día que podamos abrir las puertas para ir a jugar, como dice la canción de arroz con leche.

La vida en el hogar también cambió, disfruto mucho estar en mi casa. Una lleva mucho tiempo construyendo su hogar y se da cuenta que, con el trajín de la vida, no lo disfruta como quisiera, y este cambio vino de la mano de estar acá en casa, disfrutando cada rincón, transformando lugares de la casa en escenarios de la vida, la de afuera, la vida donde uno hace diferentes roles, donde cada uno ocupa un lugar diferente.

Lloro, rio, lloro, rio. Y eso es parte de esta transformación de estar vivo, de transitar cada día como si fuera el último, vivir en la transformación continua, y saber que uno puede, que se puede.

Como esa crisálida que sale al mundo cambiado y modificado así estoy yo.

De esa manera me siento.

El Ser Confinado: Diarios de una Pandemia

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